martes, 29 de enero de 2013

Capítulo 18: “Into The Great Wide Open”. Tom Petty & The Heartbreakers. (1991)






Deprimartes rebelde:



Tengo una premisa para mi vida en el más allá: cuando me muera, quiero reencarnar como Tom Petty. Este rockero del sur de EE.UU. es un prócer vivo del Rock, que influyó muchísimo tanto en mi vida como en la de muy buenos músicos y artistas que hay por allí dando vueltas. Su talento arrollador lo llevó a tocar rápidamente en compañía de leyendas como George Harrison, Ringo Starr, Jeff Lyne, Roy Orbison, y Bob Dylan, entre tantos otros. Y aquí nos trae la historia del ascenso y la caída de Eddie Rebel, un muchacho con sueños de fama, que "… esperó a terminar la secundaria, se fue a Hollywood y se hizo un tatuaje. Conoció por ahí a una chica que también tenía un tatuaje, y resultó ser que el futuro estaba totalmente abierto para ellos". Un muy jovencito Johnny Depp nos muestra todo el derrotero de cómo hacerse “rockstar”, vivir como tal; y terminar de igual manera: "Yendo al gran descampado, bajo los cielos azules, y en esa gran llanura sólo hay un rebelde sin la menor idea de contra qué rebelarse".



El largo y logrado videoclip va matizando su historia con los solos y fraseos de uno de los mejores guitarristas que he escuchado, el melenudo Mike Campbell, de The Heartbreakers, quienes han resultado ser, como banda, los milenarios laderos del Señor Petty: “La parejita se mudó a un lugar que podían pagar, él encontró un club nocturno en el que podía trabajar como portero. Ella tenía una guitarra y le enseñó algunos acordes. El único límite que tenían era el cielo mismo”. Y así, la incipiente estrella se va cruzando en su ascendente carrera en los charts con todo un muestrario de la música de fines de los ochenta y principios de los noventa: Van Halen, Paula Abdul, R.E.M., Lynyrd Skynyrd, Mötley Crue, Yes, Extreme, y el propio Tom Petty, entre otros. Entre toda esta parva de artistas se mezcla un muchachito que sólo había tenido la fortuna de hacerse el tatuaje correcto –un corazón atravesado por un cuchillo- y de aprender los acordes indicados… La biblia y el calefón, ni más ni menos.



Pero –y siempre hay un pero- termina siendo verdad aquello de que la fama es puro cuento. A Eddie, el estrellato se le sube a la cabeza, comienzan los excesos con el alcohol, deja caer en desgracia a su hada madrina (interpretada por la leyenda de Hollywood Faye Dunaway), llegan los gastos desmedidos, los accesos de ira, la banalización de cada aspecto de su vida, la crisis de pareja… Y el tan anunciado final, en el que descubre que el corazón que tenía tatuado ha desaparecido de su piel, y de su vida. Aunque parezca un cuento, realmente no lo es; es la síntesis de la historia de casi todos los artistas de rock: “Según la versión oficial, Eddie siempre dio lo mejor de sí. Tenía un agente de prensa y hasta un asistente llamado Bart. Así que grabó una canción y salió en los rankings… Usaba una chaqueta de cuero con cadenas que cascabeleaban, conoció a muchas estrellas de cine, estuvo en fiestas y se mezcló con ellos. Pero mientras seguía grabando, el de la compañía disquera le decía que el éxito se escapaba de sus canciones. Y aun así, el futuro seguía abierto”. Y entonces el gran maestro termina con la consabida frase: “y todos vivieron felices para siempre”... Con respecto a esta última fórmula, siempre pensé que es la manera que todo cuento tiene de darnos a entender que ya no nos corresponde saber más nada de lo que pasó. Lo mejor es no preguntar. Porque, ¿qué podría ser más irreal, más parecido al infierno que vivir para siempre felices?... En fin, repito: si ven que me estoy muriendo, háganme acordar de que me consiga un traje y una galera colorada para la próxima vida. Muy feliz Deprimartes para todos.



Pd: Especial atención al detalle de quién es el actor a quien Johnny tatúa al final del video, a ver si se dan cuenta.


martes, 22 de enero de 2013

Capítulo 17: “A Horse With No Name”. America. (1971)







Deprimartes ecuestre.



Hoy, una joyita del único grupo exitoso que contó como productor al gran George Martin además de The Beatles: el trío America. Lograron posicionarse en la escena con un simple e interesante sonido folk;  para una época en que el rock sinfónico, las letras épicas y la sobreproducción con orquestas incluidas hacían su avance rampante en la música popular. Y con éste gran éxito nos presentan el sueño de más de un supuesto profeta, exiliarse en un lugar desértico para encontrase a sí mismo: “En la primera parte de mi viaje, estaba contemplando a toda la vida, había plantas y aves y rocas y cosas; había arena y médanos y anillos. Lo primero que vi fue una mosca con su zumbido y el cielo sin nubes. El calor estaba caliente y el suelo estaba reseco, pero el aire estaba lleno de sonidos. Atravesé el desierto montando un caballo sin nombre, se sintió bien estar lejos de la lluvia. En el desierto puedes recordar cómo te llamas, porque allí no hay nadie que pueda causarte daño". El hombre se va al desierto para hallarle un sentido a su existencia, una práctica milenaria y con reminiscencias bíblicas. Muy efectiva, por cierto, ya que allí no hay nada más que uno mismo. Donde abunde una nada que no pueda distraernos, allí lograríamos focalizarnos para contactarnos con nuestro verdadero yo.



Pero parece que en este caso, el viajero empieza a volverse incoherente al cabo de unos días de insolación: "Después de dos días bajo el sol del desierto mi piel comenzó a volverse roja. Y después de tres días en la diversión del desierto yo buscaba una cama en el río. Y la historia seguía con un río que fluía, y yo me entristecí al pensar que el río estaba ya muerto”. Estamos en presencia de un verdadero delírium trémens. Parece que volverse místico trae serios riesgos para la salud mental...



"Después de nueve días, dejé que el caballo se fuera, porque el desierto se había convertido en mar... El océano es un desierto con su propia vida por debajo, cubierta por un perfecto disfraz. Debajo de las ciudades yace un corazón hecho de tierra, pero los humanos no lo amarán". De una poética profunda y estúpida a la vez; termina bordeando la alucinación. Después de semejante viaje de introspección, uno no sabe si nos encontramos frente a un iluminado o frente a un psicótico… Tal vez no haya una real diferencia… ¡Feliz Deprimartes! Espero que les guste este gran tema.