martes, 9 de junio de 2015

Capítulo 122: “Moon Shadow”. Cat Stevens. (1970)





Deprimartes optimista:



Cat Stevens desde hace unas cuatro décadas es conocido por el nombre de Yusuf Islam. Es el único artista con categoría de estrella del Rock clásico en seguir las enseñanzas de Mahoma y convertirse a la religión musulmana. Luego de una catarata de éxitos de estilo folk, abrazó la voluntad de Allah y desapareció de la música; sólo para volver hace muy pocos años, ya con la sabiduría suficiente como para no renegar de quien fue, y para recordar que alguna vez supo inspirarse para componer sus poesías musicales en cosas tan triviales como su propia sombra producida por la luz de la Luna: “Sí, me está siguiendo una sombra de la Luna, sombra de la Luna. Saltando y brincando sobre la sombra de la Luna”.



Esta canción es de un optimismo rampante, simplón y efectivo; casi adverso a todo lo que analiza este humilde blog. La letra se propone ver siempre el lado positivo de todas las calamidades que pudieran ocurrir, tal como hacía el Job del Antiguo Testamento. Pero claro, admite una cuota de fatalismo, ya que parece esperar que esas catástrofes se avecinen, sólo para seguir viviendo la vida como hasta ahora se ha hecho, como si nada importara: “Y si alguna vez perdiera mis manos, si perdiera mi arado y mis tierras. Si alguna vez perdiera mis manos, pues entonces ya no tendría que trabajar nunca más. Y si alguna vez perdiera mis ojos, si mis colores se apagaran… Si alguna vez perdiera mis ojos, pues entonces ya no tendré que llorar nunca más”.



Este tema de su álbum “Teaser And The Firecat” cuenta con un hermosísimo videoclip animado, que en su presentación nos anuncia que a continuación comenzará una historia verídica cantada por Cat Stevens: el pequeño Teaser, acompañado de su gato Firecat, se encuentran con la Luna atascada en el techo de un granero, y en su intento por salvarla terminan montados en ella para emprender un viaje casi psicodélico, naif; con la inocencia que sólo un niño soñador puede tener. Y eso me ha llevado a pensar: ¿por qué perdemos esa tierna y cándida ingenuidad, esa que nos hace esperar lo mejor de la vida?: “Y si alguna vez perdiera mis piernas, no me quejaré ni voy a rogar. Oh, si alguna vez perdiera mis piernas, pues entonces ya no tendré que seguir caminando. Y si alguna vez perdiera mi boca, todos mis dientes; los de arriba y los de abajo, si alguna vez perdiera mi boca, pues entonces ya no tendré que hablar”. ¿Cuándo es que renunciamos a usar la Luna como acompañante de vuelo por coloridos mundos imaginarios, y nos contentamos con mirar paredes grises y descascaradas? ¿Qué es lo que negociamos por dejar de creer en lo imposible y volvernos en seres desconfiados, amargados y desilusionados? ¿Qué ganamos al volvernos adultos?... Honestamente, aún no pude averiguarlo.



Es imposible no seguir el recorrido de Teaser y su gato por ese universo multicolor sin volver a sentirse un niño. Es un pequeño espejo en el cual mirar lo que alguna vez fuimos, y sorprendernos disfrutando del viaje que hace la lágrima que termina besando la comisura de una dulce sonrisa que nos adorna la cara. Nuestro niño interior parece aún estar allí, preguntándonos por qué tardamos tanto en visitarlo: “¿Te tomó mucho tiempo encontrarme? –le pregunté a la fiel luz- ¿Te tomó mucho tiempo encontrarme? ¿Y vas a quedarte conmigo toda la noche?”. ¡Feliz Deprimartes para todos, queridos amigos!

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