martes, 14 de febrero de 2017

Capítulo 155: “Going Up The Country”. Canned Heat. (1967)



Deprimartes flautista:

Woodstock fue sin duda alguna el más importante festival musical que nos haya dejado la Era Rock. Fueron tres días de pura música y premisas pacifistas a mediados de agosto de 1969. Sobre el escenario de este recital, el desfile de artistas identificados con el movimiento del “flower power” lo terminó por convertir en todo un manifiesto del hippismo. Los jóvenes de las flores proponían un innovador estilo de vida, con valores filantrópicos tan altos que hacían que la filosofía de esta tendencia cultural fuera totalmente disrruptiva con todo lo que la sociedad representaba hasta ese instante.

De repente, la felicidad máxima radicaba en escuchar a todo volumen un Rock denso y poblado de texturas, con solos de guitarra con sonido “wah-wah” que invitaban a la mente a divagar… Todo esto coronado por abundantes dosis de marihuana y de ácido lisérgico. Todos se ponían a bailar agitando espasmódicamente los brazos en el aire, mientras intentaban que la música atravesara cada célula del cuerpo y los volviera uno sólo con el cosmos. La misma ideología de los hippies contenía un misticismo abierto a todo tipo de creencias; de hecho, cuanto más extrañas, mejor. Probablemente el hippismo haya sido algo así como el nirvana de la sociedad occidental. Fue un despertar de la conciencia, un momento de iluminación, ese instante en el cual se entremezclan el terror y la alegría más profundos que puede experimentar un ser humano, al darse cuenta de que tal vez todo lo que se había hecho hasta ese entonces estaba mal; y por lo tanto ya ninguna regla era válida. El único mandamiento que se volvió auténtico era ese que es casi tan viejo como el mundo, y que nos manda a amar al prójimo como a uno mismo. Sólo permanecería entonces el amor fraternal, y a partir de allí se intentó construir algo nuevo: “Me voy a recorrer el país, nena; ¿quieres venir? Me voy a algún lugar en el que nunca haya estado. Me voy, me voy allí donde el agua sepa como el vino. Podríamos tirarnos al agua y estar borrachos todo el tiempo”. Uno de los grupos que se consagró en Woodstock fue Canned Heat, quienes han sido famosos por incluir en sus discos a viejas glorias del blues –llegaron a contar en sus grabaciones nada menos que a John Lee Hooker-. Artistas excelentes a la hora de improvisar, algunos de ellos habían sido músicos de sesión en grabaciones de nada menos que Frank Zappa o The Monkees. Supieron sin embargo ir adaptándose a la nueva música que surgía, y así fue como sumaron a su sonido instrumentos como la flauta traversa, instrumento que terminaría representando el sonido hippie y el futuro del Rock Progresivo, de la mano de artistas tan excelsos como Jethro Tull y Yes.


“Voy a abandonar esta ciudad, necesito escaparme. Todas estas peleas y discusiones, ya sabes que no puedo soportar todo esto. Así que mejor que hagas tus valijas, ya sabes que tenemos que irnos hoy mismo. Adónde vamos, exactamente no lo sé, pero puede que hasta tengamos que abandonar el país. Porque todo esto se siente como un nuevo juego, y yo quiero jugarlo”. Se trasluce en las imágenes de este video que hay un verdadero espíritu de mancomunión. Lo de uno es de todos, y estamos todos juntos sólo para pasarla bien. Lo que quieras ponerte está bien, como quieras bailar está bien, la sustancia con la que quieras colocarte también está bien. Todo está bien, siempre y cuando todos estemos bien. Mientras tú estés bien, yo también estaré bien, y todo estará bien: “No tiene caso que corras, que grites o que llores, porque tú tendrás un hogar aquí siempre y cuando yo tenga le mío”. Lo triste de este caso es que el Verano del amor fue un sueño. Y, como ocurre con todo sueño, en algún momento hay que despertar. El fin de la década más gloriosa que vivió el Siglo XX dejaría a los jóvenes de la generación de las flores frente a frente con los graves problemas que suelen tener aquellos que se despiertan luego de una fascinante resaca. Allí está el verdadero inconveniente de tratar de evadirse de los problemas. Uno puede hacerse el desentendido tanto como quiera, pero al final, los problemas continúan estando allí; y tal vez hayan empeorado debido al tiempo que dejamos pasar sin poder darles una solución. Al menos, nos queda el consuelo de ir a refugiarnos de tanto en tanto en esos recuerdos felices que nos quedan luego de toda fiesta… Quedará en la memoria entonces la reminiscencia gloriosa de aquella fiesta del amor libre, en la que la imaginación intentó quedarse con el poder. ¡Feliz Deprimartes!

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