martes, 13 de junio de 2017

Capítulo 172: “Hit The Road, Jack”. Ray Charles. (1961)



Deprimartes echado:

Los primeros años de la década del ’60 amanecían como una incógnita para el que fuera el movimiento musical que tomó al mundo por sorpresa a mediados de los años ’50. Prácticamente todos los próceres del Rockabilly, estaban atravesando algún tipo de inconvenientes que los alejó de la fama (Elvis en el ejército, Chuck Berry preso, Jerry Lee Lewis abandonado por su público al ser descubierto teniendo un “matrimonio” con una primita de trece años), o bien habían muerto demasiado jóvenes (Buddy Holly, Ritchie Valens, Eddie Cochran). Lo poco que quedaba de aquel movimiento, como el Surf Rock y el Twist, era demasiado festivo como para ser considerado un movimiento serio. El mundo adulto sonreía al ver que la supuesta revolución juvenil se quedaba sin sus referentes; sin sospechar siquiera lo que se estaba cocinando del otro lado del Atlántico y que en sólo un par de años convertirían al Rock en arte… Mientras tanto, entre la comunidad musical afroamericana venía surgiendo algo de la fusión del Jazz, el Gospel, y el Rythm & Blues, y se terminaría llamando Soul: “¡Ya lárgate, Jack; y no te atrevas a volver nunca, nunca, nunca más. Toma la ruta y lárgate, Jack; y ya no regreses jamás!”. Estamos ante un híperconocidísimo himno de un tiempo en que el Rock parecía caminar por la cuerda floja, y en el cual los más talentoso músicos jazzeros incursionaban en nuevos ritmos que proveyeran horizontes más prometedores. El Soul tiene como particularidad, además de esa obvia raíz negra que le da tanto sentimiento, un carácter conversacional; un diálogo que se produce en las letras de sus canciones entre el solista y el coro. Es por eso que luego de tal exigencia de parte de la voz femenina, le responde un hombre sorprendido, diciendo: “¿Qué dijiste?”.

“Oh, mujer; no me trates tan mal. Eres la mujer más malvada que he visto. Pero supongo que si esa es tu última palabra, empacaré mis cosas y me iré de aquí”. Y quien aquí la juega de hombre en desgracia es todo un símbolo en persona llamado Ray Charles. Talentosísimo pianista y aún mejor compositor, ciego desde los siete años; otro héroe del Rock como Billy Joel se ha atrevido a señalar que Ray tal vez haya sido más importante que el mísmisimo Elvis. Nacido en Georgia, en la parte más recalcitrante en cuanto a racismo del sur estadounidense, su capacidad musical fue tanta que pudo triunfar aún en una época en la cual la conquista de los Derechos Civiles todavía estaba en plena batalla; y a más de uno le corría un escalofrío por el espinazo de tan sólo pensar que este músico de raza negra pudiera ser tan exitoso: “¡Así es!”. Le espeta la mujer que –talentoso o no- aún espera que se largue de su casa.

“Nena, escúchame, no me trates de esta forma; porque algún día volveré a ponerme de pie”. Nada hay más común en este planeta que las peleas de pareja. Por malentendidos, por contraposición, o sólo por la diversión de verle el ceño fruncido a nuestra compañía; las discusiones pueden resultar tanto el motor de una relación de a dos, como su propia ruina. A las afirmaciones masculinas suelen sucederle sentencias femeninas que realmente suenan a últimas palabras: “No me importa si lo haces o no, porque una cosa tengo en claro: si no tienes dinero ya no me sirves para nada”.

El pobre Ray, viendo que su matrimonio está herido de muerte, se queda desgranando frases sueltas como: “No te comprendo”, “no puedes decirlo en serio”, “oh, vamos, nena; por favor”, “¿qué estás intentando hacerme?”. Por supuesto que no espera respuesta, porque la decisión final de seguro ya estuvo en una mirada cargada de odio de parte de su mujer. Así es la vida… ¡Feliz Deprimartes!

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