martes, 29 de agosto de 2017

Capítulo 183: “Nearly Forgot My Broken Heart”. Chris Cornell. (2015)



Deprimartes ahorcado:

“Cada vez que me quedo mirando al Sol, tratando de encontrar una razón por la cual seguir adelante, lo único que logro es quemarme y quedarme ciego hasta que al cielo se le ocurre ponerse a llover”. Para aquellos que amamos el Rock clásico, escuchamos todo lo que vino luego del festival kitsch de la década del ’80 con cierta nostalgia y resignación. Es como si entendiéramos que ya nada puede sorprendernos. Por suerte, nos equivocamos. Me pasó hace muy poco: investigando para incorporar un poco más de Grunge a mis Deprimartes, me topé con la voz extraordinaria de Chris Cornell. Ni aún al más avispado se le podía ocurrir que una de las mejores voces del Rock viniera de un movimiento que exigía tan poco lirismo como la música originaria de Seattle, pero así fue. Una voz poderosa y que no perdía potencia a la hora de alcanzar las notas agudas, aprovechando al máximo sus cuatro octavas de rango. Fue un gran gusto interiorizarse en la obra de este enorme artista… Y en medio de ese descubrimiento, al buen señor Cornell no se le ocurre otra cosa  más que ahorcarse…

“Cuando llegaste a mi vida, el momento era el correcto. Me agarraste como si yo fuera una manzana roja y madura. No pasó mucho hasta que decidiste darme una mordida, y me causaste mucho daño pero eso también me sirvió”. Parece casi una maldición. O tal vez sea justamente parte de su esencia más pura como movimiento: los músicos del Grunge terminan sus vidas rápidamente. Este subgénero del Rock explotó la autovictimización hasta el límite, y eso tal vez haya hecho mella en el alma de más de uno de sus intérpretes; quienes siempre sobrellevaron como pudieron el cóctel de depresión y abuso de sustancias con que sazonaban sus vidas. Así, el sorpresivo suicido de Chris Cornell se suma a las trempranas muertes de Layne Staley de Alice In Chains, Scott Weiland de Stone Temple Pilots, y por supuesto, el emblemático escopetazo con que terminó su vida Kurt Cobain, líder de Nirvana. Sólo nos queda cuidar a Eddie Vedder…

Curiosamente hoy cuesta mucho dar con el excelente videoclip de esta canción, ya que justamente en él se ve a Chris Cornell condenado a morir ahorcado. En una celda del Lejano Oeste lo vemos esperar la mañana de su ejecución en compañía de un secuaz interpretado por ese actor genial que es Eric Roberts. Mientras una muchedumbre se prepara para presenciar el espectáculo de muy dudoso gusto que siempre significaba una ejecución pública, también se prepara un complot. Una intriga que incluye un misterioso frasco y un pequeño ramo de flores, todo a cambio de una bolsa de monedas. Dos encapuchadas hacen el trueque, y se pone en marcha un plan para dar esperanzas a algunos, y un punto final para otros. A la hora en que el destino debe alcanzar al bueno de Chris, y cuando la horca ya está colocada alrededor de su cuello, una de las complotadas, una mujer voluptuosa, comienza a contonearse como una serpiente al ritmo de la muerte, y con este hechizo capta la atención de todo el mundo, dándole tiempo a la vida para sabotear el nudo asesino con ayuda del enigmático frasco: “Y ya casi me había olvidado de mi corazón destrozado. Ya me había alejado muchísimas millas del recuerdo de cuando se había roto. Así que parece que aquí vamos otra vez”.

El truco con el cual la hechicera mantiene a raya a la muerte sólo para que pueda ejecutarse un truco aún mayor, parece que también era esperado por el secuaz, a quien esta vez la mujer le niega su conjuro. ¿Sería por simple malicia femenina? ¿O habría alguna cuenta pendiente entre ellos? Nunca lo sabremos. Allí se quedó Eric Roberts, con su última palabra en la boca antes de que la oscuridad le cubriera el rostro. Frente a esta escena siempre se me aparece la pregunta: ¿Qué nos quedaría por decir ante esa oportunidad en la cual debemos pronunciar nuestras últimas palabras? ¿Qué diríamos?: “Cada pequeña llave abre una puerta, cada pequeño secreto esconde una mentira. Aunque intentes sacarle una foto al Sol aún así no lograrás ver la luz. Cada pequeña palabra que sale de tus labios hace un pequeño corte por donde se me escapa la sangre. Cada pequeña gota de sangre es un beso que no me perdería por nada del mundo”.

Finalmente la otra encapuchada, una mujer no muy agraciada, logra quedarse con la recompensa de una intriga que demandó tantos elementos. Su vestimenta blanca, el ramito de flores, y un cura que los recibe a escondidas le desencajan el rostro a un sorprendido resucitado. Y es que al rescatar a un hombre del borde mismo de la muerte, esa mujer no muy bonita se aseguraba un marido. La expresión de la cara de Chris en ese momento parece decirlo todo: “Ya me había hecho a la idea de estar muerto”. A fin de cuentas, tan sólo ha cambiado el tipo de nudo que lo estrangulará el resto de sus días: “Cada uno de mis sentimientos me dice que esto va a terminar en un corazón roto en pequeños pedazos, y ya sabes que yo necesito eso tanto como un agujero en medio de la cabeza”.  Gracias estimado Chris Cornell por tu voz, que perdurará por siempre en tus canciones. Que tu alma descanse en paz. ¡Feliz Deprimartes!

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