Deprimartes nostálgico.
¿Qué les parece si, para conocernos un poco,
tomamos algo en el Bar del Purgatorio? Les invito un trago, que aunque yo sea
abstemio, estoy seguro de que mirando a la gente del lugar voy a encontrar algo
con que entretener mi espíritu. Así lo hizo el maestro canadiense Leonard
Cohen, el gran poeta de la voz grave, y parece que no la pasó nada mal en el
lugar: “Estamos bebiendo y bailando, y la banda
toca de maravillas, y la sabiduría que te da el whisky Johnny Walker está en
todo su esplendor. Y la chica que me acompaña, es el Ángel de la Compasión,
porque se frota a todo el que ve contra sus calzas. Y todos los borrachos y
todos los que bailan le agradecen con una sonrisa, mientras que un violinista
le arranca sonidos sublimes a su instrumento. Y todas las mujeres juegan a quitarse
la blusa mientras los hombres bailan una polka, y es una danza en la cual se
intercambian las parejas. Y cuando el violín deja de sonar todo se vuelve un
infierno, porque eso significa que ya es hora de cerrar”. A mí me suena como un lugar animado. Hasta parece
que en el lugar pueden conseguirse otro tipo de sustancias, a parte del alcohol:
“Estamos solos y nos sentimos románticos, la bebida
sabe a mezclada con ácido lisérgico; porque veo al Espíritu Santo, que está
pidiendo a gritos que le traigan el churrasco que ordenó hace un rato. Y la Luna
está nadando desnuda en esta fragante noche de verano, dejándonos un poderoso sentimiento
de liberación”.
Es obvio que también está la posibilidad de tener
una aventura con alguien, según entiendo luego de escuchar esta poética
descripción de una caza furtiva seguida de un orgasmo: “Así
que luchamos y nos tambaleamos, subiendo por las escaleras y cayendo por las serpientes,
hasta la torre donde repican nuestros momentos más felices. Y lo juro, pasó así
de rápido, un suspiro, un llanto, un beso furibundo, y las puertas del amor se
entreabrieron sólo una pulgada. Desgraciadamente, parece que no va a pasar mucho
más hasta que se haga la hora de cierre”. Parece una gran invitación de
mi parte, un hermoso lugar pintado en blanco y negro, donde tomar algo, bailar
y tener la chance de ligar, a no ser porque en este bar sólo vale la pena el
sentimiento de nostalgia que nos queda cuando todo se acabó. Quedarse
melancólico parece ser la única cosa valedera aquí:
“Te amé por tu belleza, pero eso no significa
que yo sea un idiota: tú te dejaste amar también porque sabías lo bella que eras.
Y te amé por tu cuerpo, pero hay una voz que me suena igual a la voz de Dios,
diciéndome… Diciéndome… Diciéndome que tu cuerpo y tu alma son exactamente lo
mismo”.
Así quedan las cosas, pues. ¿Quién no se
topó con un amorío fugaz en su vida? Vale más en nuestra memoria el recuerdo de
esa pasión que se agiganta cada día, que el breve suspiro que nos duró en la
boca y en la piel: “Te amé cuando nuestro amor era
algo sagrado, y te amo ahora que ya de ese amor no me queda nada más que
tristeza y una sensación de tiempo que me sobra. Y te extraño desde que nuestro
lugar se volvió una ruina, y ya no me importa nada de lo que vaya a pasar de
ahora en más... Y te extraño desde que nuestro lugar se volvió una ruina por
culpa de los vientos de cambio y de la semilla de nuestro sexo... Y aunque este
sentimiento tenga la apariencia de la libertad, se siente como la muerte misma…
Debe ser una mezcla de ambas cosas, supongo”.
Y ahí se queda el señor Cohen, con esa
mirada extraviada de viejo que ha perdido mil batallas –la mayoría por simples
errores de cálculo o por tonterías-, y con esa última y hermosa sonrisa que
tenemos todos aquellos que atesoramos como una perla cada pequeña alegría que
nos deja el recordar nuestras historias y fracasos. Significa que, en
definitiva, simplemente hemos vivido: “Estamos
bebiendo y bailando, y la verdad es que no pasa nada, este bar está tan muerto
como el Paraíso un sábado por la noche. Y mi querida compañera sigue manteniendo
a todos de buen humor, ella pesa cien kilos, pero aun así usa ropa ajustada.
Así que levanto mi vaso y brindo en honor a la Horrenda Verdad, esa de la cual
no se puede hablar a los jóvenes, salvo para decirles que todo importa un comino.
Y todo el lugar se vuelve loco, dos veces, una por el diablo y otra por Cristo,
pero al dueño del bar no le gusta el alboroto, así que creo que nuestra velada se
arruinó. Justo en el momento más brillante de la noche se hizo la hora de
cerrar”. ¡Salud! Hasta el próximo
Deprimartes!
"Justo en el mejor momento de la noche, llego la hora de cerrar"... grandioso. El poeta del pesimismo con voz de bajo siempre está disponible para dar por tierra con nuestro optimismo.
ResponderBorrar(Como un dato al margen para quien le interese el tema de la voz vale destacar que es uno de los pocos tipos con registro de "bajo" en la música popular,ya que la mayoría de los cantantes masculinos son tenores y barítonos. Leonard es realmente grave... y si no me creen, muchachos, intenten cantar Everybody knows en su tonalidad original)
Un fuerte abrazo, señor Murray.
Iván Campos
Gracias por el comentario. Soy músico, y he intentado cantar "Everybody Knows" en el tono original... y es casi imposible. Te demanda tanto aire que te deja al borde del desmayo, jajaja. Más allá de todo esto, no encuentro en el rock una voz con un timbre tan sincero como para cantar estas poesías urbanas. Se ve que el tono grave le queda a tono con la gravedad de las cosas.
ResponderBorrarSin duda, a el le queda tan natural ese tono como los sombreros que usa. Incluso a su edad puede cantar "Everybody knows" casi, casi como hace mas de veinte años. (Creo que el tema es del 88)
BorrarComo comentario al margen, Kevin Johansen (otro tipo con registro de bajo que no se si sera de tu agrado)interpreta Everybody knows.
Me permito compartir estos dos enlaces:
1- Aca Johansen esta en vivo, en la radio:
http://www.youtube.com/watch?v=mgpeHFm8dMs
2- En esta versión de su ultimo disco, mete arreglos de tango, y escucha el final:
http://www.youtube.com/watch?v=7El0W-sLB9I
Un saludo. Odio publicar como "anónimo", pero ya descubriré la forma de aparecer como se debe.
Iván campos
Bello. Amores que se escurren como arena entre los dedos... Sisi, amores. Quién no se enamoró en un colectivo, en el tren, en un bar? Quién no estuvo enamorado horas, minutos... segundos?? Esta canción refleja con las mas bellas metáforas y un simplismo que mete susto el sinfin de posibilidades a la hora del amor furtivo, fugaz, prohibido, imposible, endeble. Luego analizamos, sesudamente, las condiciones de la persona. Acá habla de 100 kilos por caso; pero en ese momento sublime en que nuestro corazón genera ruidos uniformes y repetitivos como describe Poe en El Corazón Delator, a quién le importan esas cosas? Sólo al dueño del bar que nos hecha porque no le gusta el alboroto. El dueño del bar a veces es el dueño de la casa a la que le abollamos el frente, otras veces un amigo impaciente (o envidioso), en ocasiones, la policía... y muchas veces nosotros mismos, nuestro inconsciente, que sabe que esa historia será mas bella que ninguna solamente si dura poco. Nuestro inconsciente es el dueño del bar. Y nosotros queremos continuar viviendo ese momento eternamente... "pero al dueño del bar no le gusta el alboroto".
ResponderBorrarAplausos para usted, sir Murray. Gran Deprimartes.
El video y la canción es una amenaza hacia a los ILLUMINATIS y demás logias. NO FLASHEEEEEN
ResponderBorrarOk, gracias por tu comentario... Mándale saludos a Tsoukalos.
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