martes, 28 de septiembre de 2021

Capítulo 291: “Everybody's Talkin'”. Harry Nilsson. (1968)

 



Deprimartes parlanchín:

 

Hace un cierto tiempo inventé un juego. Consiste en anotar una palabra cualquiera en un papel, luego visitar la portada de Wikipedia, y dar click en la opción “Página aleatoria”. Desde ese resultado se irá clickeando solamente en los enlaces hasta lograr dar con la palabra anotada previamente. Quien logra conectar la página aleatoria con la palabra elegida usando la menor cantidad de enlaces, gana… Ok, les juro por todas las deidades que es bastante más divertido de lo que suena; y ocurre que este juego (al que llamé humildemente el “Magistral Murray”) utiliza una mecánica muy similar a la que sostiene la idea de los seis grados de separación. Según esta teoría, todas las personas del mundo estamos interconectadas por no más de cinco o seis conocidos en común; y es conocida en su versión más popular: aquella que sostiene que todos los actores estamos a tan sólo seis grados de Kevin Bacon. Puedo demostrarlo con mi propia persona: yo, que soy actor, conozco a mi buena amiga la artista Johanna Dragone, quien me llevó a un taller de meditación en el que también estaba su amiga la cantante Militta Bora, quien fue pareja del actor norteamericano John Cusack, que trabajó en la película “Being John Malkovich” con Sean Penn, quien finalmente actuó en el filme “Mystic River” con… ¡TA-DAH! Kevin Bacon. Así es, casi que somos familia con Kevin. Pero, ¿y por qué estoy hablando de eso? Ocurre que hay un músico que por alguna extraña razón está relacionado con las más grandes leyendas del Rock. Todos se conectan de una u otra manera con Harry Nilsson, un gran vocalista con una voz de tres octavas y media que le permitía sonar como un ángel; pero en este caso es un ángel que no le da importancia a quienes le rodean: “Todo el mundo me está hablando y yo no escucho ni una palabra de lo que dicen, tan sólo oigo los ecos de mi propia mente. La gente se detiene a mirarme pero yo no puedo ver sus rostros, tan sólo veo las sombras de sus ojos”.

 

Es increíble que un cantante tan exitoso como lo fue Harry Nilsson prácticamente no haya hecho presentaciones en vivo, pero él se sentía mucho más a gusto en el estudio de grabación, componiendo melodías para programas infantiles o para otros artistas. Esporádicamente grababa bajo el seudónimo de “Nilsson”, a secas, y eso hacía que muchos creyeran que se trataba de un grupo. El éxito le llegó cuando la presente canción fue incluida en la película de culto “Midnight Cowboy” con Dustin Hoffman y Jon Voight. Allí su nombre comenzó a ser reconocido, y de hecho cuando a los mismísimos Beatles les preguntaron cuál era su banda norteamericana preferida respondieron que era Nilsson. Esto hizo que rápidamente Harry se convirtiera en un gran amigo de ellos, lo cual lo llevó a formar parte del infame club “Hollywood Vampires”, una grupo fraternal de súper estrellas del Rock en el que tan solo se reunían a ver quién bebía más alcohol en toda la noche. Y allí los lazos del buen Harry se volvieron exponenciales, porque se la pasaba de borrachera en borrachera con nombres como Alice Cooper, el baterista Keith Moon de The Who, Mickey Dolenz de The Monkees, y los Beatles Ringo Starr y John Lennon; quien llegó a considerarlo uno de sus mejores amigos y hasta le produjo un álbum. No era raro cruzarse en este club de alcohólicos con gente como Keith Emerson, Brian Wilson, Marc Bolan o Iggy Pop. Harry, entre todos ellos, supo cosechar grandes amistades que sabían que él era un tipo frontal y agradable: “Voy adonde el sol siga brillando a través de la lluvia, voy allí donde el clima haga juego con mi ropa”.

 

Para terminar de ilustrar este curioso círculo en el que todo el mundo parece relacionarse con Nilsson vale esta conocida anécdota. Harry tenía un departamente en Londres, y como él pasaba mucho tiempo en norteamérica era muy común que en su ausencia se lo prestara a músicos amigos para pasar una noche. Éste fue el mismo departamento en el que fallecieron dos leyendas del Rock, con tan sólo cuatro años de diferencia. La líder de The Mamas And The Papas, Cass Elliot, falleció a los 32 años de un paro cardíaco en la cama en la que solía dormir Harry. Y esa misma edad era la que tenía Keith Moon cuando murió de una sobredosis en el mismo dormitorio. ¿Casualidad?... La muerte siguió afectando a Harry, ya que él quedaría devastado debido a la muerte de su gran amigo John Lennon, con quien habían pasado tantas noches de parranda durante el famoso “Fin de semana perdido” de John. Luego de su asesinato, Nilsson se dedicó fervientemente a hacer campañas sobre el control de armas en Estados Unidos: “Aprovecho los vientos del nordeste, navego sobre la brisa veraniega. Voy saltando como una piedra que se lanza sobre el agua”. Habiendo vivido una juventud plena, llena de amigos entrañables y de eternas aventuras nocturnas, un infarto lo sorprendió y la muerte se lo llevó muy joven, a los 52 años. Su corazón no soportó tantas noches de parranda y finalmente le pasó factura. Como una última broma del destino, falleció el mismo día en que concluyó de grabar las voces del que sería su álbum póstumo. En él puede notarse que aún en sus últimos días conservó su voz de ruiseñor: “No dejaré que te olvides de mi amor. No te dejaré partir”. ¡Feliz Deprimartes!

 

 https://www.youtube.com/watch?v=agMPGvcPQzg





martes, 21 de septiembre de 2021

Capítulo 290: “Black Water”. The Doobie Brothers. (1972)

 



Deprimartes navegable:

 

La cultura humana parece siempre haber prosperado a la vera de un gran río. La historia nos da ejemplos de sobra: tenemos a las civilizaciones de la Antigua Mesopotamia floreciendo a orillas del Tigris y del Éufrates; a los faraones egipcios construyendo pirámides a la vista del Nilo; y también a los chinos, cuya milenaria historia hunde sus raíces en el barro del río Amarillo. Así también ocurre con el Rock. Sus antepasados inmediatos, el Jazz y el Blues, nacieron cobijados por el abrazo de un enorme y poderoso río, uno tan grande que logra partir a un subcontinente en dos mitades. Estas vertientes musicales tienen su esencia en las desventuras del pueblo afroamericano del delta del Mississippi, un caudaloso río con incontables afluentes. Cerca de su desembocadura está la ciudad de New Orleans, una antigua colonia francesa que funcionaba como puerto para el comercio de esclavos traidos desde el África; y que con el tiempo se volvió un centro comercial muy cosmopolita. Recibió masas de visitantes de muy distintos orígenes, y la interacción de esta gente hizo que de esa extraña mezcolanza de idiosincracias surgieran nuevas ideas musicales que llegarían a conquistar el mundo moderno, pero que nunca olvidarían sus orígenes: “Bueno, pues me construi una balsa y está lista para navegar. El viejo Mississippi está llamándome. Los bagres chapotean en el agua mientras la rueda del barco a vapor continúa golpeando, el Black Water sigue rodando como siempre lo hizo”.

 

Esta húmeda geografía es tan vital para la historia norteamericana que allí es donde se ubican las aventuras de los clásicos de Mark Twain, con personajes como Tom Sawyer, y Huckleberry Finn. En ellas el cauce del río es transitado por los afamados vapores de ruedas, esos pantagruélicos barcos movidos por una enorme rueda con palas ubicada en su popa. Ya el Rock le había hecho un claro homenaje a esta postal sureña con la canción “Proud Mary” de Creedence Clearwater Revival, que refiere a un buque de ese nombre; y ahora estamos ante la historia de otro piróscafo de ensueño, uno llamado “Agua Negra”: “Vieja Black Water, continúa rodando. Luna del Mississippi, ¿continuarás brillando sobre mí? Sí, continúa brillando con tu luz, harás que todo esté bien, belleza. Harás que todo esté bien”. Cantándole a estos barcos legendarios aquí tenemos a The Doobie Brothers, que al igual que CCR hicieron Rock pero abrevaron en corrientes musicales bien campiranas como el Country y el Folk. También incursionaron con mucho éxito en el Hard Rock, en el Soul, y hasta en el Funk bailable, como lo dejaron bien en claro con sus muy recordados temas “Listen To The Music” y “Long Train Runnin’”. Finalmente la década de los ’80 pareció tomarlos desprevenidos y no supieron adaptarse a la era de los sintetizadores, aunque hasta el día de la fecha cuentan con una enorme base de fanáticos en todo el mundo.

 

“Y no tengo ninguna preocupación, porque no tengo ningún tipo de prisa”. El líder de la banda siempre ha sido el bigotudo Tom Johnston, pero en esta canción la voz está a cargo de su compositor, Patrick Simmons. Un buen día Pat estaba esperando su turno de grabar mientras sus compañeros hacían  su parte en el estudio de grabación. El aburrimiento le ganó la partida, y entonces comenzó a dibujar un riff con su guitarra, el que repetía una y otra vez; hasta que ya no pudo sacárselo de la cabeza. El productor de la banda lo escuchó fortuitamente y le pareció tan bueno ese fraseo que le encomendó que continuara con él hasta convertirlo en una canción. Y ese riff casual terminó por convertirse en las primeras notas de una canción que llegaría al tope de las listas. Lo que comienza como una suave melodía con agradables armonías vocales luego gana fuerza con un vigoroso ritmo, y hasta se da el lujo de presentar una sección a cappella con la que siempre han hecho las delicias del público al tocarla en vivo: “Y si comienza a llover no me importará, porque eso no cambia absolutamente nada para mí. Tan solo tomaré el tranvía que lleva al centro de la ciudad. Sí, me gustaría escuchar un poco de buen jazz y bailar esa música de burdeles, e invitar una ronda de bebidas a todo el mundo”. Sin duda aquí Simmons está describiendo una típica noche de Nueva Orleans, pletórica de colorida diversión y de morenos bailando febrilmente al compás de esa música por la cual unas décadas más tarde Jack Kerouac y Neal Cassady perderían la cabeza: “Belleza, tómame de la mano, vas a bailar conmigo toda la noche”. ¡Feliz Deprimartes!


https://www.youtube.com/watch?v=m4oZCtfmh44




martes, 7 de septiembre de 2021

Capítulo 289: “Sahara Night”. F. R. David. (1986)

 



Deprimartes desértico:

 

Hace poco leí sobre Bir Tawil, una porción de desierto en la frontera entre Egipto y Sudán de unos 2.000 km2, y que es uno de los poquísimos lugares de la Tierra que absolutamente ninguna nación reclama como propio. Allí no hay más que un mar de dunas de arena y un par de estribaciones rocosas calcinadas por el sol del Sahara. El clima es muy hostil y los recursos son inexistentes, nadie vaga por allí a excepción de algunos eventuales pastores trashumantes. No es de extrañarse que nadie quiera esa parcela yerma, ya que es sólo una ínfima fracción del mayor desierto del mundo; un lugar en el que no sólo la vida muere, sino que también lo hace la imaginación: “Espíritu de las arenas en una vasta tierra vacía a la que nadie pertenece. Cuando el azul se vuelve oscuro a medida que la luz fallece entre la luna y el sol. En los campos desérticos la fiebre es tan alta que me dan ganas de gritar. Es de noche en el Sahara”. Si bien hablamos de un lugar en que la presencia humana es casi nula, aún así es posible cruzarse con alguna caravana de tuaregs con sus dromedarios, yendo a visitar las tiendas lejanas de los habitantes esporádicos de algún oasis. Todos esos pueblos tienen culturas milenarias, y ceremonias ancestrales, como la de beber té hirviendo bajo los 45ºC del Sahara y con un turbante puesto en la cabeza. Evidentemente es gente que resiste muy bien el calor. De hecho, según los bereberes hay que tomar tres tés a lo largo del día: el primero debe ser bien amargo, para simbolizar los sinsabores de la vida, el segundo será muy dulce, para homenajear el amor, y el tercero será suave, como anhelan que sea la llegada de la muerte.

 

“Escucha el viento, está trayendo a tus oídos una música muy lejana. Tal vez puedas escuchar los sonidos de una danza tribal que llega desde las alturas”. Y aún en los más áridos paisajes desérticos florece de tanto en tanto algún artista talentoso, como es el caso del músico tunecino Elli Robert Fitoussi, más conocido en occidente por su seudónimo artístico: F. R. David. Su calidad como sesionista era tal que llegó a tocar en las giras del genial tecladista griego Vangelis, pero David dejó repentinamente las sombras cuando logró en solitario un inesperado éxito mundial con su tema “Words” de 1982. La inoxidable base electrónica de esta canción se ha vuelto uno de los sonidos más representativos de la era del Synth pop. Aparte de lograr un éxito comercial, es evidente que guardaba un cierto gusto por la poesía; tal como lo evidencian las imágenes que utiliza en esta letra para describir las revelaciones que le trajo la noche africana: “Y las estrellas me revelan el horrendo misterio del espacio, con toda su carga de miedo. Ahora puedo darme cuenta de cómo todo eso me ha influido”.

 

Al comienzo de este video promocional encontramos a F. R. David bebiendo un invaluable vaso de agua en un pueblito perdido en el interior de su Túnez natal, mientras recuerda su desventura de una noche en el desierto… ¿O se trató tal vez un espejismo?: “Amo observar el cielo sonriéndole a las estrellas mientras estoy tirado en la arena. La brisa es tan agradable que desearía que nunca dejara de traerme esta calma". Al bueno de David se le ocurre perderse entre las dunas mientras viste un sobretodo, y entonces se le suceden imágenes confusas y coloridas que no siempre responden a la lógica. Comienza a ver gente muy elegante que desaparece y reaparece, pero ahora caminan hacia atrás. Se ven flamear extraños espejos clavados en la arena, que recuerdan muy vagamente a Kubrik. Un perfil femenino exótico y bello lo persigue, como si él fuese el único habitante de una fata morgana. Todo esto culmina con los pueblos nómades uniéndose en el desierto entre banderas y antorchas, mientras suena de fondo un coro de letras “O” que con su sonido gutural le da forma a uno de los estribillos más agradables que yo recuerde. La noche en medio del desierto dorado termina convertida en una fiesta multicolor: “Oh, la noche en el Sahara. Me hace sentir, me hace sentir tan bien”. ¡Feliz Deprimartes!

 

https://www.youtube.com/watch?v=-79QkV2ROb8