martes, 26 de febrero de 2019

Capítulo 208: “Repetition”. Information Society. (1989)




Deprimartes reiterativo:

“Estoy volviendo a ti, justo como hice antes. Fui un chico solitario desde que me fui de nuestra casa. Si hay una vida para nosotros dos juntos, no lo sé; pero lo que sí sé es que no puedo continuar viviendo así. Todo ese tiempo que pasé solo ya no tiene nada más que darme, es sólo una repetición. Así que estoy volviendo a ti. Repetición, lo único que sé hacer”. Es increíble cómo esta letra tan simple describe de una manera vívida ese proceso que de tan naturalizado que tenemos apenas sí lo registramos. Una y otra vez nos dedicamos a tropezar con la misma piedra, como si fuéramos un Sísifo moderno; como si reventarnos los pies contra ese adoquín constituyera el significado supremo de nuestra existencia. Eso se llama círculo vicioso, y cuando se trata de amor, caemos en ese rosario de errores casi con orgullo, alardeando de ello como si se tratara de una medalla al valor que adorna nuestro pecho: “Estoy volviendo a ti, esta vez para quedarme. Si hay algo que aprendí es que no puedo estar alejado de ti”.

Information Society es una banda cuya mayor significación en la memoria colectiva ha sido la de represetar la respuesta americana a las bandas electrónicas que llegaban desde Europa, como Depeche Mode, Alphaville, Erasure, o Pet Shop Boys. Es por eso que aún hoy conserva una base de admiradores bastante nutrida. Paul Robb en teclados y James Cassidy en el bajo aportaban la base para la voz de Kurt Harland, quien solía entrar al escenario andando sobre rollers sólo para hacer enojar a sus compañeros de equipo. En el videoclip de esta canción se los ve jugueteando con restos de electrodomésticos en medio de un rincón urbano de casas derruidas. Cosas rotas por doquier le aportan un panorama bastante desolador a esa supuesta vida que nos toca vivir cuando salimos del círculo vicioso al que ahora queremos volver. Más vale malo conocido… : “La vida que llevé por mi cuenta ya no tiene un lugar para que la viva”. Salir de lo conocido es aventurarse a la nada misma, y si no tenemos una mentalidad abierta como para convertir los despojos que encontramos en algo útil a nuestra vida, será como habernos ido a vagar por el desierto y volver sin haber aprendido nada de nosotros mismos.

A veces nuestro falso optimismo nos lleva a fantasear con ensoñaciones de un regreso glorioso coronado por un futuro mejor. Pero si hay algo que es bien consabido es que es imposible esperar resultados distintos si repetimos una y otra vez el mismo proceso: “Y todavía puedo imaginar cómo vas a abrazarme, de la misma manera en que una enorme ola rompe en cámara lenta”. Tal vez la próxima vez no haya ningún abrazo esperando nuestro retorno. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 19 de febrero de 2019

Capítulo 207: “Hurdy Gurdy Man”. Donovan. (1968)



Deprimartes armónico:

Nacido en Escocia, Donovan Leicht decidió prescindir de su apellido a la hora de encontrar un nombre artístico. Contemporáneo de Bob Dylan, se vio profundamente infuenciado por el gran poeta del Folk –están registrados en video algunos de sus encuentros, en los cuales Dylan halaga las canciones del británico-, y al igual que él, Donovan también fue virando hacia un sonido más eléctrico a medida que la década dorada de los ’60 avanzaba. Pero a diferencia de Bob, el cantautor escocés fue convirtiéndose en una suerte de símbolo del Flower Power y el hippismo reinante en esos años. Un buen amigo de The Beatles, se sabe que llegó a colaborar con algún que otro verso en la letra de la canción “Yellow Submarine”, y coincidió con los Fab Four en su visita a la India allá por principios de 1968. En el ashram del Maharishi Mahesh Yogui, Donovan les enseñó a Lennon y McCartney el arte del arpegio, que es la técnica de tocar las cuerdas de la guitarra con cada dedo de la mano ejecutora como quien toca un arpa, en lugar de usar un pelctro. Esto hace que el instrumento logre una sonoridad imposible de alcanzar sólo rasgueando o punteando, lo cual convierte a ésta técnica en algo ideal a la hora de resaltar la letra de aquello que se canta: “Lanzado como una estrella en mi vasto sueño abro los ojos sólo para espiar un poco, y termino encontrando que estoy en el mar observando todo con tranquilidad. Fue entonces cuando apareció el hombre de la zamfoña cantando canciones de amor”.

La zamfoña de la que habla esta canción, también llamada zamfona (conocida en los países anglófonos como hurdy gurdy), es un instrumento casi desconocido por estas pampas; pero es esencial en la música folklórica de Europa. La forma más cercana de describirla para aquel que no la ha visto jamás sería decir que se trata de una suerte de violín accionado por una manivela. Se ejecuta presionando unas teclas que dan la nota que resonará en una cuerda frotada no por un arco, como en el violín, sino por una rueda con resina que gira gracias a la manivela. Otras cuerdas vibran por simpatía, y otras más vibran sosteniendo una única nota; es por eso que su sonido puede llegar a resultar familiar al que se logra al tocar una gaita. Esto le da a su sonido un innegable aire celta, elegante y ceremonial. No sería tan difícil imaginar a un bardo de antaño acompañándose con este instrumento para cantarle al destino de todas las cosas: “Historias de eras pasadas convocan sombras ignorantes a través de toda la eternidad y son el llanto de toda la humanidad. Aquí es cuando aparece el hombre de la zamfoña cantando canciones de amor”.


Donovan terminó por ser nombrado por el Maharishi como Gran Maestro en Meditación Trascendental. Los ideales artísticos de su mente abierta le traían ensoñaciones en las cuales un hombre con su zamfoña canta canciones redentoras para todo aquel que quiera escucharlas. Es la Era de Acuario, el Amor Libre ha llegado para quedarse: “Y con su zamfoña se ponía a cantar. Aquí viene también su amigo regordete cantando canciones de amor. El regordete se balancea y nunca se cae mientras va cantando canciones de amor”. Hermosa poesía hecha canción, sólo los corazones bucólicos son capaces de estas hazañas líricas. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 12 de febrero de 2019

Capítulo 206: “Be-Bop-A-Lula”. Gene Vincent. (1956)




Deprimartes pionero:

Gene Vincent pertenece a esa primera generación de rockeros que hoy consideramos los adelantados de este género. Fueron los que a mediados de la década del ’50 irrumpieron con un manojo de canciones que se cantaban, se tocaban, y principalmente se bailaban de una forma provocativa. La idea era contagiar todo el tiempo una actitud de rebeldía hacia todo lo que impusiera la sociedad y hacia cualquier imagen de autoridad, especialmente esa que representaba la figura de los padres. Era la época en la que el Rock aún no se llamaba así, sino que tenía un nombre más elaborado. Hoy todos recordamos ese tipo de sonido como Rockabilly: “Bien, pues, ella es la chica con los jeans rojos, ella es la Reina de las adolescentes. Ella es la chica que sé que me ama como sólo ella sabe”. Como recordatorio de que tanto el Jazz, el Blues y el Country estuvieron entre los componentes de su origen, en el Rockabilly aún reina el contrabajo. El bajo eléctrico no sería adoptado plenamente sino hasta un par de años después. La batería raramente tenía más de dos tambores, y también es interesante notar cómo el arte del solo de guitarra apenas sí se estaba desarrollando. Con un sonido crudo ya que los pedales de efectos aún eran prácticamente inexistentes, el guitarrista principal, generalmente un sesionista que venía del complejo mundo jazzero; encontraba particularmente difícil adaptarse a la sencillez de este nuevo ritmo.

Otro rasgo particular de esta era primigenia del Rock es que por lo general las letras no dicen prácticamente nada importante. Casi siempre están orientadas a describir superficialmente la algarabía adolescente y la atracción sexual que pudiera provocar una eventual pareja de baile: “Ella es Be-bop-a-Lula, ella es mi nena. Be-bop-a-Lula, y no quiero dejar dudas al respecto. Be-bop-a-Lula, ella es mi muñequita. ¡A rockear!”.

Pero había otra cosa que las estrellas del Rockabilly tenían en común. Los perseguía la tragedia. Si bien Gene Vincent no vivió mucho (murió a los 36 años víctima de una úlcera de estómago), estuvo en este mundo lo suficiente como para ver cómo la misma música que lo llevó al éxito también desaparecía gracias a las desgracias sufridas por quienes integraron esa primera avanzada del Rock. El propio Vincent viajaba en el mismo auto en el que se mató Eddie Cochran, y también era amigo personal de Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, los que perdieron la vida cuando su avión se estrelló en el incidente conocido como “El día que murió la música”. También vio cómo Carl Perkins se alejaba de los escenarios en la cima de su éxito al terminar internado con una fractura de cráneo luego de otro accidente de autos, y vio cómo a Elvis se lo llevaba el ejército, cómo Jerry Lee Lewis perdía su carrera por estar casado con su primita de 13 años, cómo se apagaba la luminaria de Bill Halley debido a sus problemas con el alcohol, cómo Johnny Burnette moría ahogado, y cómo Chuck Berry terminaba en prisión. Ninguno de ellos –salvo Elvis- pudo perdurar más allá del cambio de década. Era como si un destino oscuro les estuviera reservado a aquellos que quisieron rebelarse contra lo establecido. “Bien, ella es la que ahora tiene todo el ritmo, ella es la mujer con los pies que vuelan. Ella es la que camina por la tienda y consigue todo lo que quiere”. Al menos, antes de desaparecer, pudieron ver cómo todo lo que hicieron ayudó a poner en movimiento algo mucho mayor que ellos mismos. Nada más ni nada menos que la Cultura Rock. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 5 de febrero de 2019

Capítulo 205: “Raspberry Beret”. Prince. (1985)




Deprimartes sobrecargado:

Si considero que para esta altura ya le he vendido la esencia de mis Deprimartes al Diablo es porque me había perjurado no abarcar la obra de artistas que por una u otra razón me disgustaran profundamente…Y aquí estoy… De ahora en más también me abocaré a la espantosa tarea de escribir sobre músicos que aborrezco, y esto se debe a que a pesar de todo, siempre se logra encontrar algo que nos guste; aún en el corazón de aquello que más detestamos... Hoy me toca escribir sobre Prince. Sí. Odio a Prince. Jamás me cayó bien. Personalmente creo que es un músico sobrevalorado (como muestra permítaseme decir que su tema compuesto para la película Batman me genera lisa y llanamente vergüenza ajena), y para colmo de males su nivel de pedantería siempre me pareció estratosférico. Con sólo mencionar que  este buen señor pretendió que se lo llamara con un símbolo en lugar de su nombre… En fin… Y, lo dicho, aún así se pueden hallar en el repertorio de cualquier artista pequeñas joyas como ésta: “Estaba trabajando en un local de baratijas, y mi jefe era el Señor McGee. Me dijo varias veces que no le gustaban los tipos de mi clase, porque él decía que yo era un poco haragán. Tal parece que ese día yo estaba ocupado haciendo algo muy parecido a la nada misma, pero distinto de lo que había estado haciendo el día anterior; y allí fue que la vi. Oh, sí; vaya que la vi cuando entró por la puerta. Ella tenía puesta una boina color frambuesa, de esas que se encuentran en una tienda de segunda mano. Una boina color frambuesa, y si hiciera calor seguro no llevaría puesto mucho más… Creo que la amo”.

La dudosa calidad de las animaciones, el vestuario estridente, y algunos efectos visuales bastante primitivos hacen que el videoclip de este tema tenga una estética tan recargada de colores que resulta casi agresivo a la vista. Pero se trata de algo buscado. Como ejemplo de esta intencionalidad, aquí tenemos la vestimenta de Prince; que es del mismo color que el fondo sobre el que se sobreimprimen las animaciones. Esto en cualquier otra situación sería considerado un inconveniente técnico, ya que se trata de un error de croma; pero no aquí. Aquí con todo eso se intenta llegar a una estética kitsch, tan propia de la década de los ’80.  El Kitsch como concepto artístico consiste en dejar de lado cualquier tipo de ética en pos de conseguir una estética que le resulte agradable a la mayor cantidad de espectadores. Traducido: es una oda al mal gusto, pero con cierto criterio. Es una mujer gritando; “¡mírenme, soy hermosa!”, cuando en realidad ya es una señora entrada en años y con demasiado maquillaje: “Así como estaba tuvo el coraje de preguntarme si yo planeaba hacerle daño. Así que la senté detrás mío en mi motocicleta y la llevé a dar una vuelta hasta la granja del viejo Johnson. Le dije que los días lluviosos no me excitaban, pero había algo particular en la forma en que las nubes se mezclaban con ella. Ella no parecía ser muy lista, pero puedo decir que cuando me besó me di cuenta de que ella podría conseguir lo que quisiera. La lluvia suena tan bien cuando golpea el techo del granero, mientras los caballos se preguntan quién eres tú. El sonido del trueno ahoga lo que el relámpago deja al descubierto, y tú te sientes como una estrella de película”.

Más allá del rechazo que me genera su imagen, hay que saber darle al César lo que es del César: le reconozco que fue prácticamente el único artista negro que durante los años ochenta no cayó en el cliché de hacer Rap o Hip-hop. Supo fusionar con éxito y mucho criterio el Funk y el Rhythm & Blues con el uso de sintetizadores, y tal vez por eso es que no son pocos los que lo consideran uno de los artistas más influyentes de la historia. De hecho, el que esta canción tuviese un marcado estilo Pop y que contara con un estupendo arreglo de cuerdas hizo que este tema fuera mucho más amigable para el público que aún no conocía a este artista tan excéntrico. Es bien sabido que en sus primeros discos Prince cantaba letras que contenían referencias sexuales muy explícitas, pero en este caso decidió contarnos casi de manera poética un primer encuentro amoroso con la señorita de la boina vistosa: “Dicen que la primera vez no es la mejor, pero te digo que si tuviera la oportunidad de hacerlo todo otra vez no cambiaría ni el más mínimo detalle; porque me siento como el mejor hombre del mundo cuando estoy con una chica así de fina”. Cuando dejamos de ser niños y pasamos a convertirnos en muchachos, todos hemos tenido un encuentro con alguna chica que nos hizo sentir el mejor hombre del mundo y nos dejó preguntándonos para siempre cosas como: “¿Adónde se han ido todas las mujeres color frambuesa?”. ¡Feliz Deprimartes!