martes, 31 de diciembre de 2019

"El ascenso y la caída del Deprimartes y las arañas de Marte”.


Fin de un nuevo ciclo de los Deprimartes, el quinto ya, y no ha sido un esfuerzo menor. De hecho, lo fue más que nunca, ya que me di a la tarea de abarcar la obra no sólo de artistas sobre los que aún no había escrito; sino que también tuve que incluir a solistas y bandas cuya producción nunca me resultó demasiado simpática.

Y así fue como este año revisioné canciones de músicos que por una u otra razón jamás me habían resultado agradables, como lo son Prince, Imagine Dragons, The Monkees, The Killers, Garbage, Roxette, Tina Turner, No Doubt, Eminem, Bon Jovi, y otros. Sí, sé que entre estos artistas hay algunos nombres por los que más de una persona me invitaría a batirme a duelo, pero los gustos son justamente eso: gustos, y no es pertinente sentirse culpable por ellos.

Aún así, ahora que tuve que dedicarles tiempo en mis oídos, más de uno de estos músicos me ha sorprendido. Para bien y para mal. Y otros más me siguen resultando totalmente irrelevantes. Pero para mi beneplácito todavía quedan otros cincuenta nombres que se han quedado afuera de toda selección; y es por eso que con gusto anuncio que habrá una SEXTA TEMPORADA de los Deprimartes. ¿Cuándo? Por supuesto que no lo sé. Resta hacer el mismo trabajo: investigar, traducir, elegir, reflexionar. Tomará un tiempo prudente, pero mi idea sería poder arrancar con este nuevo ciclo de cincuenta canciones en algún momento del año 2020.

Que sea hasta la década que viene entonces, en dónde este humilde escritor se las verá con músicos de la talla de Chuck Berry, The Lovin’ Spoonful, George Michael, Stealers Wheel, Donna Summer, Commodores, Tom Jones, Primus, UB40 y Stone Temple Pilots, entre muchos otros. Todos ellos serán vistos a través del prisma traslúcido y fascinante del existencialismo y la depresión más aguda.

¡Hasta dentro de muy pronto, y Feliz Deprimartes!


martes, 24 de diciembre de 2019

Capítulo 250: “Too Old To Rock ‘n’ Roll: Too Young To Die!”. Jethro Tull. (1976)




Deprimartes motociclista:

Es imposible imaginar la intervención de un instrumento como la flauta traversa en la música moderna sin remitirse a la figura de Ian Anderson, líder indiscutido de un grupo paradigmático del Rock Progresivo como Jethro Tull. Su inconfundible postura al tocar, parado sobre una pierna y con la otra flexionada como si fuera una grulla, es una imagen que se ha convertido en espejo obligatorio para todo aquel que sueñe con ejecutar un solo de flauta en una banda. Los Jethro Tull llevaban por nombre el de un inventor de máquinas agrícolas del Siglo XVIII, y su sonido estaba muy obviamente influenciado por la antigua música campestre inglesa. Son los responsables de verdaderas obras de arte como lo son los álbumes Aqualung y Thick As A Brick, cimas creativas de la primera mitad de los años ’70. Y ya por esa época comenzaban a preguntarse por qué el cuerpo humano no estaba preparado para afrontar el tiránico paso del tiempo: “El viejo rockero solía llevar su pelo demasiado largo y la botamanga de sus pantalones demasiado ajustadas. Siempre se veía pasado de moda y bebía su cerveza demasiado liviana. Lucía una calavera en la hebilla de su cinturón que representaba los sueños del ayer, y con eso él se sentía un profeta de la destrucción. El viento no se colaba por su ropa de dobles costuras mientras sentía su melancolía de la post guerra”.

Desde que se dio a conocer a mediados de la década de 1950, el Rock & Roll ha estado intrínsecamente asociado con una imagen de eterna juventud. Tener veinte años representó desde entonces estar en el mejor momento de nuestras vidas, y esa presunción nos alcanza hasta nuestros días. Pero la cosa nunca había sido así. Antes del Rock todos los niños soñaban con ser adultos, dejar de hacer correrías y ponerse los pantalones largos para enfrentar los problemas con que lidiaba la gente mayor. La juventud era sólo un estado pasajero y de preparación. Todo niño anhelaba tener treinta años, hasta que la visceralidad de la Cultura Rock nos hizo darnos cuenta de que la mejor edad para disfrutar de la vida a todo volumen eran nuestros hoy lejanos y queridos veinte. Ni siquiera llegar a los treinta era importante, ya que varias leyendas del Rock se morían en la cúspide de su gloria apenas llegando a los veintisiete. Entonces, ¿qué pasa cuando nos damos cuenta de que la juventud nos ha pasado de largo y nos queda esa sensación amarga de fiesta terminada? ¿Ya somos viejos? Pero, ¿qué significa ser viejo? ¿Significa que seremos sólo un despojo canoso que recuerda a los trompicones cómo fueron sus mejores momentos?: “Él hace un tiempo tuvo una Harley Davidson y una Triumph Bonneville. Tenía tantos amigos como bujías quemadas en la moto. Y rezaba para que las cosas siempre fueran así, pero hoy es el último de aquellos mecánicos de sangre noble. Ahora todos sus amigos se la pasan perdiendo el tiempo. Cambiaron el camino por el anillo, están todos casados y con tres hijos. Se podría decir que vendieron su alma hace rato. Algunos de ellos tienen sus pequeños coches deportivos, y se reúnen en el club de tenis para tomarse un trago todos los domingos; porque el lunes toca trabajar. Hace mucho que tiraron sus zapatos de gamuza azul”. 

Darse cuenta de que la fiesta se ha terminado puede significar sólo una cosa: sólo queda por delante la vida adulta. Hay que arremangarse y ponerse a limpiar. Hay que pensar en el mañana, en las consecuencias. Hay que hacer planes, incluso si queremos volver a estar de fiesta alguna vez habrá que ponerse a planear cómo organizarla. Dejar de ser jóvenes significa tomar compromisos y responsabilidades. Lo diré una vez más: darse cuenta de que la fiesta se ha terminado puede significar sólo una cosa. Significa justamente eso, que la fiesta se terminó. Ni más ni menos. Y pretender que aún tenemos veinte años y que estaremos de fiesta por siempre puede terminar doliendo mucho más que el golpe con que nos recibirá la realidad: “Y así el viejo rockero toma su motocicleta para hacer una diferencia antes de marcharse. Toma la autopista por Scotch Corner, justo como siempre lo había hecho. Y mientras él vuela unas lágrimas se escapan de sus ojos, y sus últimas palabras azotan el viento dejando un eco detrás. Y golpea el camino yendo a más de ciento veinte, sin tener siquiera espacio suficiente para frenar”.

El horrendo videoclip producido para esta canción es muy propio de su época. Tiene un humor que bien podría ser calificado en estos días como obsoleto, y por momentos llega a tener un aire rancio de machismo exagerado. Aprovechando el histrionismo que Ian Anderson solía desplegar en escena, aquí lo tenemos haciendo las veces de ese motociclista acrobático que no logra reconocer que sus mejores épocas se han ido hace ya mucho. Y salta una última vez para probarse que aún puede hacerlo, o morir intentándolo. A escala menor, es algo que hacemos todos en algún momento; tratar de comprobar si la vida aún nos sonríe. Aunque casi siempre resulta que tan sólo nos está mostrando los dientes: “Ahora es demasiado viejo para el Rock 'n' Roll pero demasiado joven para morir”. El mensaje de la canción no es del todo claro. Bien puede significar que nunca se es lo suficientemente viejo como para dejar de disfrutar de lo que amamos, aunque también puede interpretarse como que nadie sabe retirarse con dignidad.  Pero, ¡tranquilos!, aún nos queda el autoengaño: “No, tu nunca serás demasiado viejo para el Rock 'n' Roll si aún eres demasiado joven para morir”. ¡Feliz Deprimartes y hasta la próxima temporada!

martes, 10 de diciembre de 2019

Capítulo 249: “Say It Isn’t So”. Bon Jovi. (2000)





Deprimartes escenográfico:

Confesé al inicio de esta temporada de Deprimartes que me dedicaría a abordar el repertorio de ciertos artistas que detesto. Así es como por este humilde blog han pasado nombres como Prince, Tina Turner, Roxette, No Doubt, The Monkees, y varios más; músicos todos ellos que no entran ni por casualidad entre mis gustos más laxos. Y otro grupo que bien podríamos añadir a esta colección es la banda de Nueva Jersey fundada por un tal Jon Bon Jovi, y que pretenciosamente lleva como nombre el apellido de su fundador. Representantes arquetípicos del Glam Rock ochentoso, tuvieron el gran acierto de despegarse de esa imagen de metaleros de pelo largo y pañuelo en la cabeza justo antes de que el Grunge de Nirvana hiciera desaparecer ese otro género tan horrendo. Así, los Bon Jovi viraron rápidamente hacia un Hard Rock híper comercial, y si bien no pararon de cosechar éxitos, jamás aportaron nada nuevo a la tan vivaz historia del Rock. Para mi gusto, son pura pose. A pesar de contar en su alineación con músicos enormes como el guitarrista Richie Sambora y el baterista Tico Torres, siempre han sonado muy artificiales, como si lo único que quisieran fuera repetir fórmulas probadas hasta el hartazgo. Algunos hasta se animarían a decir que son sólo una farsa, como la que ellos mismos denuncian en este tema: “No puedo creer que todo haya sido mentira. El hombre no llegó a la Luna, ya que sólo es una gran luz allá en el cielo. Escuché que Disneylandia podría perder a Mickey Mouse en una gigantesca guerra corporativa. Dime que es una pesadilla, por favor despiértame, dime que no es así”.

“Superman en realidad no vuela, todo es un truco hecho con cuerdas. Pero Elvis Presley sí murió, ellos destruyeron por completo al Rey”. Aquel que no sepa quién es Mel Brooks debería ser considerado un analfabeto del humor. Porque luego de haber creado para televisión esa serie de culto que es “El Superagente 86”, éste genio dirigió auténticas joyas del cine cómico, como “Los productores”, “El joven Frankenstein”, “La loca historia del mundo”, y esa maravillosa parodia a “Star Wars” que es “Spaceballs”. Pero entre el público norteamericano prima la idea de que la película más graciosa de todos los tiempos es su “Blazing Saddles”, o como se la conoció por estas pampas: “Locuras en el Oeste”. Esta cinta sobre las improbables aventuras de un sheriff afroamericano en un pueblo del Far West, tenía como broche final una escena antológica. Los protagonistas comenzaban una pelea tan violenta que la trifulca pasaba por las diferentes escenografías de las otras películas que se estaban filmando en los mismos estudios, haciendo que los elencos de los distintos filmes terminen luchando todos contra todos en una situación tan irreal como hilarante. Esta escena es la que parodia el presente videoclip: “Como si se tratara de una rubia cursi que baila en bikini en la playa en una mala película clase B”.

“Encontré una cajita de fósforos con la publicidad de un lugar en el que nunca estuve. ¿Y por qué cuelgas el teléfono en cuanto me ves llegar? Anoche tuve un sueño en el que te perdía y me desperté temblando en medio del sudor frío, rescátame pues mi corazón se está rompiendo”. Todos en algún rincón de nuestra mente soñamos con triunfar en Hollywood. Aunque algunos nos contentamos con objetivos menos ambiciosos y más al alcance de nuestro talento, así que terminamos oficiando como extras en publicidades, tiras y películas. Ese fue mi destino durante cierto tiempo. Trabajé como extra, y recuerdo que la experiencia fue más horrenda de lo que suena. Uno no es mucho más que una parte móvil del decorado de fondo, un mueble con sindicato que es tan sólo un mal necesario para los directores; a los que absolutamente nada les preocupan los sueños de esas personas invisibles que tan sólo anhelan unos pocos segundos de cámara. Y es que pude comprobar que el oficio mudo del extra es parecido a la vida misma, cuando intentamos vivirla como los demás esperan. Da lo mismo si se trata de una película de romanos, un drama romántico, una de vaqueros, o una comedia musical. Nada importa si incluso hay una guerra de pasteles al mejor estilo de Los Tres Chiflados, la cara nos quedará cubierta con crema y así la fama jamás nos alcanzará. Y si nos cruzáramos con algunas estrellas como las que aparecen en el video de esta canción, como Claudia Schiffer, Matt LeBlanc, Emilio Estévez, o el mismísimo Arnold Schwarzenegger; probablemente ni siquiera nos saludarían. Así de inalcanzable es todo. En un set de filmación, como en la vida misma, todo es cartón pintado. Muchas luces de colores frente a las cámaras, y mucha madera mal atornillada sosteniendo las paredes falsas. Todo es una gran mentira. Estamos actuando en esta película que nadie filma rogando que alguien nos grite: “¡Corten!” para que la toma de acción violenta se acabe y comience la escena de amor. Pero nada de eso pasa: “Dime que no es así, dime que no es verdad. Dime que no es así, yo creeré en ti. Dime que es una mentira, no necesito pruebas. Dime que todo está bien, porque no podría pensar que fuiste tú. Dime que no es así, no pierdas tu fe en mí. Dime que no es así, yo no pierdo mi fe en ti. Haz que salgamos de esta oscuridad, podemos hacerlo juntos. Hagamos que todo esté bien”. Tal vez no estemos para grandes cosas. A lo mejor nuestra vida se asemeja más a un filme independiente y de bajo presupuesto, pero lo importante es que veamos al protagonista ser feliz. Eso sin dudas nos llevará al éxito. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 3 de diciembre de 2019

Capítulo 248: “Jeremy”. Pearl Jam. (1992)





Deprimartes suicidado:

Jeremy Delle tenía quince años cuando cursaba su segundo año de estudios en una escuela de Texas. Siendo el típico chico tímido y retraído con el que cualquier bravucón se hubiera metido sólo por deporte, era conocido entre sus compañeros por ser muy callado y verse siempre triste. Una mañana a comienzos de 1991 pidió pasar al frente de su clase como quien fuera a dar una lección, pero en lugar de eso él tan sólo se colocó un revólver en la boca y disparó. Un disparo, y luego no hubo nada más. Nadie pudo presentirlo ni adivinarlo. El niño introvertido al que todos molestaban decidió dejarle grabado en las retinas un último recuerdo a un grupo al que sentía que no pertenecía. Y muy lejos de allí, el cantante Eddie Vedder leyó la noticia en un tabloide y luego de escribir esta canción dijo: “Te suicidas como si quisieras hacer un  gran sacrificio para así lograr tu venganza hacia los demás, y lo único que logras es ser un pequeño párrafo en un periódico. Nada cambia, tú te has ido y el mundo sigue girando”. Pero la verdad es que somos lo que ese mundo lleno de extraños atemorizantes nos permite ser. “El infierno son los otros” decía Jean-Paul Sartre, y parece que tenía razón: “En su casa dibuja montañas con él parado en la cima mientras brilla un sol amarillo limón. Está alzando sus brazos en ‘V’ y debajo de él los muertos están tirados en charcos de color rojo oscuro. Papá no le prestó atención al hecho de que a Mamá el chico no le importaba. El Rey Jeremy el Malvado regía su propio mundo. Jeremy habló frente a toda la clase hoy”. 

Le tomó mucho tiempo –tal vez demasiado- al sistema educativo de América del Norte el darse cuenta de que aquellos alumnos que deciden emprenderla a tiros contra sus compañeros son en su mayoría niños víctima de “bullying”. Durante décadas las autoridades hicieron la vista gorda ante esa práctica tan barbárica como antigua, ya que se consideraba que las rencillas en que uno o varios matones atacan a otros niños menos validos son experiencias que simplemente forman el carácter. Me es inconcebible cómo para un niño puede resultar algo constructivo el ser maltratado continuamente por sus pares, y más aún si se trata de individuos frágiles y con el alma carcomida por las inseguridades: “Papá no le dio afecto y el niño terminó siendo algo de lo que su madre no estaría orgullosa. El Rey Jeremy el Malvado regía su propio mundo”. Si a este infierno cotidiano le sumamos la idea de unos padres ausentes, está servido el caldo de cultivo para los pensamientos más oscuros que pueda arropar una mente inocente; la mente de un niño que siente con un dolor gigantesco que no pertenece a ningún lado…

Pero no siempre el bravucón sale de sus correrías libre de daño. La culpa tiene la particularidad de ser un juez del que es imposible escapar, y aquí Eddie Vedder habla desde la otra vereda cuando recuerda haberse comportado de manera abusiva con un chico en sus años de escuela, a quien también toma como ejemplo en esta canción; como si quisiera hacer catársis con el oyente: “Recuerdo claramente haber molestado a ese chico, parecía un imbécil inofensivo; pero nosotros desatamos el león. Rechinó sus dientes y mordió el pecho de una chica en el recreo, cómo podría olvidarlo. Entonces me golpeó con un zurdazo tan sorpresivo que me dejó la mandíbula adolorida y totalmente dislocada, justo como ese otro día; ese día del que escuché hablar”. Pearl Jam, la banda liderada por Vedder, es otro de los nombres rutilantes de ese corto pero poderoso movimiento dentro del Rock llamado Grunge; inmortalizado por bandas como Nirvana, Alice In Chains, y Soundgarden. Y esta es una de sus canciones emblemáticas, un tema musical ideal para que la garganta se desgarre desplegando los gritos viscerales que tanto caracterizaron al sonido de Seattle; esos llantos de un dolor profundo que nacen de la desesperanza ante un mundo al cual nada le importamos: “Intenten olvidar esto, intenten borrar esto del pizarrón”. Imposible olvidar. Lo hecho, hecho está... ¡Feliz Deprimartes!

martes, 26 de noviembre de 2019

Capítulo 247: “Summer Of ‘69”. Bryan Adams. (1984)




Deprimartes memorioso:

Canadá es ese enorme país al norte del continente, mitad inglés y mitad francés, que está casi todo el tiempo cubierto de hielo; y en el que vive poquísima gente. Es la tierra de los esquimales y de los osos polares, y también de los pocos hijos de colonos que fueron lo suficientemente valientes o estúpidos como para quedarse a vivir en un lugar así. Y de entre los varios nombres que le dio Canadá al mundo del Rock, como Rush, Neil Young, Leonard Cohen, Joni Mitchell, Paul Anka, Barenaked Ladies y Alanis Morissette, no podemos olvidarnos de Bryan Adams. Este hijo de un embajador se la pasó viajando por el mundo con su padre antes de darse cuenta de que lo suyo era la música. Y no estaba tan errado, ya que se cansó de tener éxitos desde los años ’80 a esta parte. En una de sus canciones más emblemáticas hace los que todos hacemos de vez en cuando: mirar hacia atrás y ver una mejor versión de nosotros mismos: “Conseguí mi primera guitarra real comprándola en un negocio de baratijas. La toqué hasta que los dedos me sangraron, era el verano del año ’69. Junto con otros chicos del colegio armamos una banda e intentamos con mucho esfuerzo triunfar. Jimmy nos dejó, Jody se casó; debieron haber sabido que nunca llegaríamos lejos. Oh, pero cuando ahora miro hacia atrás, veo que aquel verano pareció durar una eternidad. Y si tuviera la oportunidad, por supuesto que quisiera volver ahí. Esos fueron los mejores días de mi vida”.

¿Quién no recuerda con un profundo amor esos primeros años de su juventud? Tantas cosas nuevas con las que nos vamos cruzando, llenas de matices y sensaciones que nunca habíamos experimentado. El primer acercamiento a aquello que se quedará con nosotros de por vida: gustos; actividades; intereses… El primer amor. El primer empleo. El primer auto. Y la lista es eternamente hermosa: “No tiene sentido estar quejándose cuando tienes que hacer cosas en tu trabajo. Pasé mis tardes allí en el autocine, y en ese lugar te conocí. Parados en la entrada de la casa de tu madre, me dijiste que me esperarías por siempre. Y cuando me tomaste de la mano yo supe que era ahora o nunca. Esos fueron los mejores días de mi vida. Oh, sí”. Siempre hay en nuestra vida un momento de “ahora o nunca” para jugarse el todo por el todo por esa persona que amamos. Conozco a muy poca gente que aún está en pareja con su primer amor. Y más allá de cómo les haya ido, debo decir que todos guardan esa sensación de estarse preguntando cómo les hubiera ido si su decisión hubiese sido otra. El primer amor es increíblemente dulce, pero no le garantiza la felicidad a nadie. De todas formas, aquellos que por diversas circunstancias no hemos podido conservarlo también nos preguntamos cómo hubieran sido las cosas si continuáramos a su lado. No es una situación tan terrible, las preguntas mantienen viva la mente; y hasta podría decirse que es lo que en realidad nos diferencia de los animales. El hombre es el mono que se hace preguntas.

“Allá en el verano del ’69, vaya que la pasamos genial. Éramos jóvenes y no queríamos descansar. Necesitábamos relajarnos, pero supongo que nada dura para siempre. No, nada dura para siempre”. Nada dura para siempre. ¿En qué se han convertido esos años dorados? ¿Son un recuerdo de un pasado feliz que nos empuja hacia adelante o se han transformado en un refugio mental al que corremos a escondernos frente a una realidad plomiza? ¿Qué es lo que hacemos con nuestras memorias? ¿Somos sólo una consecuencia de ese pasado o esos días de gloria aún nos esperan en el lugar en el que nacen los sueños? Hoy puede que recordemos todo aquello con una gran sonrisa, o con una mueca agridulce que acompaña una lágrima solitaria por todo lo que ya no es. Dependerá de cómo cada uno de nosotros enfrente a su pasado, y de cómo salga librado de una pelea que nadie puede evitar: “Y ahora los tiempos han cambiado, mira todo lo que ha ido pasando. A veces, cuando toco mi vieja guitarra, pienso en ti y me pregunto qué fue lo que salió mal”. Todos fuimos felices a los veinte años. Y lo peor de todo es que no lo sabíamos. Corríamos libres cuando no hacía falta correr, sólo porque la vida que desbordaba nuestras venas nos demandaba sentirla al máximo. Pero eso no significa que no hayamos cometido errores. Los cometimos, y muchos. Malas decisiones cuyo peso nos acompañará hasta el día en que nos vayamos de este mundo. Si somos un poco sabios, tal vez hasta podamos tomarnos todo esto con humor. Como hizo el bueno de Bryan Adams, que en 1969 tenía tan sólo 10 años de edad; y confesó que escribió sobre ese año sólo para bromear con la posición sexual que dicha cifra nos grafica: “Allá por el verano del ’69, sólo estábamos mi chica y yo”. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 19 de noviembre de 2019

Capítulo 246: “Stan”. Eminem. (2000)




Deprimartes fanatizado:

El Hip Hop es un movimiento cultural de evidentes raíces afroamericanas nacido a finales de los años ’70 en los suburbios pobres de Nueva York. Si bien consta de varios tipos de expresiones artísticas como las danzas urbanas y los graffittis callejeros, uno de sus componentes básicos es el Rap. Es una forma veloz de hablar en rima y siguiendo una base musical pregrabada, buscando que dos o varios oponentes puedan vencer a los demás en una competencia de rapidez y creatividad en sus letras. Emparentado lejanamente con el Rock, de a poco fue mostrando su valía a la hora de mezclarse con todos los géneros; y ha crecido tanto que hoy en día está presente prácticamente en toda la música popular. Y dicho todo esto, también me veo obligado a confesar que lo detesto profundamente. Reconozco que en algunas canciones rockeras funciona muy bien como un elemento exótico, pero su uso se ha vuelto tan repetitivo que ya no escapa de ser un simple cliché. Como muestra de su poder aglutinante, tal vez baste el presente ejemplo. Este tema comienza con un sampleo de la canción “Thank You” de la cantante inglesa Dido, referente de la tranquila música Chill Out de fin de siglo, y que actúa como novia embarazada en el videoclip de esta canción. Este fragmento de melodía agradable servirá como punto de referencia para todo lo que se rapee después, que por contraste será turbio y violento: “Mi té se enfrió y me pregunto por qué fue que salí de la cama hoy. Las nubes de lluvia de esta mañana cubren mi ventana y no me dejan ver nada. Y aún si pudiera ver, todo sería color gris. Colgué tu foto en mi pared y eso me recuerda que no todo está tan mal”.

Dentro de este género tan representativo de la comunidad negra, será un escuálido tipo blanquito el que terminará resaltando. Marshall Bruce Mathers III adoptó el nombre artístico de Eminem, y su técnica de rapeo le ha valido batir en su momento el récord mundial de la mayor cantidad de palabras pronunciadas en sólo unos segundos. Y como todo rapero que se precie, su carrera está plagada de escándalos y controversias. Pareciera ser que uno de los motores creativos en el mundo del Rap es hablar mal de los colegas mencionándolos con nombre y apellido. Otro de sus rasgos distintivos es el hecho de que sus letras incluyan la mayor cantidad de insultos y groserías imaginables, así que aprovecho esta aclaración para excusarme por haber realizado una traducción lo más políticamente correcta posible, a fin de evitar el lenguaje tan soez que se utiliza en este relato. Pero la historia que se nos presenta a continuación vale la pena, ya que sólo puede describirse como perturbadora: “Querido Slim, te escribí pero aún no me respondiste. Te dejé mi número de celular, mi bíper, y hasta el teléfono de mi casa al final de la carta. Te mandé dos cartas el otoño pasado, pero de seguro no las recibiste. Probablemente hubo un problema en la oficina postal, o algo parecido. A veces las direcciones que escribo en el sobre parecen garabatos. Como sea, al demonio; ¿cómo has estado? Hey, ¿cómo está tu hijita? Mi novia también está embarazada, así que estoy por convertirme en padre. Si tengo una niña, adivina qué nombre le pondré. La llamaré Bonnie. También leí acerca de tu tío Ronnie, y lo siento; tuve un amigo que se mató por culpa de una perra que no lo supo apreciar. Sé que probablemente te dicen esto todos los días, pero yo soy tu más grande admirador. Incluso hasta tengo esa porquería que grabaste con Skam. Tengo una habitación llena con posters y fotos tuyas, y también me gusta esa basura que hiciste con Rawkus; eso sí que estuvo bueno. Bueno, espero que esta carta te llegue; contéstame cuando puedas aunque sea sólo para charlar. Sinceramente tuyo, tu mayor admirador. Soy Stan”.

Quien le escribe esta carta ficticia a Slim Shady -otro álter ego que suele usar Eminem- es un fanático también ficticio llamado Stan, alguien que conoce al dedillo cada detalle de la carrera de su ídolo. Hasta allí nada parece fuera de lugar, pero ocurre que el submundo de los fans es bastante complicado per se. Por supuesto que lo que todo artista quiere es generar una base de admiradores que sigan su carrera y consuman sus productos, no sólo por una mera cuestión de éxito comercial, sino también para sentir de primera mano el afecto y la aprobación de los demás. No por nada dicen que la vanidad es el pecado favorito del Diablo. Pero la línea que divide el cariño popular de la obsesión desmedida es verdaderamente delgada. Basta con que un seguidor con problemas psicológicos idolatre desaforadamente a alguien para que esté servido el caldo de cultivo de una relación enfermiza, y en muchos casos mortal. La mente del fanático funciona a partir de la disolución de su propio ego, el reniego de su personalidad mediocre en pos de identificarse con otro ser a quien ven como una versión más exitosa de sí mismos. Y cuando interpretan que han sido rechazados por su ejemplo de vida, nada bueno puede ocurrir: “Querido Slim, aún no me has escrito ni llamado; espero que tengas oportunidad de hacerlo. No estoy enojado, pero creo que está muy mal que no le contestes a tus fans. Si no querías hablar conmigo afuera del concierto la otra noche no tenías que hacerlo. Pero podrías haberle dado tu autógrafo a Matthew, mi pequeño hermano. Él tiene sólo seis años y estuvimos esperándote afuera en el frío por cuatro horas sólo para que tú no aparecieras. Eso está muy mal, viejo; eres su maldito ídolo. Él quiere ser justo como tú, te adora más que yo. De todas maneras no estoy enojado, es sólo que no me gustan que me mientan. ¿Recuerdas cuando nos conocimos en Denver? Dijiste que si te escribía tú me responderías. Mira, yo soy como tú en cierta manera, yo tampoco conocí a mi padre, pero sé que él engañaba a mi madre y la golpeaba. Así que puedo identificarme con las cosas que dices en tus canciones, y cuando tengo un mal día sólo me aíslo y me pongo a escucharlas; porque realmente no tengo otra cosa y tu música me ayuda cuando estoy deprimido. Hasta me hice un tatuaje con tu nombre en mi pecho. A veces me corto a mí mismo para ver cuánto sangro. Es como si fuera adrenalina, el dolor es como una sobrecarga repentina para mí. Mira, creo que todo lo que dices es cierto, y te respeto por decir esas cosas. Mi novia está celosa porque vivo hablando todo el tiempo de ti, pero ella no te conoce como yo te conozco, Slim; nadie te conoce como yo. Ella no tiene ni idea de lo que fue crecer para alguien como tú y yo. Tienes que llamarme, viejo, o voy a ser el más grande fanático que pierdas. Sinceramente tuyo, Stan. Posdata: nosotros también deberíamos estar juntos”.

Este excelente y tétrico videoclip sigue al pie de la letra cada una de las misivas que Stan envía, y los sentimientos de rabia y decepción que afloran a medida que escribe. Su descenso a la irracionalidad es evidente con cada letra que escribe en sus cartas, sus saludos y deseos de buena suerte se van trocando en insultos y amenazas: “Querido señor ‘Soy Demasiado Importante Como Para Llamar O Escribirle A Mis Fans’, ésto va a ser lo último que sepas de mí. Ya pasaron seis meses y jamás te comunicaste. ¿No crees que me lo merecía? Sé bien que recibiste mis últimas dos cartas porque escribí perfectamente mi dirección en ellas. Así que ahora te estoy enviando este cassette y espero que lo escuches. Estoy en mi coche ahora, voy casi a 150 kilómetros por hora en la ruta. Hey, Slim, me tomé un poco de vodka, ¿crees que no puedo manejar así? ¿Conoces esa cancíon ‘In The Air Tonight’ de Phil Collins? Es acerca de que vio a un tipo que podría haber salvado a otro tipo de ahogarse pero no lo hace, y luego Phil se lo encuentra en un show. Bien, pues así es como estoy ahora, tú podrías haberme salvado de ahogarme pero ya es demasiado tarde. Me tomé como mil tranquilizantes y ya empiezo a sentirme mareado, y lo único que quería era una sóla maldita carta o una llamada de tu parte. Espero que sepas que arranqué todas tus fotos de mi pared. Te amo, Slim, podríamos haber estado juntos. Piénsalo, arruinaste todo; espero que no puedas dormir en la noche, y que termines soñando con todo esto. Y cuando sueñes espero que no puedas despertarte y grites por lo que hiciste. Espero que la culpa te coma vivo y que sientas que no puedes respirar sin mí. Así es, Slim… ¡Cállate, perra, estoy tratando de hablar!... Hey, Slim, esa es mi novia gritando en el baúl del auto; pero no le corté la garganta, tan sólo la até. ¿Ves? Yo no soy como tú, porque si ella se sofoca sufrirá aún más y también se morirá. Bueno, me tengo que ir; ya casí llegué al puente… ¡Maldición, lo olvidé! ¿Cómo se supone que te envíe esta grabación?”. El final fatídico es algo característico de este tipo de relaciones. Para una mente fanatizada sólo se termina la relación cuando se termina una vida. Con el desgraciado ejemplo de Mark David Chapman a la cabeza, otros nombres como los de Robert John Bardo, Nathan Gale y Yolanda Saldívar quedarán en la historia por haber asesinado a los artistas que admiraban, y muchos otros lo intentaron sin éxito… La fama es puro cuento. No es posible discernir si quien la pasa peor es el fanático desmedido o aquel artista que sufre el cariño oscuro de gente que no conoce. Y así es como finalmente llega la respuesta de Eminem, que no sólo llega tarde sino que incluso le permite darse cuenta de quién era en realidad quien le escribía: “Querido Stan, quise escribirte antes pero estuve demasiado ocupado. Dijiste que tu novia estaba embarazada, ¿de cuánto tiempo ya? Mira, me halaga que le pongas a tu niña el nombre de mi hija, y aquí te mando escrito un autógrafo para tu hermano. Lamento no haberte visto en el show, seguramente estaba distraído; no vayas a pensar que lo hice a propósito sólo para evitarte. ¿Pero qué es esa basura que dices sobre que te gusta cortarte las muñecas? Dije esas cosas sólo en broma, vamos, ¿qué tan arruinado estás? Tienes algunos problemas, Stan, creo que tal vez te vendría bien un poco de ayuda profesional para que no te pongas a golpearte contra las paredes cada vez que estés deprimido. ¿Y qué es esa estupidez de que nosotros estamos destinados a estar juntos? Esa clase de basura hará que no quiera verte. Realmente creo que tú y tu novia se necesitan el uno al otro, o tal vez tú sólo necesites tratarla un poco mejor. Espero que puedas leer esta carta, espero que te llegue a tiempo, antes de que termines lastimándote. Creo que podrás salir adelante si te relajas un poco. Estoy feliz de inspirarte, pero Stan, ¿por qué estás tan enojado? Trata de comprender que realmente te aprecio, pero como un admirador; no me gustaría que hicieras alguna locura como lo que vi en las noticias hace un par de semanas, eso fue algo que me dio asco. Un tipo que manejaba borracho y se tiró con su coche desde un puente, tenía a su novia en el baúl y ella estaba embarazada de su hijo. Y en el auto hallaron una grabación, pero nunca dijeron para quién era. Y ahora que lo recuerdo, su nombre era… ¡Eras tú!... ¡Diablos!”. Terrible revelación, cuando el amor se transforma en obsesión… ¡Feliz Deprimartes!

martes, 12 de noviembre de 2019

Capítulo 245: “Julia Says”. Wet Wet Wet. (1995)




Deprimartes húmedo:

“Aquí voy de nuevo, a través de los callejones de mi mente. Es como si mi vida estuviese detenida. ¿Y adivina quién está arrepentido ahora? Es gracioso cómo ni siquiera me di cuenta”. Quienes se ponen tan introspectivos en esta canción son unos chicos escoceses que se mostraron ambiciosos desde sus comienzos. Ellos quisieron ser más que otros grupos del momento como Duran Duran o Talk Talk, así que a la hora de elegir un nombre para su banda decidieron repetir no dos sino tres veces la misma palabra. Pensaron en “mojado”, a propósito de la constante lluvia que suele caer sobre Escocia, y así nació Wet Wet Wet. Liderada por el siempre sonriente Marti Pellow, se convirtió en la tercera agrupación musical en llegar al Nº1 con la misma canción: “With A Little Help From My Friends” (anteriormente habían hecho lo propio tanto Joe Cocker como sus autores The Beatles). Cosecharon un par de éxitos más en la década del ’80 pero tendrían un regreso a los primeros planos gracias a su participación en la banda sonora de la muy exitosa película “Cuatro bodas y un funeral”. Por esa época también editaban un álbum en donde incluian este bellísimo tema que habla sobre el desamor: “Y aquí vamos de nuevo, peleando por cosas que nunca ganaremos. Parece que nuestro amor es el que se ha detenido. Ahora estoy arrepentido, es gracioso cómo ya no siento el amor. Sólo escucho las palabras que Julia dice. Ella no entiende de qué se trata todo esto, y parece ya no importarle nada”.

“Julia, por favor, abre tus ojos y observa cómo duele el amor”. El amor es ese afilado cuchillo en llamas con el que tanto nos gusta hacer malabares. Y es que el amor nos hace sentir vivos. Nos recuerda que la sangre puede galopar por nuestras venas, y renueva nuestros votos con todo lo que nos resulta hermoso en este mundo. Pero como todo cuchillo también puede lastimarnos, y mucho. Y los recuerdos que nos deja en el alma ese filo ardiente suelen acompañarnos durante mucho tiempo como dolorosas cicatrices, sobre las cuales volvemos a pasar los dedos cada tanto para saber si aún nos duelen. Corremos a escondernos en un rincón oscuro y nos lamemos las heridas, mientras aprendemos a enfrentar la vida con esas marcas que el amor nos dejó; llevándolas orgullosamente como si fueran medallas. Prepararse para encontrar un nuevo afecto que pueda dejarnos nuevas cicatrices, ese es el camino que elige la mayoría; mientras que otros simplemente preferimos no abandonar la seguridad de nuestro rincón oscuro. Así de profundas pueden ser las heridas que nos deja un desafortunado malabar fuera de cálculo. La letra de esta canción cumple muy bien a la hora de describir lo que algunos sentimos. En lo personal, juro que no he sido yo el que escribió la siguiente frase; pero grafica a la perfección lo que hoy en día siento por el amor: “No me engañarán de nuevo, buscando un sueño que no se puede encontrar. Ese sueño para mí ya ha quedado atrás”.

“Julia quiere estar alejada de todo. Compartiento sus pensamientos, está completamente sola. Soñando con cosas que quiere ser, y con lugares a los que Julia no pertenece”. Este tipo de historias nunca debería concluir en el fondo de ese pozo oscuro en el que nos sumergimos cuando estamos solos. Por profundo que sea el abismo, siempre habrá una hebra de luz temeraria que nos alcance. Siempre habrá una última arenga para no perder la esperanza, una invitación a que nuestro precipicio se vuelva tan luminoso como querramos verlo; porque tal vez la solución siempre esté adentro de uno mismo:  “Vamos, Julia; sólo depende de ti”. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 5 de noviembre de 2019

Capítulo 244: “More Than A Feeling”. Boston. (1976)




Deprimartes sentimental:

“Miré afuera esta mañana, pero el Sol ya se había ido. Puse algo de música para empezar mi día y me perdí en una canción que me resultó familiar. Cerré los ojos y me dejé llevar”. Soy una persona a la que le gusta reconocer sus defectos. Si bien lo considero un acto de altruismo, es posible que la raíz de este comportamiento se deba al hecho de que mis defectos son tantos que me es imposible siquiera tratar de ocultarlos o excusarme de ellos. Y los reconozco libremente pues en todo esto juegan un papel importante tanto mi nihilismo como mi misantropía, los cuales hacen que la opinión del prójimo sobre mí me importe un rábano. Pero aún así, la introspección es un espejo en el cual suelo arreglarme el peinado; y con esto me he dado cuenta de que mi carácter de melómano irreductible en más de una ocasión me ha jugado en contra. Es común que en varios momentos de mi día me calce los auriculares y me deje llevar por mis canciones favoritas. Y si bien éste puede parecer un uso terapéutico de la música en mi vida, se trata de un arma de doble filo; puesto que he descubierto que en más de una ocasión esta costumbre funciona tanto para bien como para mal. Me es útil potenciar o revertir algún estado de ánimo a través de mi cancionero, pero también está la tentación de usarlo para distraerse de la triste realidad y dejar de prestarle atención a los problemas más acuciantes. La música se comporta como una sustancia, con todos sus bemoles. Muchas veces, no es más que un mísero parche que oculta de la vista los feos agujeros de la realidad: “Tantas personas en mi vida han aparecido y se han ido, sus caras se van desvaneciendo a medida que pasan los años. Y sin embargo todavía las recuerdo mientras deambulo, tan claramente como el Sol en un día de verano”.

Siempre he reparado en que las canciones cuyo sonido tiene un carácter de inoxidable son aquellas que se registraron en la era de la Música Disco pero que no pertenecen a esa categoría, sino que más bien guardan las formas del Rock clásico. Ejemplos hay de sobra: “Sultans Of Swing” de Dire Straits, “The Logical Song” de Supertramp, “Hotel California” de los Eagles, todo el disco “The Wall” de Pink Floyd, y muchos otros; todas grabaciones pertenecientes a la segunda mitad de los años ’70. Es evidente que el Rock había llegado a una cima en lo que refiere a su sonido y a una elaborada producción. Y todo aquello iba acompañado por ese look tan característico de melenas afro y bigotes tupidos que parece que sólo estaban permitidos en esa época. Firmes exponentes de esa estética son los integrantes de Boston, banda originaria de la ciudad del mismo nombre, capital del Estado de Massachusetts; y que un año después de haberse formado ya había editado el álbum que contenía este gran éxito: “Es más que un sentimiento lo que tengo cuando oigo esa vieja canción que solían tocar. Y empiezo a soñar hasta que veo que Marianne se aleja. Veo que mi Marianne se aleja de mí”.

Boston ha tenido como líder a Tom Scholz, un muy talentoso guitarrista, compositor y arreglador con cierta manía perfeccionista. Además, su grado de ingeniero recibido del MIT le granjeó mucho éxito como inventor, ya que fue el creador del legendario sistema de sonido Rockman, que permite que una guitarra tenga un particular sonido ochentoso; y por eso ha sido usado por bandas de la época como ZZ Top, Rush, Def Leppard, Megadeth, y Journey, entre muchos otros. Como contraparte en la banda estaba el cantante Brad Delp, un vocalista exquisito y con un rango de voz envidiable; pero con un costado depresivo que finalmente lo llevo al suicidio en el año 2007 dejando una nota con una frase en francés: “J'ai une âme solitaire” (soy un alma solitaria). Los motivos de su muerte nunca se esclarecieron, pero entre ellos se barajó la mala relación que tenía con Scholz. Como en prácticamente todo suicidio, la verdadera razón se va junto con la vida del suicida. Tal vez, ya ni siquiera la música le resultaba un refugio seguro de todos sus pesares: “Cuando estoy cansado y mi cabeza no funciona, corro a esconderme en mi música para olvidar el día. Y sueño con una chica que una vez conocí, cierro los ojos y ella comienza a desaparecer”. Sería maravilloso que la música fuera nuestra mansión, y no un mero escondite al cual huir atemorizados. ¡Feliz Deprimartes!


martes, 29 de octubre de 2019

Capítulo 243: “I’m Gonna Be (500 Miles)”. The Proclaimers. (1988)




Deprimartes escocés:

“Cuando me despierto, bueno, sé que un día seré el hombre que se despierte a tu lado. Y cada vez que salgo sé que terminaré siendo el hombre que camine a tu lado. Y si me emborracho sé que un día seré el hombre que termine emborrachándose contigo. Y si actúo nervioso sé que seré el hombre que se pone nervioso por tu culpa”. Mi historia con esta melodía es un tanto particular. Pocas veces me ocurrió que una canción se me pegoteara de una forma tan persistente. En plena búsqueda de material para este humilde blog me topé de manera aleatoria con este tema. Lo escuché una sola vez y no le presté demasiada atención, y el único detalle que recordé fue el hecho de que estuviera interpretada por dos gemelos con una tremenda pinta de nerds. Pero hete aquí que en los siguientes días me la pasé canturreando la melodía del estribillo sin que pudiera determinar a qué artista pertenecía. Tenía la sospecha de que se trataba de estos chicos, pero no podía recordar el nombre de la banda; así que me la pasé tratando de encontrar a dos hermanos idénticos y con un importante grado de miopía. No tuve suerte en mi búsqueda y terminé por olvidarme de todo esto, hasta que un buen día la fortuna me sonrió y nuevamente aparecieron ante mi The Proclaimers con este juramento: “Pero caminaría quinientas millas, y luego caminaría otras quinientas más sólo para ser el hombre que caminó mil millas para caer de rodillas ante tu puerta”. Me inundó la alegría al reconocer que la tonada que me perseguía era la de los hermanos Charlie y Craig Reid, dos escoceses de pura cepa muy comprometidos con todas las causas de su pueblo. Y también encontré que contaban con más de una melodía pegadiza; como “Letter From America”, y especialmente “I’m On My Way”.

Esta canción ha terminado por convertirse en una suerte de himno no oficial de Escocia, esa porción de tierra ubicada bien al norte del Reino Unido que cada tanto recuerda que odia a los ingleses y se quiere separar del resto de Gran Bretaña. Y ha terminado por funcionar como una marca de identidad nacional, porque donde sea que suene este tema se puede saber si hay escoceses presentes entre el auditorio porque se ponen a saltar como locos al escuchar promesas como éstas: “Cuando estoy trabajando sé que seré el hombre que termine trabajando para ti. Y cuando empiece a ganar dinero por mi trabajo te pasaré casi cada centavo que gane a ti”. No es de extrañar que hayan llegado al éxito con esta canción, pues tiene ese tipo de ritmo marcado y percusivo tan propio de los artistas de las Tierras Altas; el mismo ritmo que han traído hasta nuestros días bandas escocesas como Travis o Franz Ferdinand.

Si bien la canción fue un éxito el año en que se estrenó, tuvo su momento de gloria cuando fue incluida en la banda de sonido de la película de 1993 “Benny & Joon”, protagonizada por Aidan Quinn, Mary Stuart Masterson y un muy joven Johnny Depp (que aún no tenía una carrera fílmica tan extensa como para tirarla por la borda, lo cual hizo un par de décadas más tarde). Trata sobre el amor entre personas que sufren de algun tipo de enfermedad mental. Pero al ver sus escenas, la manera en que está rodada y la fotografía del filme, no dejan de acudir a mi mente imágenes de esa época; y me inunda la melancolía por lo hermoso que fueron los primeros años de la década del ’90. Fueron un tiempo mucho más sano y luminoso, donde no había que tener ojos en la nuca para ver si alguien te seguía en la calle ni tenías miedo de volver tarde por las noches. Yo tenía veinte años y sentía que todo valía la pena. Fueron los mejores días de mi vida, una época despreocupada en la cual el futuro aún no había llegado con su carga de sueños incumplidos que hoy son el yunque sobre el cual la vida martilla lo poco que me queda de alma. Yo también sentía que podía hacer promesas de amor eterno como éstas: “Cuando vuelvo a casa sé bien que un día seré el hombre que vuelva a casa para verte a ti. Y si envejezco sé que seré el hombre que envejezca al lado tuyo. Cuando me sienta solo, sé que seré el hombre que se sienta solo porque tú no estás. Y cuando esté soñando, sé bien que estaré soñando con el tiempo en que estuve contigo”. En definitiva: fui feliz en esos años… Y prácticamente no me di cuenta. Hoy los añoro con el corazón hecho astillas y las lágrimas se me quieren escapar cada vez que los recuerdo. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 22 de octubre de 2019

Capítulo 242: “It’s My Life”. The Animals. (1965)




Deprimartes mujeriego:

“Es un mundo difícil como para conseguir una oportunidad, todo lo bueno ya ha sido tomado por alguien más. Pero nena, hay formas de hacer que ciertas cosas dejen dinero. Y aunque hoy lleve puesto estos harapos, un día me vestiré con pieles”. He aquí un detalle que nos da cuenta de toda el agua que corrió bajo el puente durante las últimas décadas. Con el advenimiento del feminismo rampante que se vive en este nuevo siglo, estoy seguro de que el videoclip que ilustra esta canción hoy bien podría ser considerado como machista; debido a que la banda está tocando con una escenografía de fondo que exhibe cabezas femeninas colgadas en la pared como trofeos de caza. Si bien quisieron jugar con el nombre de la banda, es obvio que al ojo moderno esta elección estética le resultaría un tanto incómoda. Pero también marca la enorme cantidad de límites que se han roto, y la gigantesca distancia recorrida por nuestra sociedad gracias a una revolución de paradigma que se inició más o menos por la época en que este grupo hacía su aparición: “Escucha lo que te digo, voy a ser el dueño de mi destino. No voy a pasarme la vida sudando para pagar la renta. Óyeme bien, me estoy liberando; no tiene sentido que intentes detenerme, así que quédate cerca mío”.

Estoy hablando de The Animals, banda perteneciente a esa Invasión Británica que tomó Norteamérica por asalto allá por 1964. Se hicieron súper conocidos con su versión del clásico “The House Of The Rising Sun”, logrando que esta canción fuera la segunda en la historia en llegar al Nº1 de las listas a ambos lados del Atlántico; luego de “I Want To Hold Your Hand” de The Beatles. Su cantante  Eric Burdon es considerado uno de los mejores vocalistas de la historia, y es un buen ejemplo de lo extraño que se aparecían ante el ojo yanqui estos inglesitos prolijos de traje y corbata haciendo música de artistas negros. Algunas teorías señalan que es el “Hombre Huevo” en la letra de la canción “I Am The Walrus” de los Cuatro de Liverpool, ya que John Lennon había coincidido con Burdon en alguna fiestas psicodélicas donde éste último tenía por costumbre el partir huevos crudos sobre mujeres desnudas… En fin, así eran los Años ’60: “Pero nena, recuerda que es mi vida y haré con ella lo que quiera. Esta es mi mentalidad y pensaré lo que quiera. Demuéstrame que estoy equivocado. Lastímame cuanto quieras, pero un día yo te trataré como a una reina”. The Animals consiguieron rápidamente el éxito, pero en el camino les pasó de todo. Primero su tecladista y fundador Alan Price abandonó la banda ante su imposibilidad de realizar giras, pues no podía superar su miedo a volar en avión. Luego se les fue el bajista, el rubio Chas Chandler, quien abandonó la banda en 1966 para dedicarse a ser representante; y tan mal no le fue, ya que su primer representado fue un tal Jimmy Hendrix. Finalmente el grupo acordó hacer una gira por el lejano Japón, sólo para tener que interrumpirla y huir del país debido a la amenaza de la mafia local. La Yakuza era quien estaba detrás de la organización de la gira, y consideraron que los músicos les debían dinero de antemano. En mi humilde opinión, esta sí es una buena excusa para disolver cualquier banda: ser amenazados de muerte por la mafia japonesa.

“Siempre habrá mujeres con mucho dinero que quieran adoptar a un huérfano como yo. ¿Vas a llorar cuando les exprima hasta el último centavo? Porque les sacaré todo sin tener ningún remordimiento. Les mentiré descaradamente y me quedaré con todo su dinero. Créeme, cariño; todo ese dinero será mío. ¿Puedes creerlo?”. La letra de esta canción suena bastante descarada en cuanto al desenfado con que el protagonista confiesa su plan de convertirse en un gigoló. Se trata de ese arquetipo del conquistador romántico que atrapa con embustes a señoras cuyos mejores años ya han quedado en el olvido, y que hoy en día se encuentran dispuestas a soltar algo de dinero para obtener una cuota de afecto. Simple ley de oferta y demanda. Y al parecer uno de los requisitos necesarios para ejercer esta profesión es la de no tener ningún tipo de escrúpulos. El amante masculino tiene prohibido mirar por sobre su hombro para ver el tendal de corazones rotos y cajas fuertes vacías que su accionar dejó tras de sí. Tienen la culpa exorcizada y una rutina de emociones falsas muy bien ensayada para lograr la próxima conquista. Aún a costa de su propia dignidad, esta es gente que no teme pasarse una buena temporada en el Purgatorio: “Yo no soy ningún santo, pero tampoco he recibido quejas. Así que ahora vete y trata de arreglártelas como puedas”. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 15 de octubre de 2019

Capítulo 241: “Bright Eyes”. Art Garfunkel. (1979)




Deprimartes somnoliento:

“¿Estoy en una especie de sueño flotando a la deriva? ¿Me voy dejando llevar por el curso del río de la muerte, o esto es tan sólo un sueño?”. El productor de una canción puede hacer que las simples ideas se transformen en una obra gloriosa o en un desastre sonoro, todo dependiendo de qué decisiones tome a la hora de grabar. Y aquí tenemos un excelente ejemplo de cómo llegar a un clima de ensueño, esa atmósfera tan bien lograda que parecía sólo poder conseguirse en los años ’70. Nos recibe una introducción a cargo de instrumentos de viento seguido de un ataque de cuerdas, y todos parecen provenir de una orquesta. Pero luego desaparecen ambos elementos hasta el estribillo. En medio la dulce voz de Art Garfunkel, tan sólo acompañada por unos arpegios y un bajo, se va haciendo preguntas que en realidad no parecen querer encontrar respuesta: “Hay una niebla cubriendo el horizonte y un extraño resplandor en el cielo. Y nadie parece saber hacia dónde va todo esto, o qué significa. ¿Será tan sólo un sueño?”. En el estribillo se suma la percusión, las voces de apoyo y vuelve la orquesta para brindar un fondo suave sobre el cual sigue brillando la voz convertida en eco.

Tal vez esta ha sido la mejor voz que nos haya dado un género como el Folk, que no solía caracterizarse por tener grandes voces sino más bien por la calidad de las letras de sus canciones. En este ámbito apareció un humilde dúo compuesto por un hombrecito muy pequeño llamado Paul Simon y un tipo muy flaco y alto llamado Arthur Garfunkel. Ambos tuvieron una breve pero exitosísima carrera bajo el nombre del que tal vez haya sido el mejor dúo de la historia: Simon & Garfunkel. Una vez separados, nadie dudaba del éxito seguro del cantautor Paul Simon, y todos miraban de reojo la carrera solista de Art. Pero ambos músicos tuvieron su cuota de éxito, aunque por las suyas nunca lograron equiparar todo lo que hicieron como dúo. Como consuelo, de tanto en tanto se los suele ver reunidos y cantando sus grandes éxitos. Y Garfunkel aún le hace frente al paso de los años para dejar sonar su voz tan melosa y angelical, tal como la podemos escuchar en esta canción: “Ojos brillantes, ardiendo como el fuego. Ojos brillantes, ¿cómo pudieron haberse apagado? ¿Cómo pudo la luz que ardía tan brillantemente volverse de repente tan pálida?”.

Muy evocativa, esta melodía nos va meciendo suavemente entre verso y verso; aunque su letra es tan etérea que ella misma se pregunta si todo esto tiene algún significado: “¿Es alguna clase de sombra lo que parece estar alcanzando a la noche? Pasa vagando sin ser vista entre las colinas. ¿O es tan sólo un sueño?”. Si bien se le podría encontrar una connotación romántica a la letra y verla como una queja dolorosa frente a un amor que se apaga; la canción hace viajar a la mente, y ésta parece escuchar el lamento de un bosque lejano por la llegada de los días cortos del invierno. La queja dolorosa va dirigida al Sol, porque ese ojo brillante en el cielo ya no brilla como en sus mejores días: “Sopla un viento fuerte entre los árboles, hay un frío sonido en el aire. Y nadie nunca sabe cuándo te vas o cuándo es que comienzas tu marcha hacia la oscuridad”. Ya volverá la primavera... ¡Feliz Deprimartes!

martes, 8 de octubre de 2019

Capítulo 240: “One On One”. Hall & Oates. (1983)




Deprimartes deportivo:

Escena típica de una charla entre hombres, uno se pone a contar una anécdota e intenta explicarle a los demás alguna situación difícil de graficar. Trata de darse a entender con palabras estrafalarias, con comparaciones improbables, y hasta recurre a hacer gesticulaciones extrañas con las manos. Finalmente, saca a relucir su último recurso, el que siempre es efectivo: “Es como cuando pateas un tiro libre y le pegas con efecto, para que pase por afuera de la barrera”. Y allí se escucha un aluvión de: “¡Ah, sí!”, seguido por algún que otro trasnochado: “¿Por qué no lo explicaste así antes?”. Pareciera ser que para los hombres, las metáforas deportivas son el idioma común con el cual dejar en claro todo tipo de detalles. Y por supuesto, hay quienes tienen esto tan incorporado que no reparan en hablar de cuestiones amorosas con su interés romántico usando todo el tiempo parábolas futbolísticas o de cualquier otra competición: “Estoy cansado de jugar para el equipo, parece que ya no logro que me concedan un tiempo fuera. Qué cambio tan grande sería si ambos estuviéramos en el mismo bando, y que ninguno intentara ganar el juego por sí solo”. Si nos tomamos un minuto, se nos vendrá a la mente todo un pelotón de expresiones devenidas del deporte y que son de uso cotidiano; más que nada por tu tremenda efectividad para dar a entender algo en particular. Y no es un lenguaje que le sea completamente ajeno al género femenino, pero probablemente asisten de manera contemplativa a la diatriba masculina con un dejo de vergüenza ajena. Le debe resultar demasiado básico a una fémina que un hombre tenga tan pocas herramientas para comunicar lo que le pasa, pero ocurre que los varones usamos aquellas formas de comunicación que ya sabemos que sí funcionan; así que, ¿para qué buscar otras?: “Oh, ya puedo sentir la magia de tus caricias, y cuando te acercas un poco significa tanto para mí. Tienes que entender, nena, que estoy aquí para tener un tiempo fuera contigo”.

Daryl Hall y John Oates conforman un dúo que tuvo un éxito arrasador en la década del ’80. Se cansaron de vender discos en esos años, con un suceso tan grande que han llegado a ser considerados el dúo más exitoso a nivel comercial de toda la historia (sin embargo para mi gusto personal no les llegan ni a los talones a Simon & Garfunkel). Sin embargo esa no es toda la historia. Ocurre que Hall & Oates remaron durante toda la década del ’70 para acceder a la popularidad, sin conseguirlo. Y una vez que su década de gloria pasó, y con los bolsillos llenos de billetes muy bien ganados, se dedicaron a producir música para un público más adulto; sin que la cima de los charts fuese un norte al cual apuntar. Dejaron una estela imborrable de canciones que son reconocibles a la distancia, y siempre con el buen gusto musical de dos artistas cuya química es enorme: “De a dos, ahora sé que así es como quiero jugar. De a dos, quiero jugar ese juego esta noche. De a dos, lentamente; y eso es todo lo que necesitas entender ahora. Porque si lo nuestro realmente es lo correcto, entonces no importará nada más”.

En el videoclip de esta canción vemos al bueno de Daryl entregándose a las cavilaciones que se nos dan casi de manera natural mientras caminamos por la calle, rodeados de extraños; y que parecen ser las mismas que nos asaltan cuando estamos tirados en la cama intentando conciliar el sueño. En esos momentos el corazón parece que late más fuerte y se nos llena el pecho de valentía para pronunciar las palabras que frente a la persona amada se nos suelen atascar en la garganta: “No puedes decirme que no me extrañas, nena; creo que te conozco demasiado como para creer eso. Y me pregunto qué pensarías si supieras que te iría a ver esta misma noche”. El clima de este tema está muy bien logrado, siendo un típico lento meloso como para bailarlo en compañía de una niña con brillo en los ojos. La canción abreva con sus coros en los ritmos del Doo-Wop, ese género vocal tan típicamente afroamericano de los años ’50; y el sonido del saxofón no hace otra cosa que edulcorar aún más la atmósfera propicia para convocar el amor. Es la situación ideal para que los hombres la arruinemos intentando parecer románticos con otra metáfora deportiva: “No existe nada más que tú y yo, no quiero a nadie más. Nena, estoy cansado de jugar, no quiero jugar ese tipo de juegos nunca más. Sólo quiero jugar contigo. Sólo tú y yo”. Se ve que los hombres nunca aprenderemos. En fin… ¡Feliz Deprimartes!

martes, 1 de octubre de 2019

Capítulo 239: “Simple Kind Of Life”. No Doubt. (2000)




Deprimartes casamentero:

Otra banda que nunca me cayó del todo bien: No Doubt. Tal vez sean interesantes, pero no tanto como ellos creen. Su música guarda el embrión de un Ska mezclado con algo de Punk, pero nunca tuvieron un sonido demasiado distintivo como para creer que el mundo gira en derredor de ellos. O al menos eso nos hace pensar su cantante Gwen Stefani, que no hace otra cosa que cantar en todas sus letras cómo se lamenta una y otra vez por haber terminado su relación con el bajista de la banda, Tony Kanal: “Tu apareciste, y ahora yo te estoy dando caza; como si fuera una enferma abusiva doméstica buscando iniciar una pelea”. Las historias de amor suelen comenzar con la aparición rutilante de alguien que nos roba el corazón y nos hace sentir que el mundo se ha detenido. Nada más importa. Sólo esa persona que tenemos enfrente y por la cual acabamos de darnos cuenta de que tenemos sentimientos que nos cuesta controlar. Y cuando todo se descontrola, corremos el serio riesgo de dejar de ser individuos pacíficos y volvernos el estereotipo del psicópata enfermo de celos. Desgraciadamente es bastante común, y suele terminar como se espera: “Por un buen tiempo estuve enamorada. No sólo enamorada, estuve obsesionada con una amistad que nadie más podía tocar. Pero no terminó bien y terminé envuelta en una caparazón. Y lo único que quería eran las cosas simples, una clase de vida simple. Y lo único que necesitaba era un hombre simple, para que pudiera convertirme en esposa”.

“Estoy tan avergonzada, he sido muy mala. No sé cómo fue que llegué a este punto, ya que era yo quien siempre daba todo el amor”. El videoclip de esta canción nos da una idea bastante gráfica de las presiones que sufren las mujeres en cuanto a mandatos biológicos y sociales se refiere. Si bien hoy en día ciertas imposiciones ya se han ido diluyendo, aún recuerdo una época no muy lejana en la cual se esperaba que una mujer estuviese casada antes de los treinta años, y tuviera al menos un par de hijos. Esto, a causa de algo llamado “reloj biológico”, suele chocar de lleno con los sueños de juventud de cualquier niña de bien; ya que la llegada de una responsabilidad tan grande con forma de bebé obliga a postergar indefinidamente la felicidad personal para perseguir la del retoño. Por una buena época, en la cabeza femenina se juega una cinchada constante entre estas ideas de vida casi contrapuestas; y ese tipo de tira y afloje mental puede generar una buena dosis de angustia diaria, de cambios de idea constantes. Y ahí la vemos entonces a Gwen, primero huyendo a toda velocidad en la vida real del compromiso del casamiento, para luego soñar que intenta detener a sus compañeros de banda; que se divierten rompiendo cientos de pasteles de boda a garrotazo limpio. La novia toma un pedazo de pastel caído y lo prueba, para tratar de comprobar si su dulzura se debe a que encierra la idea de un amor perfecto, brillante y eterno como un diamante: “Si nos viéramos mañana por primera vez, ¿comenzaría todo otra vez? ¿Intentaría hacerte mío?”.

“Siempre pensé en convertirme en madre, y a veces deseo cometer un error. Pero entre más espero más egoísta me vuelvo. Y tú parece que serías un buen padre”. Esta cuestión tan moderna y tan francesa del amor romántico trae consigo algunos contratiempos. Porque en todo lo que se refiere al amor como proyecto de pareja, siempre parece rondar esa idea de que hay que pasar a un siguiente nivel. Siempre hay otra cosa que alcanzar. Primero hay que ponerse de novios, luego comprometerse, obviamente hay que casarse, tener hijos, un perro, comprar un coche, una casa, mandar a los chicos a la escuela, tener unas vacaciones en familia, etc. Es como si no existiera la noción de detener la marcha para disfrutar de lo logrado, simplemente hay que conseguir metas todo el tiempo… Por suerte en este nuevo siglo todo es mucho más laxo. Creo firmemente que, siempre que no represente un perjuicio para nadie, una persona tiene que poder estar con quien quiera estar con él o ella. La felicidad no es una franquicia llamada matrimonio, que puede aplicarse normativamente sobre todo el mundo. La felicidad no es una fórmula que pueda ser cuantificada, porque es una sumatoria de sensaciones totalmente subjetivas. La felicidad es personal, y ninguna es igual a la otra. Es así de simple, y cuando se nos ocurre que la vida debería ser más elaborada que eso es cuando todo se vuelve más complicado: “Ahora todas esas cosas simples se han vuelto simplemente muy complicadas para mi vida. ¿Cómo seguiré siéndole fiel a mi libertad, si es sólo una forma de vivir tan egoísta?”. Sólo se trata de saber elegir… ¡Feliz Deprimartes!

martes, 24 de septiembre de 2019

Capítulo 238: “The World I Know”. Collective Soul. (1995)



Deprimartes colectivo:

Collective Soul se ha transformado en una banda emblemática del Rock Indie de los años ’90. Su sonido coqueteaba con el Grunge, pero en realidad optaban mayormente por canciones con potentes riffs de guitarras y melodías bastante pegadizas. Sus éxitos como “Shine”, “December” o “Run” son imposibles de evitar para cualquier amante del buen Rock. Con un repertorio lleno de canciones totalmente disfrutables, aún así de tanto en tanto se detenían a considerar la vacuidad de la propia existencia: “¿Se nos ha revelado nuestra propia consciencia? ¿Ha soplado ya la dulce brisa? ¿Es que ha desaparecido toda la bondad? Espero que todavía permanezca algo de ella”. El videoclip de este tema desgrana la rutina con que empieza su día un ser humano común y corriente, como podría ser cualquiera de nosotros. Todo consiste en estar constantemente apurando el paso para no decepcionar a las manecillas del reloj, y caminar entre murallas de edificios que nos impiden cruzarnos con aunque sea una mísera brizna de sol. Haciendo juego con todo esto, aparece un muy pobre desayuno al paso que seguramente nos agujereará un poco más el estómago; junto con las noticias, que lo único que hacen es carcomernos el alma y llenarnos de desánimo frente a un mundo que sólo saca a relucir sus matices más horripilantes. Es normal sumergirse en un periódico, la noche y su descanso poco reparador nos han dejado famélicos de novedades, queremos saber qué pasó en cualquier esquina del mundo mientras no estuvimos alerta. Y como sólo es noticia el único avión que cae a tierra, y no los miles y miles que a toda hora llegan sin problema a destino, la fatalidad se compra una parcela en nuestro inconsciente y nos acompaña el resto del día. Todo esto forma parte de la alienación de toda gran ciudad, esa misma que nos impide ver el sufrimiento del prójimo que tenemos frente a nuestro mentón. Nos hemos vuelto insensibles, tenemos formado en el espíritu ese callo que no nos deja empatizar con el dolor ajeno. Es una realidad en la que ni siquiera los pequeños gestos de misericordia parecen tener lugar, y son aplastados como cualquier flor insolente bajo el peso de una bota; sin que nosotros seamos capaces de comprender por qué ocurre todo esto: “Y brindo conmigo por esta nueva tristeza que siento por mí mismo, sentado completamente solo aquí en la ciudad de Nueva York. Y no sé por qué”.


“¿Estamos escuchando estos himnos de ofrenda? ¿Tenemos ojos como para apreciar el amor que se amontona en todas partes? Todas las palabras que he estado leyendo han comenzado a sangrar hasta convertirse en una sola”. Cuesta mantener una actitud optimista con el ritmo diario, y todo se vuelve azul. Tenemos oscurecida la vista no sólo con lágrimas sino también con nubarrones apocalípticos. Sentimos que todo pesa como un yunque en el alma, y barajamos como último acto de honor la posibilidad de reunir la poca valentía que nos queda para tomar una decisión; tal vez la única de la que nos sintamos realmente dueños. Toda la vida nos enseñaron a ir hacia arriba, así que escalar nos resulta casi natural. Alcanzar una cierta altura desprendiéndose de todo el lastre innecesario para este viaje, y echar una última mirada en derredor; como queriendo encontrar una señal. Cualquier gesto azaroso que le dé algún tipo de significante a nuestra vida. Algo que nos haga saber que todo lo hermoso que fuimos capaces de sentir puede volver a ser realidad.

Y si esa señal llega, como en este caso una paloma se posa en la mano del suicida, todo cambia. Todo vuelve a tener colores. Y es que se ha liberado. Una parte de él sí saltó al vacío, y lo que dejó atrás fue una persona distinta. Una persona que ha aceptado el sinsentido de la vida, y que se ha liberado justo por el hecho de dejar de buscarle un significado a su tiempo en este mundo. Una persona que ahora puede ver con ojos nuevos que todo este tiempo sólo ha sido una hormiga recorriendo un sendero. Correteando sin detenerse con los ojos pegados a la tierra, detrás de las migajas que le arroja la sociedad. Nada tenía sentido antes, y ahora tampoco; pero al menos ya lo sabe. Es el mismo mundo de antes, pero él es ahora una persona diferente. Por eso todo ha cambiado: “Así que voy hacia lo alto y me detengo en el borde, para saber cómo se ve mi mundo allí abajo. Y me río de mí mismo mientras se me caen las lágrimas, porque se trata del mundo que conozco”. Como todas las almas con penas existencialistas, el suicidio siempre está entre mis ideas favoritas. Tengo en claro que se requiere una labor titánica para juntar lo poco de uno que aún guarde algo de dignidad como para enfrentar esa última labor. Es por eso que siempre me ha molestado enormemente que se tilde a los suicidas de cobardes. Quienes dicen eso seguramente jamás se han visto en la situación de sentir que cada día es ligeramente más amargo que el anterior. Por suerte, hubimos quienes aprendimos algo de lo ocurrido, y hoy de tanto en tanto podemos disfrutar de ese pequeño rayo de Sol que suele colarse por entre la muralla de edificios. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 17 de septiembre de 2019

Capítulo 237: “Private Dancer”. Tina Turner. (1984)



Deprimartes bailarín:

La carrera de Tina Turner ha sido un dechado de superación constante. Primeramente, y habiendo sido adoptada por un matrimonio que luego se separó, sufrió el desarraigo constante de tener que vivir en casas de varios parientes lejanos durante su adolescencia. Luego le llegó un éxito mediano al sumarse a la banda de quien sería su esposo, el músico Ike Turner. Con el tiempo, y ya como dúo, serían teloneros de monstruos como Janis Joplin, Cher, Elton John, Ray Charles, James Brown, y Elvis Presley, entre otros. También acompañaron en sus shows a David Bowie, quien sería el responsable de devolver a Tina al éxito; apadrinándola luego de que su matrimonio se convirtiera en una seguidilla de hechos de violencia doméstica. Cuando la carrera solista de la morena estuvo prácticamente estancada, fue Bowie quien hizo lobby para que los directivos de su compañía discográfica se fijaran en el talento de esta gran mujer; que ya acarreaba los años suficientes como para cantar sobre temas maduros sin perder su potencia rockera, y vaya como ejemplo este vademécum de consejos prácticos para ganar dinero a costa del deseo masculino: “Los hombres vienen a este tipo de lugares, y los hombres son todos iguales. No les miras las caras, y menos aún les preguntas su nombre. Ni siquiera piensas en ellos como humanos, no les dedicas ni siquiera un pensamiento. Sólo te concentras en el dinero, mientras pierdes la mirada en un punto en la pared”.

En este videoclip Tina nos da una clínica sobre cómo ejercer el oficio más viejo del mundo, la prostitución. Sin perjuicio de mi opinión personal, la cual me reservo, siempre se nos ha presentado la cosmovisión de que a lo largo de la historia el ser humano se ha encontrado pujando en esta disyuntiva: por un lado se considera a las pulsiones masculinas como algo imposible de detener, y por el otro está la negativa a prohibir totalmente el comercio de sexo para prevenir los desastres que podrían causar los hombres insatisfechos contra el honor y la virtud de las damas de bien. Que un hombre en sus mejores años pudiese acceder a los servicios amatorios de una hermosa mujer era algo que había que permitir como sociedad, para no dar lugar a que se produzcan desmanes y atrocidades. Desde Onán a esta parte, cuanto advenedizo ha aparecido Biblia en mano nos ha enseñado que la simiente del hombre tiene que ser utilizada para procrear. El pueblo de una nación debe crecer en número, y su ejército tiene que ser más numeroso. Es por eso que siempre ha estado mal visto el desperdicio de material genético de parte de los varones. El mensaje incuestionable que nos han transmitido es que el hombre “siempre tiene que querer”. Y si no puede proveerse de una mujer que pueda encargarse de sus necesidades urgentes, no estaría tan mal que pague por ello. Y así nacieron las profesionales del amor, que por lo general también sabían ser bailarinas: “Soy tu bailarina privada, bailo por dinero, y haré lo que quieras que haga… Cualquier buena música que pongas me servirá”. Por la razón que fuere, no es tan poco común ver que las mujeres que se han entrenado como profesionales en las danzas exóticas tengan a mano el hecho de ejercer la prostitución. Así es como en el inconsciente colectivo quedó impregnada esa idea de que se relacione la danza con la oferta sexual, o al menos, sobreentender que pueden ir de la mano. No por nada en este video se nos ilustra mostrando distintos tipos de danzarinas además de las clásicas con tutú, también podemos ver a la desprejuicidada bailarina de cancán, y a la sensual “bailaora” de flamenco. También vemos una geisha, todo un estereotipo equivocado sobre la sumisión sexual de la mujer hacia el hombre.

“Quiero juntar un millón de dólares, quiero vivir en una casa en la playa, tener un marido y algunos hijos. Sí, creo que me gustaría formar una familia”. Como nos deja en claro la letra de la canción, todos tenemos sueños; aún quienes se encuentran en la situación momentánea de tener que ofrecer su cuerpo como un bien de consumo. Siempre me pregunté qué pasará por la cabeza de una mujer que se ve obligada a alquilar su sexo para salir adelante. Cómo serían sus verdaderos sueños, y cómo lucharía contra los prejuicios que se topa día a día; por tratarse de una ocupación tan mal vista por los demás. ¿Serán concientes de que lo que están haciendo es sólo un sacrificio para poder cerrar este capítulo deshonroso de su vida, o esto también será una parte cotidiana de esa realidad que no les permite ver un futuro más allá de sus propias narices? ¿Soñarán con un amor duradero, o ya estarán acostumbradas al desencanto de no ver el rostro de ningún hombre?: “Marcos alemanes o dólares me dan igual. También acepto American Express, muchas gracias. Deja que te afloje esa correa que te ahorca; dime, ¿quieres verme contonearme otra vez?”. Sobre el final Tina decide irse intempestivamente y dejar atrás ese antro, sólo para ser reemplazada inmediátamente por otra mujer más joven y con más ansias de devorarse el mundo; como si nada hubiera ocurrido allí. El mundo sigue girando sin que le importe un rábano qué sueños destroza cuando pone sus engranajes en movimiento. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 10 de septiembre de 2019

Capítulo 236: “Sinkin’ Soon”. Norah Jones. (2007)




Deprimartes hundido:

“Somos un pedazo de pan en la olla de estofado, y la miel en el té. Somos cubos de azúcar, uno o dos terrones en el café negro. La corteza de un pastel de manzana que brilla bajo el sol en la tarde, somos una rueda de queso que vuela alta en el cielo. Pero vamos a hundirnos muy pronto”. Cuando el Jazz se digna bajarse de ese altar en que cree que está y se acerca a otras expresiones musicales no tan pretensiosas como el Pop, pueden aparecer artistas como la cantante y pianista Norah Jones. Su interesantísima voz tiene ese pequeño color distintivo al oído que la hace tan reconocible, y esto probablemente tenga una raíz en la mixtura de sus genes. Hija de madre estadounidense, su padre no la conoció sino hasta casi treinta años después. Y no es un dato menor, ya que se trataba nada más ni nada menos que de Ravi Shankar, el gran maestro oriental que le presentó la música india a The Beatles. Tal vez el mejor instrumentista de su época, destacó tocando el sitar; destino que comparte con su otra famosa hija Anoushka, la media hermana de Norah. Tantos años alejada de su familia hindú, seguramente ensombrecieron el carácter de esta niña como para que nos cante temas que dicen cosas como ésta: “En un bote construido con palos y heno, vamos flotando a la deriva con un capitán que es demasiado orgulloso como para aceptar que ya ha tirado los remos por la borda. Y ahora un muy pequeño agujero se ha transformado en una grieta en este pontón barato, así que el casco ya ha empezado a debilitarse; y vamos a hundirnos muy pronto”. Todo el videoclip de esta canción está filmado en un altillo, y como cualquier oscuro cuarto lleno de tesoros olvidados, éste está lleno de historias. Hasta los ratones que lo habitan parecieran tener cierto talento por vivir entre cosas tan interesantes. Los altillos se nos aparecen en la memoria como esos lugares mágicos de acceso restringido, que son y no son parte integral de un hogar; ya que allí va a parar todo lo que la familia no necesitará en el corto plazo. Viejos electrodomésticos que arreglaremos algún día que nunca llega, instrumentos musicales desvencijados pertenecientes a un par de sueños que tuvimos y que ya han muerto hace mucho. Prendas de vestir y juguetes que han sido usados décadas atrás por personas que nuestra memoria nos asegura sin posibilidad de error que somos nosotros mismos. Tipos de calzado, pelotas y artefactos que darían testimonio ante cualquier juez de que en algún momento de nuestras vidas jugamos a algún deporte, y seguramente de forma vergonzosa.

Los altillos suelen ser un cementerio de momentos, un potencial sitio arqueológico, y el lugar ideal para que se vayan a vivir los fantasmas de nuestros seres queridos. Visitar uno nos exige el mismo temple que necesitaríamos para adentrarnos machete en mano en cualquier ruina ancestral. La pobre iluminación, las capas de polvo y los jirones de telarañas nos avisan que todo lo que está allí tal vez desea permanecer ignorado. Y es que allí habita nuestro pasado. Cualquier cosa que toquemos cobrará vida por un nuevo y breve instante. Al abrir cualquier baúl nos inundará el olor a papel viejo que dispara los recuerdos como si fuera un ejército de luciérnagas revoloteando a nuestro alrededor. Cartas de un tono ocre donde se juraron y perjuraron amores eternos que no siempre lo fueron tanto. Fotografías que nos hablan con palabras que no comprendemos. Alguna baratija ya sin brillo que vale más para nuestro corazón cuanto más anciano se va poniendo. Y todos esos recuerdos nos dicen lo mismo: disfruta del día, porque en poco tiempo todo se va a terminar: “Todo el mundo contenga la respiración, porque nos vamos a hundir muy pronto. Hasta el fondo nos iremos”. Todo nuestro pasado, y el de nuestros afectos, está en ese cuarto, gritándonos que ni siquiera se nos ocurra olvidarlo. E invitándonos a volver más seguido.

“Como el pedazo de pan en la olla de estofado y la miel en el té. Como los cubos de azúcar, ¿quieres uno o dos terrones? No, gracias; ninguno para mí”. Muy alegremente nos sigue susurrando Norah su letanías apocalípticas, y lo hace con una alegre mueca cómplice. Es que de eso nos ha venido cantando todo el tiempo, sobre lo inevitable del destino. Hagamos lo que hagamos, todo terminará; así que, ¿por qué poner mala cara? Disfrutemos, de todas maneras ya nos dimos de narices contra el iceberg. Sigamos escuchando a los músicos tocar, porque en un par de horas (tal vez semanas, tal vez años) todo terminará. Y ya nada importará. Continuemos escuchando a esta orquesta, y que sus acordes nos sirvan como música de fondo para nuestro propio gran final: “Como la rueda de queso que vuela alta en el cielo, bueno, estamos por hundirnos muy pronto”. ¡Feliz Deprimartes!