Deprimartes suicidado:
Jeremy Delle tenía quince años cuando cursaba su segundo
año de estudios en una escuela de Texas. Siendo el típico chico tímido y
retraído con el que cualquier bravucón se hubiera metido sólo por deporte, era
conocido entre sus compañeros por ser muy callado y verse siempre triste. Una
mañana a comienzos de 1991 pidió pasar al frente de su clase como quien fuera a
dar una lección, pero en lugar de eso él tan sólo se colocó un revólver en la
boca y disparó. Un disparo, y luego no hubo nada más. Nadie pudo presentirlo ni
adivinarlo. El niño introvertido al que todos molestaban decidió dejarle grabado
en las retinas un último recuerdo a un grupo al que sentía que no pertenecía. Y
muy lejos de allí, el cantante Eddie Vedder leyó la noticia en un tabloide y
luego de escribir esta canción dijo: “Te suicidas como si quisieras hacer un gran sacrificio para así lograr tu venganza
hacia los demás, y lo único que logras es ser un pequeño párrafo en un
periódico. Nada cambia, tú te has ido y el mundo sigue girando”. Pero la verdad
es que somos lo que ese mundo lleno de extraños atemorizantes nos permite ser. “El
infierno son los otros” decía Jean-Paul Sartre, y parece que tenía razón: “En su casa dibuja montañas con él parado en la cima
mientras brilla un sol amarillo limón. Está alzando sus brazos en ‘V’ y debajo
de él los muertos están tirados en charcos de color rojo oscuro. Papá no le
prestó atención al hecho de que a Mamá el chico no le importaba. El Rey Jeremy
el Malvado regía su propio mundo. Jeremy habló frente a toda la clase hoy”.
Le tomó mucho tiempo –tal vez demasiado- al sistema
educativo de América del Norte el darse cuenta de que aquellos alumnos que
deciden emprenderla a tiros contra sus compañeros son en su mayoría niños
víctima de “bullying”. Durante décadas las autoridades hicieron la vista gorda ante
esa práctica tan barbárica como antigua, ya que se consideraba que las
rencillas en que uno o varios matones atacan a otros niños menos validos son
experiencias que simplemente forman el carácter. Me es inconcebible cómo para
un niño puede resultar algo constructivo el ser maltratado continuamente por
sus pares, y más aún si se trata de individuos frágiles y con el alma carcomida
por las inseguridades: “Papá no le dio afecto y el
niño terminó siendo algo de lo que su madre no estaría orgullosa. El Rey Jeremy
el Malvado regía su propio mundo”. Si a este infierno cotidiano le
sumamos la idea de unos padres ausentes, está servido el caldo de cultivo para
los pensamientos más oscuros que pueda arropar una mente inocente; la mente de
un niño que siente con un dolor gigantesco que no pertenece a ningún lado…
Pero no siempre el bravucón sale de sus correrías libre de
daño. La culpa tiene la particularidad de ser un juez del que es imposible
escapar, y aquí Eddie Vedder habla desde la otra vereda cuando recuerda haberse
comportado de manera abusiva con un chico en sus años de escuela, a quien también
toma como ejemplo en esta canción; como si quisiera hacer catársis con el
oyente: “Recuerdo claramente haber molestado a ese
chico, parecía un imbécil inofensivo; pero nosotros desatamos el león. Rechinó
sus dientes y mordió el pecho de una chica en el recreo, cómo podría olvidarlo.
Entonces me golpeó con un zurdazo tan sorpresivo que me dejó la mandíbula
adolorida y totalmente dislocada, justo como ese otro día; ese día del que escuché
hablar”. Pearl Jam, la banda liderada por Vedder, es otro de los nombres
rutilantes de ese corto pero poderoso movimiento dentro del Rock llamado Grunge;
inmortalizado por bandas como Nirvana, Alice In Chains, y Soundgarden. Y esta
es una de sus canciones emblemáticas, un tema musical ideal para que la
garganta se desgarre desplegando los gritos viscerales que tanto caracterizaron
al sonido de Seattle; esos llantos de un dolor profundo que nacen de la
desesperanza ante un mundo al cual nada le importamos: “Intenten
olvidar esto, intenten borrar esto del pizarrón”. Imposible olvidar. Lo
hecho, hecho está... ¡Feliz Deprimartes!
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