Deprimartes libanés:
“Quiero hablar con Usted. Señor Smith, la última vez que
hablamos Usted me redujo a lágrimas. Le prometo que eso no volverá a ocurrir”. Nos encontramos de frente y sin
previo aviso con una conversación difícil, y lo primero que escuchamos es lo que
nos promete con una seguridad pasmosa una pequeña niña que remeda un diálogo de
la película “Country Girl”. La protagonista de ese filme era Grace Kelly, y esa
actuación le valió un Oscar de la Academia en 1955. Luego sí, comienza la
canción: “¿Te atraigo? ¿Te repugno con mi sonrisa extraña?
¿Soy demasiado indecente? ¿Soy demasiado coqueto? ¿Me gusta lo que a ti te
gusta? Podría ser íntegro o podría ser asqueroso, pero supongo que soy un poco
tímido. ¿Por qué no te gusto? ¿Por qué no te gusto sin que me hagas esforzarme?”.
Hay momentos en que un ser humano hará literalmente cualquier cosa con
tal de agradar a los demás. Y eso es especialmente cierto en la etapa más corta
y vertiginosa de la vida: la adolescencia. La necesidad biológica de encontrar
seguridad en el número convierte en prioridad el encajar en ese grupo a como dé
lugar. No importa si lo que tengamos que afrontar sean años de sacrificio por
cumplir con un estereotipo esperable, el hecho de tener que llevar adelante
como una bandera una estética que no nos pertenece, o soportar sin chistar que
la sociedad nos obligue a frecuentar lugares y costumbres con las que nunca
estaremos del todo cómodos: “Intenté ser como Grace
Kelly pero siempre se ve demasiado triste, así que intenté ser un poco como
Freddie Mercury. Sufro una alocada crisis de identidad”.
“Podría ser marrón, podría ser azul, podría ser violeta como el
cielo, podría ser hiriente, podría ser púrpura, podría ser cualquier cosa que
tú quisieras”. Esa mecánica
de mimetizarse con el otro suele estar potenciada en los artistas que pretenden
alcanzar el éxito comercial. Es increíble la cantidad de cambios por los que atraviesa
el aspecto y el sonido de ciertos músicos sólo por estar a la moda. A la
mayoría de ellos se les nota a simple vista lo forzado de la situación. Y es
que siempre que elegimos ser algo, por decisión propia o porque queremos
intentar agradar, existe una miríada de cosas que renunciamos a ser. No se
puede serlo todo. Ni a la vez, ni cambiando vertiginosamente; todos deseamos
ser algo específico y ser recordados por ello. El problema es que nunca sabemos
exactamente qué deberíamos ser: “Tengo que ser celoso,
tengo que ser malvado, tengo que ser de todo y un poco más. ¿Por qué no te
gusto? ¿Por qué no te gusto? ¡Por qué ya no te largas de aquí!”.
La
protagonista de la canción, Grace Kelly fue un estrella de Hollywood por
derecho propio y una inconfundible figura de la moda en los años ’50. Brilló en
su tiempo, siendo el centro de las miradas de todo el mundo. Terminó por
convertirse en actriz fetiche de Alfred Hitchcock en obras maestras como
“Crimen perfecto”, “La ventana indiscreta” y “Atrapa a un ladrón”. Pero su
importancia en el imaginario popular aún es mayor porque cumplió el sueño de
cualquier mujer de su época: convertirse en princesa. Abandonaría su carrera en
el cine para contraer nupcias con el Príncipe Raniero III de Mónaco y se convertiría
así en Su Alteza Serenísima, la Princesa Grace. La muerte la sorprendió de
forma muy temprana a sus 52 años, luego de que su vehículo se desbarrancara por
una pendiente: “¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudarte?
¿Cómo puedo hacer para que cambies de manera de pensar? Hola cariño, hola
cariño, estoy poniendo mi vida al borde del precipicio”. Y en cuanto a
la voz cantante de este tema tan pegadizo, tenemos aquí otra extraña mezcla que
nos trae el Rock: Mika es un cantante nacido en la ciudad de Beirut, en el
Líbano, y criado en Londres, donde estudió canto operístico. Ha llegado a ser
tan bueno vocalmente que es imposible no compararlo con Freddie Mercury. Tuvo
un puñado más que respetable de éxitos a nivel mundial, pero donde más suceso
ha tenido es en la Europa continental, especialmente en Francia y sobre todo en
Itaila, donde incluso tuvo su propio programa de TV. Se nota que ha tenido una
vida feliz, y no por nada la crítica especializada lo llama “El rey de las
canciones felices”.
“¿Por qué no te gustas a ti mismo? ¿Debería parecer más maduro
para que me tengas en cuenta?”.
Aquí está la clave. Cambiamos tanto para gustarle a los demás que en realidad
terminamos por no gustarnos a nosotros mismos. Nos hemos resignado a ser una
argamasa informe de opiniones dispares y contradictorias, sólo porque en el
fondo no son nuestras opiniones. Somos un compendio de lo que los demás quieren
que seamos para aceptarnos en su manada: “Digo lo
que quieres para satisfacerte, pero tú solo quieres lo que los demás te dicen
que deberías querer”. Ojalá podamos darnos cuenta a tiempo de que
vivimos en una mentira. ¡Feliz Deprimartes!