martes, 27 de agosto de 2019

Capítulo 234: “If You Leave Me Now”. Chicago. (1976)




Deprimartes suplicante:

Hacia comienzos de la década del ’70 estaba afianzándose una nueva cabriola que el Rock intentaba hacer en su afán de expandirse y conquistar nuevos territorios musicales. Este nuevo subgénero que se venía estableciendo desde hacía unos años se dio en llamar Jazz Rock, y se trataba ni más ni menos que de la inclusión de una sección de vientos a lo que es el núcleo de una banda rockera convencional. Así, las trompetas, saxos y trombones se sumarían, no como arreglos eventuales, sino ya como integrantes plenos del conjunto. Era una época de sincretismo en la cual el Rock intentaba amalgamarse con todo y con todos; por ejemplo algo parecido venía haciendo por esos años la Electric Light Orchestra, pero con una sección de instrumentos de cuerda en lugar de vientos. Y entre los grupos que comenzaron a catalogarse bajo esta nueva denominación de Jazz Rock tenemos ejemplos de renombre como Blood Sweat & Tears, y The Mothers Of Invention del genial Frank Zappa. Pero entre todos esos conjuntos, el que mayor éxito comercial obtuvo fue Chicago, cuyas canciones hoy en día son eternas habitués de la programación de trasnoche de las emisoras FM; gracias a su sonido cuidado que en más de una ocasión los acercaba al Soft Rock con baladas como ésta: “Si te marchas ahora te llevarás la mayor parte de mí. Así que por favor, mi amor, no te vayas. Y si te vas ahora me arrancarás el corazón. Así que por favor, mi amor, no te vayas; sólo quiero que te quedes”.

Por supuesto que la estructura musical de cada canción ganaba enormemente en calidad, no sólo por la sumatoria de instrumentos sino también porque los músicos que conformaban estas bandas solían estar muy familiarizados con la riqueza sonora del Jazz y sus variaciones de compases, la compleja elaboración de los arreglos y el virtuosismo que podía apreciarse en los solos. Su música estaba destinada para un público bastante exclusivo, pero en su momento decidieron enfocarse a una audiencia más amplia apelando a letras bien simplistas; que no opacaran el deleite instrumental: “Cuando llegue el día de mañana y los dos lamentemos las cosas que dijimos hoy”. Así fue como tornaron hacia un sonido un poco más comercial y lograron grandísimos éxitos como “Hard To Say I’m Sorry”, o “You’re The Inspiration”, cantados por la aguda voz de su bajista, Peter Cetera; pero una vez que éste se fue de la banda para tener una muy exitosa carrera solista, los Chicago volvieron a sonar con una impronta más jazzera.

“Un amor como el nuestro es el tipo de amor que es difícil de encontrar, ¿cómo podríamos permitir que se nos escape? Hemos llegado muy lejos como para dejar todo esto atrás, ¿cómo podríamos dejar que esto termine así?”. La letra de esta canción no ofrece mucho margen para el análisis. Es una primordial súplica para no ser abandonado por la persona amada. Tan simple como eso, pero ahora bien, ¿no será acaso que todas las canciones que hablan sobre desamor están disfrazando poéticamente este mismo pedido? ¿No nos persigue ese miedo a ser abandonados desde nuestros primeros instantes en este mundo, desde nuestro primer llanto como bebés para que una mano amorosa supla nuestras necesidades más básicas? Por detrás de las palabras que cuidadosamente elegimos para rogarle a nuestro amor que no nos deje atrás se esconde ese terror primigenio a encontrarnos solos y desprotegidos de la seguridad que da el número, como bien sabe la mayoría de las especies animales de este planeta. Por eso es que se nos hace tan doloroso aceptar el punto final con que solemos encontrarnos en una historia de amor: “Sólo quiero conservar tu amor”. Conservar ese amor, no perderlo, como si en eso se nos fuera la vida. Tal vez por eso la tinta ha corrido tan profusamente sobre este tema en las baladas rockeras. Si bien en esos momentos pensamos con el corazón y no con el cerebro, aprender a aceptar la pérdida nos abre el camino para encontrar algo nuevo en un futuro cercano. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 20 de agosto de 2019

Capítulo 233: “I’ll Never Find Another You”. The Seekers. (1964)




Deprimartes australiano:

Me arriesgaré y haré un paralelismo un tanto traído de los pelos: leí una vez que tenemos un conocimiento bastante amplio de la cultura de los aztecas gracias a que justamente fueron aniquilados por los conquistadores españoles. Según esta teoría, el Imperio Azteca estaba condenado a desaparecer por sí mismo y a quedar en el olvido, ya que este pueblo no había hecho una sola contribución significativa a su progreso como civilización. No conocían conceptos tan básicos como el uso de la rueda o la metalurgia del hierro, y no le dejaron al mundo ninguna idea innovadora ni ningún logro destacable más allá de la expansión territorial que lograron a base de violencia y sacrificios humanos. Si bien esta teoría es debatible, pareciera ilustrar bastante bien el concepto de que aquello que no aporta nada nuevo al entorno en que se encuentra está destinado a ser olvidado. Y aquí tenemos uno de esos casos dentro de la Historia del Rock en que un grupo no trae nada nuevo bajo el sol: “Hay un nuevo mundo en algún lugar al cual llaman la Tierra Prometida, y sé que algún día estaré allí si tan sólo tú me tomaras de la mano. Todavía necesitaré que estés a mi lado sin importar lo que haga, porque sé bien que nunca encontraré a alguien como tú”.

De todas maneras estoy hablando de artistas muy talentosos. The Seekers fueron la primera agrupación musical proveniente de la lejana Australia en tener un éxito significativo en EE.UU., y principalmente, en Gran Bretaña, donde consiguieron colocar una seguidilla de éxitos en lo más alto de las listas. Llegaron a actuar en shows acompañando a leyendas como The Beatles y The Rolling Stones, y grabaron nada más ni nada menos que en los míticos estudios de Abbey Road, donde se los puede ver cantando este tema: “Siempre hay alguien para cada uno de nosotros, o al menos así dicen; y quiero que tú seas ese alguien para mí desde ahora y para siempre. Podría buscar a lo largo de todo el mundo hasta que mi vida se acabe, pero sé que jamás encontraré a alguien como tú”. Era evidente que tenían un sonido que estaba orientado hacia un público más adulto que el consumidor joven promedio que había aparecido con la Beatlemanía. The Seekers se oían muy limpios, como recién salidos del coro de la Iglesia luego de un culto dominical. Sus canciones estaban plagadas de de armonizaciones de las cuatro voces de sus integrantes, logrando arrebatadores ensambles vocales; y sus letras solían ser prístinas y optimistas: “Es un viaje muy largo, así que quédate a mi lado; cuando atraviese la tormenta quiero que tú seas mi guía. Sé mi guía”.

Pero aun así era bastante difícil clasificarlos dentro de alguna de las nuevas corrientes de la música Rock. Lo que ellos hacían sonaba demasiado Folk para ser Rock, y demasiado Pop para ser Folk. Esto podría haberles sumado muchísimo con el advenimiento del Hippismo, ya que su sonido no estaba muy lejos del de Scott McKenzie o el de The Mamas And The Papas; pero mientras los jóvenes del Verano del Amor se aventuraban a dejarse el pelo largo y se animaban a vestir ropas multicolores, The Seekers seguían presentándose en público con una imagen pulcra y conservadora de traje y corbata. Hasta tocaban con un contrabajo, instrumento que hacía casi una década que había perdido terreno con la aparición del bajo eléctrico. Fueron una verdadera antigualla, un grupo hermoso de escuchar pero que no supo adaptarse a los cambios que vinieron en una época tan vertiginosa. Y si bien no puede decirse que quedaron en el olvido –ni mucho menos-, si es correcto afirmar que sólo son una postal de una era inocente que duró muy poco y en la que podían cantarse cosas tan ingenuas como ésta: “Si me dieran una fortuna mi felicidad sería muy pequeña, y bien podría perderlo todo mañana mismo sin que eso me importe en absoluto. Pero si llegara a perder tu amor no sabría qué hacer, porque sé muy bien que nunca encontraré a alguien como tú”. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 13 de agosto de 2019

Capítulo 232: “Orinoco Flow”. Enya. (1988)




Deprimartes navegante:

Como resabio de la cultura Hippie quedó flotando en el aire la idea de la Nueva Era de Acuario. Un concepto supuestamente espiritual devenido de la astrología, que le profetizaba a la Humanidad una época dorada de paz y amor. Esto dio pie para la proliferación de todo tipo de sincretismos que metían bajo el mismo paraguas cosas tan disímiles como el reiki japonés, el animismo africano, el yoga hindú, la homeopatía europea, y el chamanismo americano. Un profuso clericó de disciplinas etéreas que bajo el nombre de New Age se transformó en un culto que atrajo a multitudes necesitadas de creer en algo que no fuera una religión tradicional. Y entre las prácticas de estos grupos se encontraba la meditación trascendental, para la cual era más que óptimo usar como fondo una música tranquila y repetitiva que invitara al trance. Esa música se convertiría en el género New Age, que vendría a ser algo así como un pariente lejano y con delirios místicos del Rock: “Déjame navegar, déjame navegar; deja que el Orinoco fluya. Déjame alcanzar, déjame llegar a la playa en las costas de Trípoli. Déjame navegar, déjame navegar; déjame estrellarme contra tu costa. Déjame alcanzar, déjame llegar a la playa más allá del Mar Amarillo”.

Dentro de los artistas fundamentales en la historia de este género figuran nombres como Vangelis, Kitaro, Enigma, Yanni, y Jean-Michel Jarre; pero entre todos ellos destaca el de Eithne Pádraigín Ní Bhraonáin. Por suerte este impronunciable nombre gaélico irlandés es conocido en el resto del mundo por su forma británica: Enya O’Brennan; o más simplificado aún: Enya. Esta increíble cantante con una voz que encierra pura magia druídica es la solista con mayor éxito en ventas en toda la historia de Irlanda, y la segunda artista más importante de esta nación luego de los U2. Trabaja sus canciones en base a sobregrabar su voz infinidad de veces, hasta conseguir capas de texturas tan suaves y envolventes que dan la sensación de que es el viento mismo quien nos canta: “Desde Bissau hasta Palau, a la sombra de Avalón. Desde Fiji a Tiree y las Islas de Ébano. Desde Perú hacia Cebú, siente el poder de Babilonia. Desde Bali hasta Cali, muy por debajo del Mar de Coral”. Ella misma es un gran misterio celta. Nunca ha realizado giras, y son contadas las veces en que se ha presentado en vivo. Jamás se ha casado, y es completamente hermética con respecto a su vida privada. De hecho, vive ella sola en un castillo al pie de la Colina de Killiney, con vista hacia el Mar de Irlanda; ese mismo mar que parece llamar a su alma para que despliegue las velas y vuele hacia costas en las que ningún pie se ha posado antes: “Desde el Norte hasta el Sur, desde Ebudau hacia Jartúm, desde las profundidades del Mar de las Nubes hasta las Islas de la Luna. Llévame sobre las olas a la tierra en que jamás he estado. Llévame a esas tierras que jamás he visto”.

Bien podría decirse que el ser humano se convirtió en lo que es hoy en día gracias a que es el único animal que logró dominar el fuego, o que su historia como tal dio inicio cuando comenzó a dejar registros por escrito de sus acciones y pensamientos; para que su memoria perdurara en el futuro. Ningún otro ser vivo ha hecho algo semejante. Pero en realidad nuestra especie dio un paso enorme en su camino de la evolución una vez que se aventuró más allá de los mares. Cuando logró dominar ese miedo primigenio al océano profundo, que la imaginación le poblaba de monstruos y otros peligros mortales, y logró transformar ese terror en amor poético por el mar; fue allí que la Humanidad literalmente expandió todos sus límites. En definitiva, el ser humano es el mono que aprendió a navegar: “Podemos navegar con la corriente del Orinoco, podemos navegar muy lejos. Podemos dirigirnos y acercarnos con Rob Dickins en el timón. Podemos suspirar y decirle adiós a Ross y a todas sus dependencias. Podemos navegar muy lejos”. Y los límites expandidos no fueron solamente territoriales, porque bien sabido es que viajar amplía nuestra mente. La letra de esta canción de manera sabia nos invita: “Navega lejos”, porque básicamente viajar es una invitación a soñar. “Enciéndete, levántate y di adiós”, nos dice Enya para avivar la flama de la aventura que permanece adormilada en nuestro espíritu. Despidámonos de todo aquello que queramos que nos reciba con una sonrisa el día en que retornemos. Levantemos el ancla que nos aprisiona a la tierra, y salgamos a descubrir qué hay más allá, para así descubrir qué parte de nosotros aún no hemos conocido. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 6 de agosto de 2019

Capítulo 231: “One Way Or Another”. Blondie. (1979)


Deprimartes controlador:

“De una forma o de otra te voy a encontrar y te voy a atrapar, te voy a atrapar, te voy a atrapar. De una forma o de otra te voy a ganar”. Blondie es una banda nacida en la escena Post Punk neoyorkina que se ha caracterizado por alejarse rápidamente de este subgénero y moverse hacia otros estilos de manera ecléctica. Así consiguió alcanzar la cima de los charts con canciones que bien pueden catalogarse dentro de otros géneros como la Música Disco (“Heart Of Glass”), el Rock (“Call Me”), el Rap (“Rapture”) y el Reggae (“The Tide Is High”), entre muchos otros. Es la única banda en llegar al Nº1 de los rankings en las décadas del ’70, ’80 y ’90, y esto sin duda se debe a ese mencionado eclecticismo musical. Y por supuesto que también ayudó a su éxito la figura de su cantante Debbie Harry, una rubia despampanante que llegó a trabajar como conejita de Playboy; y cuya sensualidad arrolladora le ha valido el ser considerada la cantante más sexy de toda la historia del Rock. 

La letra de esta canción me trae ciertos recuerdos… En más de una ocasión he tenido la oportunidad de estar en pareja con niñas que necesitaban controlar demasiado la vida de su compañero, y quiero decir sin dejar un solo atisbo de duda que prefiero bucear en aguas infestadas por tiburones mientras me desangro lentamente antes que volver a compartir mi existencia con una persona posesiva y enferma de celos: “De una forma o de otra te voy a ver, voy a encontrarme contigo, contigo, contigo. Un día, tal vez la semana que viene, voy a encontrarme contigo, contigo, te encontraré. Pasaré conduciendo por el frente de tu casa y si todas las luces están apagadas, trataré de ver quién anda por ahí”. Estamos frente a una cuestión genérica. Cualquiera puede reconocer que aquí se retrata ese arquetipo de novia al parecer bastante común que se dedica a transformar a su hombre en un ser castrado en espíritu, y lo aleja de sus amigos sólo para que su mirada se pose todo el tiempo sobre ella. Su nivel de inseguridad es tal que es capaz de hacer cosas inimaginables sólo para llevar un registro estricto sobre con quiénes se contacta su pareja. La premisa pareciera ser: ¿Para qué confiar, cuando se puede controlar?: “Y si todas las luces están apagadas, seguiré tu autobús hasta el centro de la ciudad para ver con quién estás saliendo”. Si alguien quisiera serle infiel a su pareja, no hay fuerza externa que pudiera impedirlo. Lo que sí logra impedir que busquemos algo por fuera de nuestra relación es el hecho de que nuestra pareja sea un proyecto sano y que nos produzca mayoritariamente felicidad; y también la seguridad de que compartimos la vida con alguien que le hará frente a nuestro lado a todos los problemas que se presenten. 

“De una manera o de otra te voy a perder, voy a dar vuelta la esquina y correr. Voy a quebrar la cintura y vas a perderme el rastro, te voy a engañar, te engañaré”. Volviendo a Debbie Harry, hay que reconocerle a esta rubia calamidad que tiene el physique du rôle perfecto como para cantar sobre las desventuras de una chica que se obsesiona de tal manera con un caballero que empieza a cavilar ideas tormentosas en su cabecita platinada. Las ocurrencias maquiavélicas se cuecen en su cerebro como si fuera una olla a presión a punto de estallar, y es en ese instante de liberación que las leyes del sentido común ya carecen de lógica con tal de vengar el desamor: “Iré al centro comercial y me pararé sobre una pared desde donde pueda verlo todo, averiguaré a quién llamas. Iré tras de ti en el supermercado y pondré comida de ratas en tu carrito, para después perderme entre la multitud”. Gracias a la película “Atracción Fatal” de 1987 todos estamos familiarizados con la figura de la “bunny boiler”, o como se la conoce por estas pampas, la “hervidora de conejos”. Si bien es un extremo muy ficticio, bien podría ser el final de cualquier historia donde la obsesión reemplace al verdadero afecto. Dios nos libre y nos guarde de las locas. ¡Feliz Deprimartes!