martes, 31 de diciembre de 2019

"El ascenso y la caída del Deprimartes y las arañas de Marte”.


Fin de un nuevo ciclo de los Deprimartes, el quinto ya, y no ha sido un esfuerzo menor. De hecho, lo fue más que nunca, ya que me di a la tarea de abarcar la obra no sólo de artistas sobre los que aún no había escrito; sino que también tuve que incluir a solistas y bandas cuya producción nunca me resultó demasiado simpática.

Y así fue como este año revisioné canciones de músicos que por una u otra razón jamás me habían resultado agradables, como lo son Prince, Imagine Dragons, The Monkees, The Killers, Garbage, Roxette, Tina Turner, No Doubt, Eminem, Bon Jovi, y otros. Sí, sé que entre estos artistas hay algunos nombres por los que más de una persona me invitaría a batirme a duelo, pero los gustos son justamente eso: gustos, y no es pertinente sentirse culpable por ellos.

Aún así, ahora que tuve que dedicarles tiempo en mis oídos, más de uno de estos músicos me ha sorprendido. Para bien y para mal. Y otros más me siguen resultando totalmente irrelevantes. Pero para mi beneplácito todavía quedan otros cincuenta nombres que se han quedado afuera de toda selección; y es por eso que con gusto anuncio que habrá una SEXTA TEMPORADA de los Deprimartes. ¿Cuándo? Por supuesto que no lo sé. Resta hacer el mismo trabajo: investigar, traducir, elegir, reflexionar. Tomará un tiempo prudente, pero mi idea sería poder arrancar con este nuevo ciclo de cincuenta canciones en algún momento del año 2020.

Que sea hasta la década que viene entonces, en dónde este humilde escritor se las verá con músicos de la talla de Chuck Berry, The Lovin’ Spoonful, George Michael, Stealers Wheel, Donna Summer, Commodores, Tom Jones, Primus, UB40 y Stone Temple Pilots, entre muchos otros. Todos ellos serán vistos a través del prisma traslúcido y fascinante del existencialismo y la depresión más aguda.

¡Hasta dentro de muy pronto, y Feliz Deprimartes!


martes, 24 de diciembre de 2019

Capítulo 250: “Too Old To Rock ‘n’ Roll: Too Young To Die!”. Jethro Tull. (1976)




Deprimartes motociclista:

Es imposible imaginar la intervención de un instrumento como la flauta traversa en la música moderna sin remitirse a la figura de Ian Anderson, líder indiscutido de un grupo paradigmático del Rock Progresivo como Jethro Tull. Su inconfundible postura al tocar, parado sobre una pierna y con la otra flexionada como si fuera una grulla, es una imagen que se ha convertido en espejo obligatorio para todo aquel que sueñe con ejecutar un solo de flauta en una banda. Los Jethro Tull llevaban por nombre el de un inventor de máquinas agrícolas del Siglo XVIII, y su sonido estaba muy obviamente influenciado por la antigua música campestre inglesa. Son los responsables de verdaderas obras de arte como lo son los álbumes Aqualung y Thick As A Brick, cimas creativas de la primera mitad de los años ’70. Y ya por esa época comenzaban a preguntarse por qué el cuerpo humano no estaba preparado para afrontar el tiránico paso del tiempo: “El viejo rockero solía llevar su pelo demasiado largo y la botamanga de sus pantalones demasiado ajustadas. Siempre se veía pasado de moda y bebía su cerveza demasiado liviana. Lucía una calavera en la hebilla de su cinturón que representaba los sueños del ayer, y con eso él se sentía un profeta de la destrucción. El viento no se colaba por su ropa de dobles costuras mientras sentía su melancolía de la post guerra”.

Desde que se dio a conocer a mediados de la década de 1950, el Rock & Roll ha estado intrínsecamente asociado con una imagen de eterna juventud. Tener veinte años representó desde entonces estar en el mejor momento de nuestras vidas, y esa presunción nos alcanza hasta nuestros días. Pero la cosa nunca había sido así. Antes del Rock todos los niños soñaban con ser adultos, dejar de hacer correrías y ponerse los pantalones largos para enfrentar los problemas con que lidiaba la gente mayor. La juventud era sólo un estado pasajero y de preparación. Todo niño anhelaba tener treinta años, hasta que la visceralidad de la Cultura Rock nos hizo darnos cuenta de que la mejor edad para disfrutar de la vida a todo volumen eran nuestros hoy lejanos y queridos veinte. Ni siquiera llegar a los treinta era importante, ya que varias leyendas del Rock se morían en la cúspide de su gloria apenas llegando a los veintisiete. Entonces, ¿qué pasa cuando nos damos cuenta de que la juventud nos ha pasado de largo y nos queda esa sensación amarga de fiesta terminada? ¿Ya somos viejos? Pero, ¿qué significa ser viejo? ¿Significa que seremos sólo un despojo canoso que recuerda a los trompicones cómo fueron sus mejores momentos?: “Él hace un tiempo tuvo una Harley Davidson y una Triumph Bonneville. Tenía tantos amigos como bujías quemadas en la moto. Y rezaba para que las cosas siempre fueran así, pero hoy es el último de aquellos mecánicos de sangre noble. Ahora todos sus amigos se la pasan perdiendo el tiempo. Cambiaron el camino por el anillo, están todos casados y con tres hijos. Se podría decir que vendieron su alma hace rato. Algunos de ellos tienen sus pequeños coches deportivos, y se reúnen en el club de tenis para tomarse un trago todos los domingos; porque el lunes toca trabajar. Hace mucho que tiraron sus zapatos de gamuza azul”. 

Darse cuenta de que la fiesta se ha terminado puede significar sólo una cosa: sólo queda por delante la vida adulta. Hay que arremangarse y ponerse a limpiar. Hay que pensar en el mañana, en las consecuencias. Hay que hacer planes, incluso si queremos volver a estar de fiesta alguna vez habrá que ponerse a planear cómo organizarla. Dejar de ser jóvenes significa tomar compromisos y responsabilidades. Lo diré una vez más: darse cuenta de que la fiesta se ha terminado puede significar sólo una cosa. Significa justamente eso, que la fiesta se terminó. Ni más ni menos. Y pretender que aún tenemos veinte años y que estaremos de fiesta por siempre puede terminar doliendo mucho más que el golpe con que nos recibirá la realidad: “Y así el viejo rockero toma su motocicleta para hacer una diferencia antes de marcharse. Toma la autopista por Scotch Corner, justo como siempre lo había hecho. Y mientras él vuela unas lágrimas se escapan de sus ojos, y sus últimas palabras azotan el viento dejando un eco detrás. Y golpea el camino yendo a más de ciento veinte, sin tener siquiera espacio suficiente para frenar”.

El horrendo videoclip producido para esta canción es muy propio de su época. Tiene un humor que bien podría ser calificado en estos días como obsoleto, y por momentos llega a tener un aire rancio de machismo exagerado. Aprovechando el histrionismo que Ian Anderson solía desplegar en escena, aquí lo tenemos haciendo las veces de ese motociclista acrobático que no logra reconocer que sus mejores épocas se han ido hace ya mucho. Y salta una última vez para probarse que aún puede hacerlo, o morir intentándolo. A escala menor, es algo que hacemos todos en algún momento; tratar de comprobar si la vida aún nos sonríe. Aunque casi siempre resulta que tan sólo nos está mostrando los dientes: “Ahora es demasiado viejo para el Rock 'n' Roll pero demasiado joven para morir”. El mensaje de la canción no es del todo claro. Bien puede significar que nunca se es lo suficientemente viejo como para dejar de disfrutar de lo que amamos, aunque también puede interpretarse como que nadie sabe retirarse con dignidad.  Pero, ¡tranquilos!, aún nos queda el autoengaño: “No, tu nunca serás demasiado viejo para el Rock 'n' Roll si aún eres demasiado joven para morir”. ¡Feliz Deprimartes y hasta la próxima temporada!

martes, 10 de diciembre de 2019

Capítulo 249: “Say It Isn’t So”. Bon Jovi. (2000)





Deprimartes escenográfico:

Confesé al inicio de esta temporada de Deprimartes que me dedicaría a abordar el repertorio de ciertos artistas que detesto. Así es como por este humilde blog han pasado nombres como Prince, Tina Turner, Roxette, No Doubt, The Monkees, y varios más; músicos todos ellos que no entran ni por casualidad entre mis gustos más laxos. Y otro grupo que bien podríamos añadir a esta colección es la banda de Nueva Jersey fundada por un tal Jon Bon Jovi, y que pretenciosamente lleva como nombre el apellido de su fundador. Representantes arquetípicos del Glam Rock ochentoso, tuvieron el gran acierto de despegarse de esa imagen de metaleros de pelo largo y pañuelo en la cabeza justo antes de que el Grunge de Nirvana hiciera desaparecer ese otro género tan horrendo. Así, los Bon Jovi viraron rápidamente hacia un Hard Rock híper comercial, y si bien no pararon de cosechar éxitos, jamás aportaron nada nuevo a la tan vivaz historia del Rock. Para mi gusto, son pura pose. A pesar de contar en su alineación con músicos enormes como el guitarrista Richie Sambora y el baterista Tico Torres, siempre han sonado muy artificiales, como si lo único que quisieran fuera repetir fórmulas probadas hasta el hartazgo. Algunos hasta se animarían a decir que son sólo una farsa, como la que ellos mismos denuncian en este tema: “No puedo creer que todo haya sido mentira. El hombre no llegó a la Luna, ya que sólo es una gran luz allá en el cielo. Escuché que Disneylandia podría perder a Mickey Mouse en una gigantesca guerra corporativa. Dime que es una pesadilla, por favor despiértame, dime que no es así”.

“Superman en realidad no vuela, todo es un truco hecho con cuerdas. Pero Elvis Presley sí murió, ellos destruyeron por completo al Rey”. Aquel que no sepa quién es Mel Brooks debería ser considerado un analfabeto del humor. Porque luego de haber creado para televisión esa serie de culto que es “El Superagente 86”, éste genio dirigió auténticas joyas del cine cómico, como “Los productores”, “El joven Frankenstein”, “La loca historia del mundo”, y esa maravillosa parodia a “Star Wars” que es “Spaceballs”. Pero entre el público norteamericano prima la idea de que la película más graciosa de todos los tiempos es su “Blazing Saddles”, o como se la conoció por estas pampas: “Locuras en el Oeste”. Esta cinta sobre las improbables aventuras de un sheriff afroamericano en un pueblo del Far West, tenía como broche final una escena antológica. Los protagonistas comenzaban una pelea tan violenta que la trifulca pasaba por las diferentes escenografías de las otras películas que se estaban filmando en los mismos estudios, haciendo que los elencos de los distintos filmes terminen luchando todos contra todos en una situación tan irreal como hilarante. Esta escena es la que parodia el presente videoclip: “Como si se tratara de una rubia cursi que baila en bikini en la playa en una mala película clase B”.

“Encontré una cajita de fósforos con la publicidad de un lugar en el que nunca estuve. ¿Y por qué cuelgas el teléfono en cuanto me ves llegar? Anoche tuve un sueño en el que te perdía y me desperté temblando en medio del sudor frío, rescátame pues mi corazón se está rompiendo”. Todos en algún rincón de nuestra mente soñamos con triunfar en Hollywood. Aunque algunos nos contentamos con objetivos menos ambiciosos y más al alcance de nuestro talento, así que terminamos oficiando como extras en publicidades, tiras y películas. Ese fue mi destino durante cierto tiempo. Trabajé como extra, y recuerdo que la experiencia fue más horrenda de lo que suena. Uno no es mucho más que una parte móvil del decorado de fondo, un mueble con sindicato que es tan sólo un mal necesario para los directores; a los que absolutamente nada les preocupan los sueños de esas personas invisibles que tan sólo anhelan unos pocos segundos de cámara. Y es que pude comprobar que el oficio mudo del extra es parecido a la vida misma, cuando intentamos vivirla como los demás esperan. Da lo mismo si se trata de una película de romanos, un drama romántico, una de vaqueros, o una comedia musical. Nada importa si incluso hay una guerra de pasteles al mejor estilo de Los Tres Chiflados, la cara nos quedará cubierta con crema y así la fama jamás nos alcanzará. Y si nos cruzáramos con algunas estrellas como las que aparecen en el video de esta canción, como Claudia Schiffer, Matt LeBlanc, Emilio Estévez, o el mismísimo Arnold Schwarzenegger; probablemente ni siquiera nos saludarían. Así de inalcanzable es todo. En un set de filmación, como en la vida misma, todo es cartón pintado. Muchas luces de colores frente a las cámaras, y mucha madera mal atornillada sosteniendo las paredes falsas. Todo es una gran mentira. Estamos actuando en esta película que nadie filma rogando que alguien nos grite: “¡Corten!” para que la toma de acción violenta se acabe y comience la escena de amor. Pero nada de eso pasa: “Dime que no es así, dime que no es verdad. Dime que no es así, yo creeré en ti. Dime que es una mentira, no necesito pruebas. Dime que todo está bien, porque no podría pensar que fuiste tú. Dime que no es así, no pierdas tu fe en mí. Dime que no es así, yo no pierdo mi fe en ti. Haz que salgamos de esta oscuridad, podemos hacerlo juntos. Hagamos que todo esté bien”. Tal vez no estemos para grandes cosas. A lo mejor nuestra vida se asemeja más a un filme independiente y de bajo presupuesto, pero lo importante es que veamos al protagonista ser feliz. Eso sin dudas nos llevará al éxito. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 3 de diciembre de 2019

Capítulo 248: “Jeremy”. Pearl Jam. (1992)





Deprimartes suicidado:

Jeremy Delle tenía quince años cuando cursaba su segundo año de estudios en una escuela de Texas. Siendo el típico chico tímido y retraído con el que cualquier bravucón se hubiera metido sólo por deporte, era conocido entre sus compañeros por ser muy callado y verse siempre triste. Una mañana a comienzos de 1991 pidió pasar al frente de su clase como quien fuera a dar una lección, pero en lugar de eso él tan sólo se colocó un revólver en la boca y disparó. Un disparo, y luego no hubo nada más. Nadie pudo presentirlo ni adivinarlo. El niño introvertido al que todos molestaban decidió dejarle grabado en las retinas un último recuerdo a un grupo al que sentía que no pertenecía. Y muy lejos de allí, el cantante Eddie Vedder leyó la noticia en un tabloide y luego de escribir esta canción dijo: “Te suicidas como si quisieras hacer un  gran sacrificio para así lograr tu venganza hacia los demás, y lo único que logras es ser un pequeño párrafo en un periódico. Nada cambia, tú te has ido y el mundo sigue girando”. Pero la verdad es que somos lo que ese mundo lleno de extraños atemorizantes nos permite ser. “El infierno son los otros” decía Jean-Paul Sartre, y parece que tenía razón: “En su casa dibuja montañas con él parado en la cima mientras brilla un sol amarillo limón. Está alzando sus brazos en ‘V’ y debajo de él los muertos están tirados en charcos de color rojo oscuro. Papá no le prestó atención al hecho de que a Mamá el chico no le importaba. El Rey Jeremy el Malvado regía su propio mundo. Jeremy habló frente a toda la clase hoy”. 

Le tomó mucho tiempo –tal vez demasiado- al sistema educativo de América del Norte el darse cuenta de que aquellos alumnos que deciden emprenderla a tiros contra sus compañeros son en su mayoría niños víctima de “bullying”. Durante décadas las autoridades hicieron la vista gorda ante esa práctica tan barbárica como antigua, ya que se consideraba que las rencillas en que uno o varios matones atacan a otros niños menos validos son experiencias que simplemente forman el carácter. Me es inconcebible cómo para un niño puede resultar algo constructivo el ser maltratado continuamente por sus pares, y más aún si se trata de individuos frágiles y con el alma carcomida por las inseguridades: “Papá no le dio afecto y el niño terminó siendo algo de lo que su madre no estaría orgullosa. El Rey Jeremy el Malvado regía su propio mundo”. Si a este infierno cotidiano le sumamos la idea de unos padres ausentes, está servido el caldo de cultivo para los pensamientos más oscuros que pueda arropar una mente inocente; la mente de un niño que siente con un dolor gigantesco que no pertenece a ningún lado…

Pero no siempre el bravucón sale de sus correrías libre de daño. La culpa tiene la particularidad de ser un juez del que es imposible escapar, y aquí Eddie Vedder habla desde la otra vereda cuando recuerda haberse comportado de manera abusiva con un chico en sus años de escuela, a quien también toma como ejemplo en esta canción; como si quisiera hacer catársis con el oyente: “Recuerdo claramente haber molestado a ese chico, parecía un imbécil inofensivo; pero nosotros desatamos el león. Rechinó sus dientes y mordió el pecho de una chica en el recreo, cómo podría olvidarlo. Entonces me golpeó con un zurdazo tan sorpresivo que me dejó la mandíbula adolorida y totalmente dislocada, justo como ese otro día; ese día del que escuché hablar”. Pearl Jam, la banda liderada por Vedder, es otro de los nombres rutilantes de ese corto pero poderoso movimiento dentro del Rock llamado Grunge; inmortalizado por bandas como Nirvana, Alice In Chains, y Soundgarden. Y esta es una de sus canciones emblemáticas, un tema musical ideal para que la garganta se desgarre desplegando los gritos viscerales que tanto caracterizaron al sonido de Seattle; esos llantos de un dolor profundo que nacen de la desesperanza ante un mundo al cual nada le importamos: “Intenten olvidar esto, intenten borrar esto del pizarrón”. Imposible olvidar. Lo hecho, hecho está... ¡Feliz Deprimartes!