Deprimartes lisérgico:
A veces me sorprendo asegurando a los cuatro vientos que
1967 fue el mejor año de la historia de la humanidad. Si esta afirmación suena grandilocuente
es porque de seguro tiene un buen grado de pedantería, pero no creo estar
exagerando demasiado; al menos no desde la óptica de un melómano apasionado por
la historia del Rock. En este año empezó a resultar inocultable la tremenda
carga experimental y artística de las grabaciones que desde hacía ya unos meses
venían editando los músicos populares. Y por supuesto que en todo esto hay un
culpable, y ese culpable se llama LSD: “La sensatez
y la inocencia están arruinando a la humanidad. Reyes muertos, muchas cosas que
no puedo describir. Ocasiones y persuasiones que confunden tu mente. Incienso y
menta, el color del tiempo”. El Flower Power con sus colores
estridentes, sus pancartas de amor y paz, y sus ganas de expandir la mente tomaba
por asalto la cultura occidental. Ahora todos los músicos de nuestro querido
Rock estaban haciendo cosas interesantes en esa época que hoy se conoce como
“el Verano del Amor”. Y así, mientras Cream editaba su obra maestra “Disraeli
Gears”, The Moody Blues creaba el Rock Sinfónico, Jimmi Hendrix empezaba a
suplantar a Dios, The Doors y Pink Floyd se anunciaban al mundo con un disco
debut, The Rolling Stones daban un paso en falso en eso de imitar a The
Beatles, y los cuatro de Liverpool le regalaban al mundo su glorioso “Sgt.
Pepper’s Lonely Hearts Club Band”; la obra que consagró de manera innegable al
Rock como una forma de arte.
En medio de toda esta revolución pacífica es que vio la luz
el grupo californiano Strawberry Alarm Clock, una banda
cuya imagen ha quedado asociada para siempre con el hippismo. Y para muestra
basta con ver el video de esta canción, que parece una incandescente alegoría
a los fulgurantes matices de la psicodelia: “¿A
quién le importa qué juegos elegimos jugar? Hay poco para ganar, pero nada que
perder”. Las vestimentas que se pueden apreciar en el videoclip hablan
por sí solas, son la expresión misma del descubrimiento de los colores del alma.
Las tonalidades parecen estar vivas al mostrarnos todo un espectro tornasolado
característico de las experiencias lisérgicas. Pero esa estética también es una
declaración de principios. Es una orgullosa ruptura con la monotonía en blanco
y negro del pasado reciente, una invitación a dejar volar la imaginación y los
sentidos… Ojalá la gente aún se vistiese como los hippies lo hacían en 1967…
“Incienso y menta, sustantivos sin sentido.
Enciéndete y sintonízate, has que tus ojos giren y mírate a ti mismo. ¡Sí!”. Esta frase es un
claro homenaje al lema “Turn on, tune in, drop out” con el que el psicólogo Timothy Leary, el gurú del ácido lisérgirco, quería convencer a
todo el mundo de que tomara LSD: “Enciéndete, sintonízate y déjate llevar”. El
mismo maravilloso año de 1967 dijo esto en el Festival “Human Be-in” en San
Francisco, y así dio inicio el reinado de los hippies. Tan convencido estaba Leary
de que la expansión de la mente habría de cambiar la sociedad en la que vivimos,
que el mismo sistema comenzó a verlo como a un enemigo y lo mandó a reformarse
durante un par de años a la cárcel. Ya supo advertirnos de esto oportunamente
John Lennon, cuando nos cantó sobre aquello de que en realidad todos queremos
cambiar el mundo, sólo que todos queremos tener un mundo distinto. La canción termina
con una estrofa que es otro galimatías imaginativo: “Para
dividir este mundo bizco en dos debes arrojar tu orgullo a un lado. Es lo menos
que puedes hacer. Beatniks y políticos, no hay nada nuevo. El criterio de los
lunáticos es tan sólo un punto de vista”. Así
es, todos tenemos un punto de vista. El mío es bastante multicolor… ¡Feliz
Deprimartes!
https://www.youtube.com/watch?v=4rw1_FNdy-Y