martes, 30 de septiembre de 2014

Deprimartes has just left the building!



Han sido dos años excelentes. Pude poner a criterio de quien quiera leer este blog, un estupendo material, y estoy más que conforme con todo el trabajo que realicé. Tomé lo que comenzó como una serie de publicaciones informales en una red social, para convertirlo en un intento de análisis del Rock & Roll, desde su costado más melancólico. Y lo digo con cierto desparpajo: creo haberlo logrado.



Fueron dos años de trabajo arduo, pero todavía se me vienen a la memoria algunos nombres, como Janis Joplin, Yes, Guns’N’Roses, Cream, Duran Duran, Culture Club, Stevie Ray Vaughan, Cat Stevens, Beck, y tantos otros… Quedaron tantos artistas sin abarcar en los dos primeros años de Deprimartes, que es toda una tentación hacer otro año, como para no dejarlos afuera.

Claro que esto demanda trabajo. Mi idea es todavía no repetir artistas, eso quedará para hipotéticas futuras temporadas. Pero hay que seleccionar cincuenta videos, traducir sus letras, reflexionar un poco sobre qué filosofar, escribir, corregir… Y… Bueno, eso es todo. Yo sé que escrito no parece tanto, pero lo es. Ya he comenzado a preseleccionar temas para una nueva temporada de Deprimartes, la cual seguramente esté en pleno funcionamiento antes de terminar el año. Espero estar a la altura de las circunstancias.



Ah, y por cierto: Se aceptan sugerencias.

martes, 16 de septiembre de 2014

Capítulo 100: “Dust In The Wind”: Kansas. (1977)




Deprimartes funeral:

No somos nada… Han pasado ya dos años y cien Deprimartes. Probablemente se ha cumplido un ciclo, y tal vez haya llegado la hora de dar vuelta la página y seguir adelante. ¿Hacia dónde? Quién sabe… Lo mejor será dejarse llevar por el viento, porque aunque me niegue a aceptarlo, aquello que siento, lo que pienso, y lo que soy, algún día todo eso será sólo un manojo de cenizas que se esparcirá por los rincones a merced de cualquier brisa: “Cierro los ojos sólo por un momento, y siento cómo ese momento se va. Todos mis sueños pasan ante mi vista como una simple curiosidad. Polvo en el viento. Sólo somos polvo en el viento”.

Esta bellísima y melancólica balada de corte existencialista vio la luz allá por mediados de los años ‘70 interpretada por el grupo Kansas, una agrupación cuyo repertorio suele ser bastante más potente que lo que sugiere el contrapunto melódico de guitarras de este gran clásico. Desde entonces, en los países anglófonos se ha transformado en la banda de sonido preferida para la mayoría de los entierros: “La misma vieja canción. Sólo una gota de agua en un mar infinito. Todo lo que hacemos se terminará derrumbando aunque nos neguemos a aceptarlo. Polvo en el viento. Sólo somos polvo en el viento”.


Alguna vez escuché por ahí una frase que se quedó conmigo para siempre: “somos sólo una anécdota en el tiempo”. Y es así, en mil años, tal vez en cien o en menos, no quedará prácticamente rastro del paso de cada uno de nosotros sobre este mundo. Así que hagamos que realmente valga la pena ese poco tiempo que se nos ha dado para vivir. Disfrutémoslo, porque este tiempo es exclusivamente nuestro, y no habrá libro alguno que registre nuestras memorias. Y si lo hubiese, no habría interesados en leerlas; así que vivamos y dejemos que a todo lo demás se lo lleve el viento: “No esperes para hacer las cosas. Nada dura para siempre, excepto el cielo y la tierra. El tiempo se escapa, y todo tu dinero no va a comprarte ni un solo minuto más de vida. Polvo en el viento. Sólo somos polvo en el viento. Todo es polvo en el viento”. No somos nada. No somos nada más que seres humanos. De eso se han tratado estos últimos dos años, de demostrar que nos es imposible desprendernos de nuestra propia naturaleza de seres mortales… Cenizas a las cenizas, y polvo al polvo. Todo tiene un final… ¡Feliz Deprimartes!

martes, 9 de septiembre de 2014

Capítulo 99: “Two Of Us”: The Beatles. (1970)




Deprimartes sinérgico:

“Dos de nosotros conduciendo sin un destino específico, gastándonos el sueldo de alguien que seguramente lo ganó con mucho esfuerzo. Tú y yo manejando un día domingo, sin poder llegar a casa en nuestro viaje de regreso. Estamos volviendo a casa”. ¿Qué puede decirse de The Beatles que aún no se haya dicho? Nada, literalmente; se ha intentado una y otra vez decirlo todo sobre ellos, porque este grupo ha sido a la historia de la música moderna lo que es un orgasmo a la vida de cualquier persona: algo casi imposible de describir, ya que presentimos que no debe haber palabras que puedan hacerles justicia. Aún hoy, luego de escuchar tanta y tan variada música, prácticamente nada se les compara en su cualidad de inoxidables. Su música, casi como un elemento divino, no se corrompe con el tiempo. Al igual que el oro, parecen no perder el brillo jamás; y ante sus canciones uno tiene la misma sensación que al estar contemplando “Las meninas” de Velázquez en el Museo del Prado. Se siente que estamos frente a algo que trascenderá el tiempo mucho después de que nuestro nombre haya sido olvidado.

Esta canción pareciera describir casi sin querer ese acuerdo tácito que existió entre sus dos mayores compositores. La maravillosa unión entre un maniático musical y un genio creativo. Eso eran James Paul McCartney y John Winston Lennon. Dos simples integrantes de la clase obrera de un puerto perdido en el norte inglés, que escondían un cóctel poderosísimo en cuanto a su acople musical. No hubo antes ni volverá a haber una dupla compositiva tan exitosa. Y eso que ellos se describían de una manera bien simplona: “Dos de nosotros mandando postales, escribiendo cartas sobre mi pared. Tú y yo quemando fósforos, metiéndonos por las ventanas, mientras tratamos de volver a casa. Estamos volviendo a casa”. Es obvio que la canción fue escrita por Paul para celebrar su último escape con su nueva novia, quien sería su gran amor, la fotógrafa Linda Eastman. Pero desde un punto de vista metafórico bien podría aplicarse al camino recorrido con su compañero de banda, con quien aquí hacen un excelente dueto a lo largo de toda la canción.


“Tú y yo tenemos recuerdos que son más grandes que el camino que se extiende delante nuestro”. Los Beatles grabaron trece álbumes en sólo siete años –sin contar que uno de esos álbumes es doble, y sin contar tampoco que grabaron la cantidad de simples necesarios como para llenar dos álbumes más-, lo cual los convierte en una banda con un inigualable promedio de edición de material. La dupla Lennon-McCartney componía a toda marcha, y los arreglos musicales con los que colaboraban George Harrison y Ringo Starr no hacían más que comprobar lo que es la sinergia: la suma de las partes es muy superior a lo que esas partes pueden hacer por sí mismas. Y aún así, cuando grabaron este tema, ya estaban casi separados. Fue el último día de las infames sesiones del disco “Let It Be”, un día después de haber tocado en la terraza de los edificios Apple el que sería su último concierto. En medio de discusiones y sinsabores, estaban terminando ese largo y sinuoso camino de regreso a casa; y atrás habían quedado sus mejores aventuras: “Dos de nosotros usando impermeables, parados solos bajo el sol. Tú y yo corriendo atrás de papeles, sin llegar a nada, en nuestro viaje de regreso a casa. Estamos volviendo a casa”. Se fue con ellos una historia insuperable, un viaje mágico y misterioso –como lo es este hermoso video de reciente factura- que como todo buen cuento de hadas, en algún momento debe terminar… Aunque siempre podremos volver a convocar el hechizo, con simplemente escucharlos otra vez. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 2 de septiembre de 2014

Capítulo 98: “The Gambler”: Kenny Rogers. (1978)




Deprimartes tahúr:

Éste es un himno indiscutido del Country, un género americano muy propio de la primera mitad del siglo XX, y uno de los padres genéticos de nuestro querido Rock & Roll. Siempre agradable de escuchar, abordando temas simples y cotidianos en su lírica, tiene una impronta inconfundible con lo campirano, lo sencillo y lo honesto de corazón. Su cruza con el Blues, más oscuro en sus temáticas y obviamente más retorcido como expresión de lamento, le dieron un marco perfecto al surgimiento de la primera era del Rock: “En una calurosa tarde de verano, en un tren que no iba a ningún lugar, me topé con el Jugador. Los dos estábamos demasiado cansados como para dormir. Así que mientras tomábamos turnos para ver como oscurecía por la ventana, el aburrimiento nos ganó, y él comenzó a hablar”.

“Me dijo: ‘Hijo, me pasé la vida leyendo la cara de la gente. Conozco qué cartas tienen sólo por la forma en que mueven los ojos. Así que, si no te importa que te lo diga, puedo ver que te quedaste sin ases que jugar. Por un poco de tu whiskey, te voy a dar un consejo’. Así que le pasé mi botella, y se tomó hasta el último sorbo. Sacó un cigarro y me pidió fuego”. Un simple video, con una muy fotográfica puesta en escena, nos pinta de cuerpo entero ese personaje elusivo que es el jugador empedernido. Bordeando la ludopatía, adorador del alcohol y de ciertos supuestos “códigos de la vida” que terminan siempre por sumirlo en algún lugar oscuro y miserable, luce las sienes templadas por las marcas de sus incontables fracasos sobre el paño. Aún así, guarda una extraña sensación de honor que no puede describir correctamente, más que nada, porque ese mismo código al que se apega lo lleva inexorablemente a la ruina. Nótese que el Jugador de esta canción, experimentadísimo en el juego del póker, da el último gran discurso de su vida luego de haber mendigado un trago de whiskey.

Cantante emblemático de la música Country, Kenny Rogers comenzó experimentando con el Rock Psicodélico, pero supo volver a sus fuentes para triunfar; y no se quedó en su Olimpo sino que consiguió trascender y hacer llegar su voz a través de otros géneros al público masivo. Todo un prócer de la música por derecho propio, cuenta con un puñado de canciones que se han vuelto híper conocidas. Aquí se animó a abordar el tema del juego por dinero y sus acólitos sentados frente a una mesa de paño verde: “La noche se puso mortalmente silenciosa, su cara perdió toda expresión, y dijo: ‘Si vas a jugar el juego, tienes que aprender a jugarlo bien. Todo jugador que se precie de serlo sabe que el secreto para sobrevivir es saber de qué cartas deshacerse y cuáles conservar. Porque con cada mano hay un ganador. Y con cada mano hay un perdedor. Y lo mejor que puedes esperar que te pase, es morirte mientras duermes’. Y cuando terminó de hablar, se volvió hacia la ventana, apagó su cigarro y cayó en un sueño profundo. Y en algún lugar de esa oscuridad, el Jugador salió sin perder ni ganar. Y en sus últimas palabras encontré un as que me pude guardar”.


Y pareciera ser que la gran lección que nos deja este tipo de personajes, es que no se juega en realidad por dinero. Se juega por la simple diversión de jugar. Porque el dinero no existe para retenerlo, sino para desperdiciarlo. Será por eso tal vez que este tipo de personas siempre están cortos de efectivo. Recuerdo las sabias palabras del mejor futbolista escocés que existió, un tal George Best, quien una vez dijo: “La mitad de mi fortuna la gasté en drogas y en prostitutas. La otra mitad, la malgasté”. He aquí el gran secreto de nuestro Jugador: “Tienes que saber cuándo tenerlos expectantes, cuándo doblar la apuesta, cuándo retirarte, y cuándo salir corriendo. Pero nunca cuentes tu dinero mientras estás sentado a la mesa, ya habrá tiempo suficiente para contar cuando el juego haya terminado”. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 26 de agosto de 2014

Capítulo 97: “The Friends Of Mr. Cairo”: Jon & Vangelis. (1981)





Deprimartes hampón:

¿Qué tipo de hechizo nos arrojan las películas del género policial negro? Personalmente, sé de gente que le vendería su alma a Asmodeo con tal de defender este rubro. Ya a mediados del siglo pasado todos parecían saber lo adictivo que es el género: “Ahora existe una nueva riqueza, que puede distribuirse como una película en blanco y negro que haga feliz a la gente. Es un regalo impresionante, que también puede terminar por arruinar a esa misma gente”. Este improbable pero increíble dúo, conformado por la angelical voz de Jon Anderson, y el talento del genial tecladista griego Vangelis Papathanassiou, ideó esta revisión de las primeras décadas de la historia norteamericana moderna, haciendo foco en la oscuridad de la vida de esos años de entreguerras. Vangelis, además de hacerse acreedor a un premio Oscar por su archiconocida banda de sonido para la película “Carrozas de fuego”, alumbró la perfección del sonido electrónico a través de álbumes de una hermosura ultraterrena, como “Heaven And Hell”, “Spiral”, y la música que compuso para el filme “Bladerunner”, entre otros. Es el único artista con la capacidad de hacer estallar el sonido como lo haría un cristal cuando se hace añicos. Y Jon Anderson, bueno… ¿Qué podría decirse de malo del frontman de una banda tan enorme como Yes? Absolutamente nada.

Para entender la letra de este tema, es casi imprescindible haber visto el Manifiesto del Policial Negro, la película “El halcón maltés”, estelarizada por Humphrey Bogart. Y, como ustedes descubrirán, yo no la he visto; así que haré lo que pueda: “Ella vino, como si esto fuera un libro de Mickey Spillane, a contar que aquella oscura emboscada de sábado por la noche había dejado a su amigo lleno de plomo. Pero entonces, como si ya nada fuera lo mismo, la investigación pasó a ser lo único importante. Él tuvo que chequear la coartada de la señorita”.

“Sam Spade y su amigo Archer habían sido los primeros en llegar. Él fue tratando de entender a medida que ella confesaba…”. La trama va tomando forma. Y entonces aparece un ícono infaltable de este tipo de filmes: el narrador en primera persona, la voz del mismo protagonista contándonos cada cosa que se le cruza por el pensamiento: “Pero, ¿cómo podían conocer al Gordo?... Su hermana no podría haber estado viviendo con semejante confusión… Siguiendo esa pista finalmente dio con el Gordo, para terminar enfrentando a los amigos del Señor Cairo”. Todos los personajes de estas historias no logran encajar bien en las categorías de héroe o villano. Sus andanzas conforman las desventuras de unos verdaderos antihéroes, tropezando en una vasta escala de tonos oscuros: "Esa noche, el traidor hizo las cosas bien. Fingiendo que era un debilucho, engañó a Sam con un gin doble y lo puso a dormir. Cuando él se despertó, todos se habían ido, pero le habían dejado su arma y una nota con la pista que lo conduciría a encontrar el halcón maltés”.


El siguiente fragmento de la letra, nos sintetiza cómo fue cambiando el mundo en esa época, con el surgir de los medios de comunicación y el fin del poderío de los grandes Capos de la Mafia: “Las películas de gangsters de comienzos de los años ’30 estaban hechas para hechizar a la población. Sus historias iban desde Chicago a Hong Kong, pasando por Estambul. En la época de la Ley Seca, el dinero fluía por medio de las sucias ratas del contrabando a las órdenes de la mafia. A través de las historias que nos contaba Hollywood, veíamos en una gran interpretación cómo Al Capone acababa en prisión, mientras El Ciudadano Kane terminaba de filmarse a las corridas y conquistaba a la vieja Nueva York. Y como una broma del destino la televisión se convirtió en el medio más importante del mundo. Allí pudimos ver a James Cagney cualquier día, y a Jimmy Stewart queriendo ser Presidente. Y también a todos esos muchachos que siempre disparan entre los ojos”. Hoy suena todo tan vertiginoso, pero lo cierto es que hace unas décadas, la concepción del tiempo era otra. Hoy sí que estamos corriendo. En aquellos tiempos, aún los cambios se vivían como quien los degusta… O los sufre. Por ejemplo, en este otro fragmento tenemos la palabra de un actor que, como muchos de esa época, no lograba digerir el paso del formato blanco y negro al cine sonoro: “¿Habrá trabajo fuera de los grandes estudios? Tal vez tenga una posibilidad favorable, y tengo que aceptar que quizás sea la única. Todo lo que conozco podría desvanecerse cuando lleguen los colores. Esa chance que tengo, como una fruta prohibida, es lo que puede hacerme sobrevivir. Es lo único que vale”. ¡Feliz Deprimartes!