martes, 27 de enero de 2015

Capítulo 103: “Cold Shot”: Stevie Ray Vaughan. (1984)






Deprimartes blusero:



Ya he hablado acerca de la música country como uno de los ingredientes principales de aquella mezcolanza que terminó por conformar el Rock & Roll. Otro de los componentes de esa fórmula –tal vez el más importante- ha sido sin dudas el blues. Nacido en el sur pobre de los Estados Unidos, el blues cuenta con la particularidad de tener un tiempo más por cada compás, lo cual lo diferencia del rock en sí mismo. Esto hace que cada compás sea más largo, de un ritmo más cansino, ideal para desarrollar una expresividad melancólica. Y como música eminentemente negra, tuvo unas cuantas sorpresas en sus intérpretes de raza blanca. Este es un buen ejemplo: “Antes ella era una mujer muy dulce, disfrutábamos juntos de su amor. Pero cuando ahora quiero acercarme para besarla, mi piel parece no significarle nada. Y es como si fuera un disparo a sangre fría. Sí; es una porquería… Dejé que nuestro amor se muriera”.



Stevie Ray Vaughan fue una bocanada de aire fresco en sí mismo. Le dio una renovada vitalidad al blues, y nada menos que en la década del ’80, en la cual cabalgaba rampante el rock electrónico de la New Wave. Los virtuosos bluseros negros estaban escondidos en bares de pronóstico terminal, y apareció este blanquito de sombrero y pinta bohemia, con un estilo personalísimo, y al frente de su banda Double Trouble (otros dos blanquitos talentosos) vino a demostrar una vez más que el blues no es azul. Ni negro. Ni blanco. Simplemente, está vivo; y eso es lo único que importa. Para 1990 su rebeldía se cayó junto con su helicóptero, y se nos murió demasiado temprano; algo que parece ser moneda corriente dentro del Mundo Rock. De ese accidente no sobrevivió, a diferencia de lo que le ocurre a Stevie en el videoclip de esta canción: “Recuerda la manera en que me amabas, hacías lo que te pedía. Y ahora si te veo por la calle, ni siquiera me dirías la hora”. Apostando a la hilaridad, el video caricaturiza la crisis de una pareja bastante despareja. Ella es una “pseudo diva” con tanto carisma como sobrepeso, y él un hombre perdidamente enamorado de su único amor: su guitarra. Las disputas siempre se resuelven de la misma manera. Ella lo manda al hospital. Casi casi, un matrimonio común y corriente: “Realmente quise disculparme por todo el dolor que te causé, y tú sólo me respondiste yéndote de todas maneras”.



¿Qué hacer cuando sentimos que el amor se nos muere? ¿Reaccionamos con algún manotazo desesperado? ¿Seguimos por inercia, rogando que ocurra un milagro? ¿O nos dejamos derrotar por la apatía? Dependerá en gran medida de cuánto de amor aún nos quede por quien nos acompaña en este bote que se hunde. Más de uno querrá fundirse en un abrazo solamente con su chaleco salvavidas. Otros, se hundirán con su embarcación, como buen capitán; y al menos les quedará el honor. Y esto último es lo que suele perder la mayoría, el honor. Todos en algún momento nos hemos vuelto patéticos sólo por salvar nuestro amor… Recordando a la distancia, nos queda el consuelo de saber que no nos ahogamos, y que pudimos capitanear otro bote: “Esto es tan triste… Es muy malo… No dejes que nuestro verdadero amor se muera”. Mientras se hunde nuestro barco, alcemos una copa de agua salada y brindemos por el amor que ya no es. ¡Salud! ¡Feliz Deprimartes!

martes, 20 de enero de 2015

Capítulo 102: “Mmm Mmm Mmm Mmm”: The Crash Test Dummies. (1993)




Deprimartes murmurante:



Historias disfuncionales. Parece que de eso está hecha la vida. Si le echamos un vistazo a nuestra infancia, veremos qué lejos estamos de esa ficción idílica de la niñez dorada creciendo en el seno de una amorosa familia perfecta. Mientras nos convertíamos en adultos, a casi todos nos tocó bailar con la más fea. A todos, plus minusve, nos pasaron cosas como estas: “Había una vez un chico que no pudo llegar a la escuela por culpa de un accidente de autos. Pero para cuando volvió a su casa, su cabello se había vuelto completamente blanco. Él dijo que eso pasó porque vio que los coches chocaron muy fuerte”.



The Crash Test Dummies –excelente nombre para una banda, “Los muñecos de pruebas de choques”- son una agrupación musical canadiense, que a principios de los ’90 lograron ubicar un par de éxitos en las listas. Y tuvieron la maestría de colocar este Nº1 cuyo título y estribillo son sólo una onomatopeya: “Mmm mmm mmm mmm”. Interesante puesta en escena la de este videoclip, valiendo la redundancia, ya que vemos una obra de teatro infantil; que da testimonio de cada uno de los casos. La simpatía que aporta el grupito de niños actuando ameniza bastante lo patético de cada historia: “Había una vez una chica que no iba a cambiarse al vestuario con las otras niñas. Pero cuando finalmente las demás la obligaron a hacerlo, vieron que tenía marcas por todo el cuerpo. La chica no pudo explicar por qué tenía las marcas, simplemente había nacido con ellas”.



Y, ¿por qué negarlo?: existe una breve y maliciosa revancha, una pequeña delicia de la vida que alimenta nuestro costado más oscuro; y es cuando vemos que otros tuvieron menos fortuna que nosotros en la lotería de los problemas: “Ambos, la chica y el muchacho, se pusieron felices; porque a otro chico le pasó algo todavía peor”.



Pero, ¡a no desesperar! Tal vez tengamos oportunidad de conjurar estos traumas en el futuro, terapia mediante. O tal vez lo hagamos antes. Al menos, eso hace el protagonista de nuestro siguiente caso. En el video, tiene ocasión de representar aquello que lo aqueja, devolviéndoles la pelota a sus padres, que están entre el público: “Porque entonces apareció este chico cuyos padres lo hacían volver directamente a su casa después de la escuela. Y entonces iban a la iglesia, y todos empezaban a tambalearse y a sacudirse por todo el piso. El chico no podía explicar por qué lo hacían, simplemente, habían ido allí toda la vida”. Vistas a la distancia, una vez que crecemos, este tipo de historias no parecen más que anécdotas. Pero cuando éramos niños esos eran los dragones a los que nos teníamos que enfrentar para volvernos adultos. Cómo librábamos esas batallas, y el resultado de las mismas, era lo que nos configuraría como futuros seres sociales. En estas pequeñas anécdotas es donde yace escondido el niño lloroso que aún somos. Recordémoslo de vez en cuando con afecto, porque creo que aún está llorando. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 13 de enero de 2015

Capítulo 101: “Video Killed The Radio Star”: The Buggles. (1979)




Deprimartes radial:



Si consideramos que el Rock & Roll nació en el primer lustro de la década del ’50, y que abandonó el “mainstream” musical a fines de la primera década del siglo XXI, entonces tenemos unos buenos cincuenta años de historia. Algo que ningún otro género musical logró alcanzar con semejante popularidad. En sus comienzos, ésta música revolucionaria sólo podía ser escuchada comprando un disco o sintonizando una radio – en muchos casos, y debido a la insubordinación que causaba entre los jóvenes, había que sintonizar alguna emisora clandestina- : “Te escuché en la radio inalámbrica en el cincuenta y dos, yo estaba tirado en el piso, tratando de sintonizarte. No me importaba que fuera demasiado joven, yo sólo quería escucharte”.



Si consideramos que la historia tuvo aproximadamente esa extensión, justo a la mitad ocurrió algo que sin duda alguna dividió esa historia en dos mitades: En 1981 comenzó a transmitir la cadena MTV. Y no es un detalle menor. Un canal de televisión por cable íntegramente dedicado a transmitir videos musicales. Nadie puede estar seguro de si figuraba en los planes de la emisora tener la repercusión que tuvo, ya que generó una retroalimentación espectacular en el mundo musical. A partir de entonces, no hubo banda ni solista que pensara que podía llegar al estrellato sin un “video clip”. “Me encontré con tus hijos… ¿Ya les contaste que el video mató a la estrella de radio?”.



“Se apropiaron de tu segunda sinfonía, reescribiéndola con máquinas y tecnología. Y ahora veo los problemas que enfrentas”. Cambió todo el escenario rockero. La música encontró el vehículo perfecto para huir – ¡por fin!– del aburrido fin de fiesta en que se había convertido la Fiebre Disco; el movimiento New Wave tomó como bandera a la emisora para potenciar su llegada al público; y de repente para cualquier artista, tener un video era mucho más importante que tener un buen tema musical. Esto conllevó una cierta debacle, con músicos que realmente supieron sacarle partido a este nuevo medio de comunicación, y otros, la gran mayoría, que se empalagaron haciendo bodrios supuestamente artísticos, imposibles de digerir: “En mi mente y en mi auto, no logro rebobinar; siento que hemos ido demasiado lejos… Las imágenes vinieron para destrozar tu corazón. Échale la culpa a la cámara de video”. Le tomaría a la cadena televisiva aproximadamente diez años estabilizar este desbalance, y convertir la confección de videos en todo un arte, acaparando y pariendo nuevos talentos para la industria cinematográfica de la década siguiente.

 
The Buggles prácticamente nunca se presentaron en vivo. Han sido casi una broma artística de parte de dos muy talentosos músicos; cuyo mayor éxito vino de la mano de la elección a adrede de este tema para la inauguración de MTV. Más allá de este detalle, ambos músicos han participado en más de una ocasión de la alineación nada menos que de la banda progresiva Yes, y también han tenido caminos exitosos por separado. Trevor Horn es uno de los mayores y más respetados productores musicales existentes. Y Geoff Downes fundó el súper grupo Asia con miembros de King Crimson, Yes y Emerson, Lake & Palmer, entre otros… Casi nada, eh.


El tema, y su icónico video, tratan esencialmente sobre un artista perdido en los mares del olvido, alguien que tuvo su momento de gloria y que no supo adaptarse a los nuevos formatos tecnológicos. Algo parecido a lo que le ocurre al personaje interpretado por Jean Dujardin en la excelente película “El artista”. Es así, anclarse en el pasado es perdurar en el tiempo sólo como un simple recuerdo: “Y ahora nos encontramos en un estudio abandonado, escuchamos la vieja cinta, parecía que fue hace tanto tiempo… Y tú aún te acordabas de cómo iba la melodía. Fuiste la primera estrella. Fuiste la última”. En el final nos encontramos con un mantra que nos invita a no perder la fe, a no dejar de ser quienes en realidad somos, quienes estamos destinados a ser; aunque ya no haya tiempo ni lugar para nosotros en este nuevo mundo: “Tú eres la Estrella de radio”. Nuevamente, es un gusto decirles: ¡Feliz Deprimartes!

martes, 6 de enero de 2015

Uno, dos, tres… ¡Catorce!:



Tercera temporada de los Deprimartes. Ya no se trata de una revisión de antiguos textos, así que ya no será “una vez más”. Desde ahora es Deprimartes a secas. Ya no hay excusas: es la hora de escribir algo original.



Han pasado algunos años desde que empecé a escribir mis primeros Deprimartes. Ha corrido demasiada agua bajo el puente… Demasiados cambios he experimentado, no sé si todos hayan sido para bien. Y uno de mis principales miedos a la hora de volver a ponerme tras el teclado ha sido el de ya no estar a la altura de las circunstancias. El miedo de carecer ya de ese punto de vista tristemente existencialista, el mismo que me permitió durante años creer que comprendía la parte más reflexiva de la Era Rock.



Bien, pues… Será cuestión de confiar en mi instinto para deprimirme. Veremos qué tan bien me sale…



Y así, con material completamente nuevo -¡y aún sin repetir intérprete!- seguiré en esta terca y quijotesca intentona de tratar de analizar el costado melancólico de ese complejo, fascinante, maravilloso y bizarro movimiento que ha sido el Rock & Roll.



Acomódense en sus asientos. La música está por comenzar…