Historias disfuncionales. Parece que de eso está hecha la vida. Si le
echamos un vistazo a nuestra infancia, veremos qué lejos estamos de esa ficción
idílica de la niñez dorada creciendo en el seno de una amorosa familia
perfecta. Mientras nos convertíamos en adultos, a casi todos nos tocó
bailar con la más fea. A todos, plus
minusve, nos pasaron cosas como estas: “Había
una vez un chico que no pudo llegar a la escuela por culpa de un accidente de
autos. Pero para cuando volvió a su casa, su cabello se había vuelto
completamente blanco. Él dijo que eso pasó porque vio que los coches chocaron
muy fuerte”.
The Crash Test Dummies –excelente nombre para una banda, “Los muñecos de
pruebas de choques”- son una agrupación musical canadiense, que a principios de
los ’90 lograron ubicar un par de éxitos en las listas. Y tuvieron la maestría
de colocar este Nº1 cuyo título y estribillo son sólo una onomatopeya: “Mmm mmm mmm mmm”. Interesante puesta en escena la
de este videoclip, valiendo la redundancia, ya que vemos una obra de teatro infantil; que da
testimonio de cada uno de los casos. La simpatía que aporta el grupito de niños
actuando ameniza bastante lo patético de cada historia: “Había una vez una chica que no iba a cambiarse al vestuario con las
otras niñas. Pero cuando finalmente las demás la obligaron a hacerlo, vieron
que tenía marcas por todo el cuerpo. La chica no pudo explicar por qué tenía las
marcas, simplemente había nacido con ellas”.
Y, ¿por qué negarlo?: existe una breve y maliciosa revancha, una pequeña
delicia de la vida que alimenta nuestro costado más oscuro; y es cuando vemos
que otros tuvieron menos fortuna que nosotros en la lotería de los problemas: “Ambos, la chica y el muchacho, se pusieron felices;
porque a otro chico le pasó algo todavía peor”.
Pero, ¡a no desesperar! Tal vez tengamos oportunidad de conjurar estos
traumas en el futuro, terapia mediante. O tal vez lo hagamos antes. Al menos, eso hace el protagonista de nuestro siguiente caso.
En el video, tiene ocasión de representar aquello que lo aqueja, devolviéndoles
la pelota a sus padres, que están entre el público: “Porque
entonces apareció este chico cuyos padres lo hacían volver directamente a su
casa después de la escuela. Y entonces iban a la iglesia, y todos empezaban a
tambalearse y a sacudirse por todo el piso. El chico no podía
explicar por qué lo hacían, simplemente, habían ido allí toda la vida”. Vistas
a la distancia, una vez que crecemos, este tipo de historias no parecen más que
anécdotas. Pero cuando éramos niños esos eran los dragones a los que nos
teníamos que enfrentar para volvernos adultos. Cómo librábamos esas batallas, y
el resultado de las mismas, era lo que nos configuraría como futuros seres
sociales. En estas pequeñas anécdotas es donde yace escondido el niño lloroso
que aún somos. Recordémoslo de vez en cuando con afecto, porque creo que aún
está llorando. ¡Feliz Deprimartes!
Qué complejo eso de la infancia, tan cruel para mentes que poco entienden el por qué de muchas cosas y que aun son tan vulnerables. Seguramente sería un momento perfecto para la mente de un adulto que ya no puede ni soñar con volver a ella...
ResponderBorrarAfortunadamente, como todo periodo vital pasa,... para nuestra desgracia para cuando somos consciente de lo bueno que era, es demasiado tarde.
La canción me gusta mucho, nunca pude hacer los mmmm sin ahogarme, qué nivel de gravedad la de este tipo!!!
La interpretación genial, como de costumbre :)
El mundo es muy cruel con los niños. Pareciera que esto es algo hecho con toda la intención de podar las ganas de soñar, e ir convirtiéndonos en esos engranajes monótonos que la maquinaria social requiere que seamos. Afortunadamente, como dice el tango: "Guardo escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón"; aún podemos jugar a ser niños de tanto en tanto, y redescubrir lo maravilloso que era reír y corretear sin más razón que porque sí. ¡Gracias, querida Nuria!
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