Deprimartes desencantado:
“Dices que quieres una revolución, bueno; ya sabes, todos
queremos cambiar el mundo” decía sabiamente John Lennon en su tema “Revolution
1” del Álbum Blanco de The Beatles. Todos estamos decepcionados por la realidad
que nos tocó en suertes, y desde los albores de la Humanidad es sabido que en
cuanta mesa de conversación exista allí habrá gente charlando animadamente
sobre las distintas –y extrañamente simples- maneras que cada persona propone
para solucionar todos los males del mundo. Y no era ajeno a este cliché el
señor Alvin Lee, frontman de la banda Ten Years After, pero al menos este buen
hombre sabía sincerarse: “Me encantaría cambiar el
mundo, pero no tengo idea de cómo hacerlo. Así que lo dejaré en tus manos”. ¿Cómo
sería capaz de cambiar el mundo la generación gloriosa de la Era Hippie? ¿Cantándole
a la Paz y el Amor? ¿Vistiendo coloridas ropas hindúes y poniendo margaritas en
los cañones de los fusiles? ¿Tomando cantidades industriales de ácido
lisérgico? Difícilmente. Alvin Lee nombró a su banda como los Ten Years After
(Diez Años Después) por haberla formado en 1966, según él diez años después de
que nació el Rock; y para celebrar cuánto había cambiado este nuevo género
musical. El mundo había cambiado, pero esa juventud había cambiado mucho más
rápido que el mismo mundo. Era imposible que entendieran cómo poder hacer que las
cosas cambien para bien.
La controversial letra de esta canción aún se discute hoy
en día. Mientras los grupos que pelean por las minorías y los derechos de los
movimientos de LGTB se horrorizan frente a lo que dice este tema, la gran
mayoría entiende el sarcasmo desde el cual este guitarrista caricaturiza a los
viejos carcamanes de la sociedad y sus enormes incongruencias a la hora de
insultar a los demás, especialmente a los músicos del Flower Power como él: “Por todas partes hay raritos y melenudos, lesbianas y
mariposones, dime: ¿en dónde ha quedado la cordura? ¿Se trata de ponerle
impuestos a los ricos para alimentar a los pobres hasta que ya no haya más
ricos?”. Sería imposible que este músico que deslumbró al público en su
paso por el Festival de Woodstock pudiera estar sosteniendo estos argumentos
como una bandera. La burla es más que obvia. La queja incoherente de la canción
continúa como si estuviésemos escuchando a un viejo enfermo de Alzheimer: “La población sigue creciendo mientras la nación sangra,
y todavía hay que seguir dándole de comer a la economía. La vida es graciosa,
el cielo está soleado, las abejas hacen su miel… ¿Quién necesita dinero? ¡Pues
el juego del Monopoly!”.
A continuación se nos enumera una dicotomía maníquea acerca
de cómo se vivía la realidad a principios de los años ’70, y verán que en esta
lista muchas cosas no han cambiado al día de la fecha: “La
contaminación mundial parece no tener solución. Institución, electrocución,
sólo hay blanco y negro, rico o pobre, ellos y nosotros… ¡Paren ya la guerra!”.
Al “dejar en nuestras manos” el hecho de averiguar cómo cambiar el mundo
la letra nos está invitando a que entendamos que o bien es muy poco lo que se
puede hacer en la práctica para ver algún fruto en el corto plazo, o bien que
es con pequeños actos que se puede ir generando un cambio de mentalidad que
afecte a nuestro futuro. Como decía un cantautor amigo mío: “Toda realidad
lograda siempre antes fue soñada”. No hay que dejar de soñar, pero entendiendo
desde el inicio una pesada verdad: no llegaremos a ver concretados nuestros
sueños de cambiar el mundo. Pero al menos nos quedará el consuelo de haber
hecho algo, por poco que fuera, para que ese mundo mejor pueda ser habitado por
nuestros hijos. ¡Feliz Deprimartes!