martes, 30 de abril de 2019

Capítulo 217: “I’d Love To Change The World”. Ten Years After. (1971)




Deprimartes desencantado:

“Dices que quieres una revolución, bueno; ya sabes, todos queremos cambiar el mundo” decía sabiamente John Lennon en su tema “Revolution 1” del Álbum Blanco de The Beatles. Todos estamos decepcionados por la realidad que nos tocó en suertes, y desde los albores de la Humanidad es sabido que en cuanta mesa de conversación exista allí habrá gente charlando animadamente sobre las distintas –y extrañamente simples- maneras que cada persona propone para solucionar todos los males del mundo. Y no era ajeno a este cliché el señor Alvin Lee, frontman de la banda Ten Years After, pero al menos este buen hombre sabía sincerarse: “Me encantaría cambiar el mundo, pero no tengo idea de cómo hacerlo. Así que lo dejaré en tus manos”. ¿Cómo sería capaz de cambiar el mundo la generación gloriosa de la Era Hippie? ¿Cantándole a la Paz y el Amor? ¿Vistiendo coloridas ropas hindúes y poniendo margaritas en los cañones de los fusiles? ¿Tomando cantidades industriales de ácido lisérgico? Difícilmente. Alvin Lee nombró a su banda como los Ten Years After (Diez Años Después) por haberla formado en 1966, según él diez años después de que nació el Rock; y para celebrar cuánto había cambiado este nuevo género musical. El mundo había cambiado, pero esa juventud había cambiado mucho más rápido que el mismo mundo. Era imposible que entendieran cómo poder hacer que las cosas cambien para bien.

La controversial letra de esta canción aún se discute hoy en día. Mientras los grupos que pelean por las minorías y los derechos de los movimientos de LGTB se horrorizan frente a lo que dice este tema, la gran mayoría entiende el sarcasmo desde el cual este guitarrista caricaturiza a los viejos carcamanes de la sociedad y sus enormes incongruencias a la hora de insultar a los demás, especialmente a los músicos del Flower Power como él: “Por todas partes hay raritos y melenudos, lesbianas y mariposones, dime: ¿en dónde ha quedado la cordura? ¿Se trata de ponerle impuestos a los ricos para alimentar a los pobres hasta que ya no haya más ricos?”. Sería imposible que este músico que deslumbró al público en su paso por el Festival de Woodstock pudiera estar sosteniendo estos argumentos como una bandera. La burla es más que obvia. La queja incoherente de la canción continúa como si estuviésemos escuchando a un viejo enfermo de Alzheimer: “La población sigue creciendo mientras la nación sangra, y todavía hay que seguir dándole de comer a la economía. La vida es graciosa, el cielo está soleado, las abejas hacen su miel… ¿Quién necesita dinero? ¡Pues el juego del Monopoly!”.

A continuación se nos enumera una dicotomía maníquea acerca de cómo se vivía la realidad a principios de los años ’70, y verán que en esta lista muchas cosas no han cambiado al día de la fecha: “La contaminación mundial parece no tener solución. Institución, electrocución, sólo hay blanco y negro, rico o pobre, ellos y nosotros… ¡Paren ya la guerra!”. Al “dejar en nuestras manos” el hecho de averiguar cómo cambiar el mundo la letra nos está invitando a que entendamos que o bien es muy poco lo que se puede hacer en la práctica para ver algún fruto en el corto plazo, o bien que es con pequeños actos que se puede ir generando un cambio de mentalidad que afecte a nuestro futuro. Como decía un cantautor amigo mío: “Toda realidad lograda siempre antes fue soñada”. No hay que dejar de soñar, pero entendiendo desde el inicio una pesada verdad: no llegaremos a ver concretados nuestros sueños de cambiar el mundo. Pero al menos nos quedará el consuelo de haber hecho algo, por poco que fuera, para que ese mundo mejor pueda ser habitado por nuestros hijos. ¡Feliz Deprimartes!

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