martes, 25 de junio de 2019

Capítulo 225: “Take Your Mama”. Scissors Sisters. (2004)




Deprimartes maternal:

Bien, partamos de una base. Para intentar ser éste un blog que analiza el costado melancólico del Rock, esta es una canción muy alegre. Tal vez demasiado. Pero desde hacía un tiempo quería hablar de los Scissors Sisters, porque una canción de este grupo me permitió llegar a una triste conclusión: En lo que a mí respecta el Rock & Roll se puede declarar oficialmente muerto cuando en 2006 esta banda editó su mega éxito “I Don’t Feel Like Dancing”. No es algo subrepticio, por ese mismo tiempo también salieron las canciones “Crazy” de Gnarls Barkley y “Hey Ya!” de OutKast, todas ellas sonando como sospechosas antiguallas y teniendo un fenomenal éxito. Más allá del interesante homenaje que estas nuevas canciones le rendían a esos sonidos setentosos, estábamos ante una pasmosa realidad: El Rock se había quedado sin ideas. Ya no había ingredientes para nuevas recetas, ni nuevas maneras de mezclar esos ingredientes. Todo estaba dicho ya. Al Rock sólo le quedaba morderse la cola. Así que creo que hizo lo mejor que podía hacer: despedirse riéndose de sí mismo.  Recordar sus mejores años con temas como éste, donde uno puede imaginarse un imposible dueto entre la Electric Light Orchestra y los Bee Gees. Y si bien he terminado por elegir esta otra canción para reflexionar sobre la misma, ha sido más que nada por la temática de su letra. Aún siendo desfachatada en su actitud, describe bastante bien un período de la vida con el que todos nos sentiremos familiarizados: ese emocionante momento en que dejamos de ser niños y pasamos a ser esas bolsas de hormonas conocidas como “adolescentes”. Por estas pampas se la conoce como “la edad del pavo”, en la que básicamente nos sentimos perdidos, torpes y estúpidos ante todo lo nuevo que nos ocurre y que no comprendemos en lo absoluto: “A medida que crezcas pórtate como un buen chico y así tu mamá se sentirá orgullosa de su hijo. Pero entonces irás notando que hay algo diferente, de repente le gustas a todas las chicas; porque eres apuesto y parece que sabes conversar y divertirte. Y ahora tu chica te extraña y en tu casa tu cama está vacía. Todos se preguntan si habrá casamiento, y no van a escuchar tus explicaciones”.

Crecer duele, y mucho. Y para colmo está siempre presente la mirada de los padres, y especialmente de la madre, que se niegan a ver cómo su pequeño bebito se va convirtiéndo en un hombre bajo sus propias narices. El muchacho en cuestión tal vez desarrolle una gran masa muscular, pero su mamita siempre estará allí para acercarle un pulóver para que no salga desabrigado a la calle: “Es una lucha portarse como un buen chico en el verano, mientras miras a todas esas chicas pasar. Cuando tu mamá oyó las cosas que le decías a esas chicas, intenté advertírtelo, ella lo único que quiso fue echarse a llorar”. Es interesante que en la letra de esta canción parece que se describiera la vida de una comunidad conservadora de un pueblito agrícola, muy típico de los “rednecks” del centro de Estados Unidos, donde todo lo que hace la juventud para divertirse está mal y atenta contra las buenas costumbres establecidas: “Ahora terminamos por tomar el largo camino a casa, demasiado arreglados y con litros de colonia barata encima. Es tan difícil encontrar la ruta en este pueblo con tantas calles de tierra, habiendo perdido tus anteojos y cuando a tu coche se lo llevó la grúa”. Recordemos que toda la región central de Norteamérica aparece en el imaginario popular de ese país como una zona llena de de campesinos, de gente con acentos pronunciados y de “hillbillies” rústicos. Se trata en realidad de una enorme planicie postergada ante las necesidades de la gran capital del Este, Nueva York, y de la dorada zona de Los Ángeles en el Oeste. Hay una crítica social aquí con respecto a que divertirse está mal, y que la mejor opción siempre es mantener orgullosa a nuestra Señora Madre. Y si es necesario para que ella siga pensando que aún somos sus adorables y pequeños niños, pues habrá que salir con ella para resarcirla del hecho de estar convirtiéndonos en hombres que pronto deberían abandonar el nido materno: “Yo diría que saquemos a tu mamá a pasear toda la noche. Sí, vamos a enseñarle de qué se trata esto. Vamos a emborracharla con champán barato y dejemos que el buen rato dure lo que tenga que durar. Y si la música no es buena, ¡pues qué lástima!, vamos a seguir cantando sin importarnos nada. Porque a los bailarines en Nueva Orleáns no les importa cómo bailes siempre y cuando les des propina”.

Toda la obra de esta banda tiene un desenfado arrollador, sus letras suelen incurrir en más de una referencia sexual carente de metáforas. El propio nombre del grupo es una clara apología lésbica. Estando conformada mayormente por músicos homosexuales, ellos mismos le restan cualquier tipo de importancia a esta particularidad. El vocalista Jake Shears se ha pronunciado con sabias palabras al respecto al decir: “El hecho de que algunos de nosotros seamos gays afecta a nuestra música de la misma manera en que la música de Blondie se ve afectada porque algunos de sus miembros son heterosexuales”. Aún así, y a pesar de haber escrito canciones que podrán sonar por años como trasfondo en cualquier boliche de la comunidad gay como “Any Wich Way”, “Filthy/Gorgeous” y especialmente “Let’s Have A Kiki”, también han sido una banda que supo ponerse reflexiva con temas como “Mary” o “Land Of A Thousand Words”. Pero serán por siempre recordados como los fiesteros que supieron rescatar y mezclar con muy buen gusto el sonido del Glam y de la música Disco para que el Rock pudiera dar su canto del cisne apenas empezado el nuevo siglo: “¡Hagámoslo! Salgamos con tu mamá toda la noche y haremos que no le queden dudas de que estamos poniendo nuestro mejor esfuerzo. Vamos a hacerlo. Salgamos con tu mamá toda la noche. A fin de cuentas puedes acostarte tarde porque ya estás hecho todo un hombre”. ¡Feliz Deprimartes!

martes, 18 de junio de 2019

Capítulo 224: “The More You Ignore Me The Closer I Get”. Morrisey. (1994)




Deprimartes empedernido:

“Cuanto más me ignoras más me acerco a ti. Estás perdiendo el tiempo”. Ah, los años ’90 y sus fotográficos videoclips en blanco y negro… Quién pudiera volver a esa época en la que aún no éramos esclavos de unos teléfonos que resultaron ser más inteligentes que nosotros… En más de una ocasión a lo largo de este blog me he deshecho en elogios por esos años, porque fueron los mejores de mi vida. Y por esos años sonaba esto: “Estaré en el bar con mi cabeza en la barra. Ahora soy una parte central de tu pensamiento, te guste o no. Sí, he cambiado tu mente”. Esta es otra de esas canciones que me recuerdan mis años brillantes. Como en su momento hablé de “Our House” de Madness, o de “Wonderful” de Adam Ant, ésta también es una de esas melodías con las cuales solía sorprenderme mi radiodespertador cualquier mañana de mis veintiún años. Y más allá de su sonora melancolía –o tal vez justamente por eso, al igual que los otros ejemplos que cité- se me ha quedado soldada a unos inexplicables sentimientos; mezcolanza intangible compuesta de amagos de sonrisas y de ganas de querer volver el tiempo atrás, como si mi felicidad dependiera de ello. Tal vez así sea.

La música de la década del ’80 se vio claramente influenciada en sus primeros años por la irrupción de los sintetizadores. No había tema, casi en ningún género popular, que en su base no albergara el típico repiqueteo maquinal y espantoso del sonido electrónico. Pero una vez superada la sorpresa de la novedad, y pasada la moda; el Rock se vio bastante perdido durante un buen tiempo. Hasta que en la orgullosa Inglaterra surgió un pequeño milagro llamado The Smiths, que llevaría al Rock Indie a mostrar todo su esplendor. Y como en un juego de muñecas rusas, dentro de ese pequeño milagro había otro pequeño milagro más: su cantante y letrista, Steven Patrick Morrisey; o cómo él insistía en hacerse llamar, simplemente Morrisey. Arquetipo del poeta maldito, se trataba de un joven tímido y retraído de clase baja con aires intelectuales al cual le agradaba demasiado la poesía: “¡Ten cuidado! Yo guardo más rencores que los solitarios jueces de la Corte Suprema. Cuando estés durmiendo voy a entrar arrastrándome en tus pensamientos como una pesada deuda que no puedes pagar. Así que hazlo por las buenas y entrégate. Sí, déjame entrar”. Y este es un pequeño ejemplo de cómo Morrisey utiliza sus metáforas para describir la forma en que archiva sus rencores, algo muy típico de la sangre irlandesa que corre por las venas de su familia. Polifacético en su personalidad, mistérico en cuanto a su sexualidad, Morrisey deja una huella indeleble allí donde va y abre la boca. No por nada su brújula tiene como norte a Oscar Wilde, otro maravilloso incomprendido social.

Debo ser totalmente honesto: creo que no estoy preparado para hablar de Morrisey. Su importancia dentro del Rock, y hasta me animaría a decir de toda la Cultura Popular, se me aparece tan gigante como inabarcable. No me ha sido posible mensurarla en su justa medida, más allá de mis múltiples averiguaciones. Sé a ciencia cierta que estoy frente a un monstruo en lo que a lirismo se trata, y me gustaría desgranarme en adjetivos frente a su persona; pero no encuentro las palabras exactas para hacerle honor a su enorme estatura artística. Su conjuro aún no me ha alcanzado, pero sé que sólo basta un paso en falso de mi parte para que el hechizo de la obra de este artista único forme parte de mi vida. Conozco gente que mataría sólo por defender el buen nombre de Morrisey. “Te lo estás buscando” nos dice este cantante pendenciero. Y tal vez así sea. Su bravuconada continúa con una declaración escueta: “Esto es la guerra”. Probablemente sea una guerra que convenga perder, para aprender de las derrotas que nos propine un maestro de este calibre. Mientras el hechizo aguarda en las penumbras, seguiré disfrutando de su música. ¡Feliz Deprimartes!


martes, 11 de junio de 2019

Capítulo 223: “Promises (As The Years Go By)”. IQ. (1987)




Deprimartes prometido:

Érase una vez que a principios de los años ’70 la música popular alcanzó su más alta cumbre de sofisticación gracias al Rock Progresivo. Así teníamos temas interminables con letras que hablaban de dioses lejanos, de hadas y de dragones; y diferentes movimientos musicales dentro de la misma canción, lo que les permitiría entrar en la categoría de “suites” y quedar emparentados con las óperas o las obras de los autores clásicos. Pasó el tiempo, llegó el Punk y la Música Disco; y nuestros amigos progresivos debieron dedicarse a otra cosa. Pero como siempre ocurre con cualquier cosa a la que se le pasó su cuarto de hora, quedó un círculo cerradísimo de cultores de este género que continuaron con la tradición de hacer música para unos pocos entendidos. Y así fue que ya bien entrados los años ‘80 cada tanto se podía oír a bandas del movimiento Neo-progresivo, una vuelta de tuerca con sintetizadores incluidos de aquel viejo Rock elaborado; y en este género se destacaron bandas como Primus, Marillion y los aquí presentes IQ. Lo de “destacarse” tal vez sea un tanto subjetivo, ya que hablamos de un género musical que por propia definición pareciera hacer que sus intérpretes quieran mantenerse alejados del éxito: “Justifico mis acciones porque estos son los días de la ley de la calle, se sobrevive teniendo la lengua afilada durante los toques de queda. Cuando la mente está encerrada en aislamiento solitario se forma ese estado de ánimo que termina por quebrarte. Hay un espíritu que busca liberarse, es como un incendio que tiene el corazón hambriento. Y si escucho bien, tal vez el tiempo me cuente las razones por las cuales nos hemos distanciado”. Los IQ, como todas las bandas neo-prog, prácticamente no han conocido el éxito masivo; lo cual no les impidió que su carácter de producto exclusivo les generara una amplia base de fieles seguidores. De hecho, el presente tema –su único suceso radial- se da cuando el fundador de la banda Peter Nicholls se tomó una pausa de cinco años con el grupo. Allí fue reemplazado por el vocalista Paul Menel, y cuando Nicholls volvió todo siguió como antes; exclusivista y carente de masividad.

“Así como pasan los años, no vayas haciendo promesas falsas”. Por trillado que parezca, este es el único gran consejo que nos dará esta canción; aunque parece hacer hincapié en que, cualquiera sean las circunstancias, hay que mantener el honor de la palabra dada. No importa la época del año ni las emociones que nos gobiernen en esos momentos, hay que seguir tocando. Y así, el frío de la noche y el calor del día juegan una ronda infantil a lo largo de este videoclip. Según la letra de la canción, se arremolinan y burbujean en el pensamiento los recuerdos del verano a medida que el otoño se descascara en invierno. He leído que hay una relación directa entre las pocas horas de sol de la época invernal y la melancolía que nos pone el alma a hibernar en los días más fríos del año: “Por un tiempo, cuando estoy solo, me olvido de toda esa ira que hay en mí. Beso una lágrima mientras el martillo cae, ellas son las que me mantienen aquí en estos círculos interminables. Todavía puedo recordar la locura del verano, puedo saborear el perfume en tu mejilla. El calor es superado por el frío tal como las palabras de consuelo ya no tienen significado. Di que rezarás por mí”. Pero es con el afán de graficar estos cambios que la técnica de filmación tropieza con una desprolijidad que el día de hoy sería imperdonable. Éste es un video que contiene el minuto peor iluminado de toda la historia de los videoclips. La noche es tan oscura que apenas sí se logra distinguir algo del muy buen trabajo de stop-motion en varios de los objetos que se mueven por sí solos. Aún así estamos frente a un muy imaginativo video, considerando la época en que fue hecho, ya que cuenta hasta con tomas filmadas en reversa.

En esta canción el uso de las metáforas es bastante poético aún para lo que es la media rockera, y ese es un hecho para rescatar. Pero no deja de ser una poesía funcional para transmitir un determinado mensaje, uno que acongojaba a muchos músicos de esos años: “El silencio es ensodecedor aquí, al otro lado de una jaula con barrotes de acero. Fuimos nosotros mismos los que inventamos las diferencias que tejen la red en la que estamos tendidos. Atrapado en el medio la zona de Guerra Fría, dejé a mi amada en un lugar lejano. Ella besará una lágrima mientras cae el martillo, y limpiará la oscuridad de mi cara”. Un tema recurrente en las letras de las canciones de la década del ’80, especialmente en el caso de los artistas europeos, son los temores que generaba en el Viejo Continente la Guerra Fría que libraban sin cuartel los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El miedo principal lo generaba la carrera armamentística entre estas dos naciones, que hacía que el arsenal atómico de cada una creciera a pasos agigantados. En Europa usaban mucho la expresión “estar entre el martillo y el yunque”, ya que así se sentían al quedar ubicados justo en el frente de batalla de las dos superpotencias nucleares; las cuales podían reaccionar ante el menor malentendido apretando el botón rojo y desatando el infierno atómico. Por suerte, de todo eso, sólo nos quedan como recuerdos canciones como ésta. Así que… ¡Feliz Deprimartes!

martes, 4 de junio de 2019

Capítulo 222: “Read My Mind”. The Killers. (2007)




Deprimartes telépata:

The Killers están considerados como una de las bandas más exitosas de Rock del Siglo XXI. Uno de los muy pocos grupos verdaderamente oriundos de Las Vegas, “la ciudad del pecado”, han tenido un suceso descomunal; logrando que cada uno de sus cinco álbumes editados llegaran a las primeras posiciones de los charts. Han sido llamados artistas de Post-Punk Revival, así como de Synth Pop, de Indie Rock, y de Rock Alternativo; demostrando que es cada vez más difícil catalogar una banda dentro de un Rock que ya hace rato que ha abandonado las preferencias del público mayoritario. Aún así han tenido canciones memorables y con una innegable raíz rockera, como “Mr. Brightside” y “Human”. Pero en este caso nos detendremos a analizar este gran éxito que habla sobre la incomunicación entre las personas: “En la esquina de la calle principal tratando de arreglar las cosas, tú dices que quieres seguir adelante y que yo sólo me arrastro detrás de ti. ¿Puedes leer mi mente? Porque yo nunca me di por vencido ante la idea de abandonar esta ciudad mediocre. Ya tengo la luz verde y una pequeña pelea por delante. Voy a dar vuelta las cosas”. El frontman de la banda, Brandon Flowers, llegó a decir que ésta era la mejor canción que había escrito. De hecho, quienes quedaron maravillados con la canción fueron Neil Tennant y Chris Lowe de los Pet Shop Boys, y luego de escucharla en vivo inmediatamente hicieron un remix que le gustó tanto a The Killers que fue editado como Lado B del mismísimo single original.

Uno de los grandes problemas que siempre hemos tenido como especie es la incapacidad de comprendernos los unos a los otros, aún contando con la enorme ayuda del lenguaje hablado. Ojalá pudiéramos leernos el pensamiento, eso expresaría más acertadamente nuestras verdaderas intenciones. Sin duda la telepatía nos traería serios problemas de privacidad, pero se acabarían los prejuicios. La gente no puede ver más allá de las simples apariencias, y con esa poca información prejuzga a los demás: “Los buenos viejos tiempos en que yo era un hombre honesto, ese corazón que sin descanso buscaba la Tierra Prometida; un beso sutil que nadie ve, una muñeca rota y aquel gran trapecio. Oh, bueno; nada de eso me importa si a ti no te importa, porque yo no puedo brillar si tú no puedes brillar. Así que antes de que te vayas, ¿podrías leer mi mente?”. Aquí la lectura de la mente pareciera ser más un pedido, una súplica antes que algo no deseado. Tal vez el autor esté añorando esa confianza tremenda que debemos tener en nuestra pareja como para entendernos con una simple mirada, como si la otra persona pudiera saber lo que pensamos antes de decirlo.

“Es gracioso como simplemente te vienes abajo esperando alguna señal. Me detengo frente a tu acera sintiendo como un magia extraña me recorre la columna vertebral. Aquella Reina adolescente, esa arma cargada; ese sueño que se nos murió, el Elegido. El acento sureño, el mundo aún sin descubrir; un muro en la ciudad y un trampolín”. El videoclip de esta canción está filmado íntegramente en Tokio, una maravillosa ciudad que tiene la particularidad de tener un ojo en el pasado milenario de esta nación, y el otro mirando hacia el futuro tecnológico. Hay pocas ciudades tan inundadas de gente (el Japón entero está superpoblado) que tienen siempre el último gadget informático a mano, pero que no dejan de reverenciar las costumbres ancestrales de este orgulloso país. La superficialidad de la vida moderna se da la mano como si nada con las prácticas espirituales del Sintoísmo y el Budismo. Pareciera que es esa ambivalencia la que le da una fuerza sobrehumana al pueblo japonés para sobreponerse de cualquier cosa. Y para un occidental es muy fácil sentirse extraviado ante esta cultura. Recuerdo haber visto en el cine la película “Lost In Translation”, en la cual los personajes de Bill Murray y Scarlett Johansson se conocen en Tokio sin tener ningún tipo de intereses en común; pero inmediatamente se sienten conectados por esa sensación de soledad ante un sitio al que no pertenecen y al que menos aún comprenden. Y algo de esa misma sensación se respira en este video. Más allá de la actitud juvenil típica de toda estrella rockera, vemos cómo a los integrantes de The Killers les pasa lo mismo que nos ocurriría a nosotros en esa situación: les es imposible acercarse a una cultura que no conocen sin caer en la risita nerviosa, sin moverse cerca de la burla; sin que se les trasluzca en la mirada esa idea de que preferirían estar en casa. Todo en el aire les dice que no pertenecen a ese lugar. En un momento así desearíamos que todos pudieran leer nuestra mente: “Antes de que saltes dime que encontrarás cuando leas mi mente”.

“Resbalando en mi fé hasta que me caigo, nunca devolviste aquella llamada. Mujer, abre la puerta, no dejes que esto me siga doliendo; quiero volver a respirar tu fuego otra vez. Ella dijo: ‘Nada de eso me importa si a ti no te importa, porque yo no puedo brillar si tú no puedes brillar. Así que recuesta tu espalda en mí”. Si leyéramos la mente de los demás encontraríamos de seguro muchas cosas indeseables, mucha sinceridad agresiva, mucho veneno disfrazado de perfume. Pero también es posible que en lo profundo de cada pensamiento encontremos esa gota de admiración que hace que nos acerquemos con ansias a ciertas personas para calentar nuestra alma congelada por la soledad con el brillo que ellas generan: “Cuando tú lees mi mente las estrellas brillan como diamantes rebeldes cortados directamente del Sol”. ¡Feliz Deprimartes!