Deprimartes telépata:
The Killers están considerados como una de las bandas más
exitosas de Rock del Siglo XXI. Uno de los muy pocos grupos verdaderamente oriundos
de Las Vegas, “la ciudad del pecado”, han tenido un suceso descomunal; logrando
que cada uno de sus cinco álbumes editados llegaran a las primeras posiciones
de los charts. Han sido llamados artistas de Post-Punk Revival, así como de
Synth Pop, de Indie Rock, y de Rock Alternativo; demostrando que es cada vez
más difícil catalogar una banda dentro de un Rock que ya hace rato que ha abandonado
las preferencias del público mayoritario. Aún así han tenido canciones
memorables y con una innegable raíz rockera, como “Mr. Brightside” y “Human”. Pero
en este caso nos detendremos a analizar este gran éxito que habla sobre la
incomunicación entre las personas: “En la esquina
de la calle principal tratando de arreglar las cosas, tú dices que quieres
seguir adelante y que yo sólo me arrastro detrás de ti. ¿Puedes leer mi mente? Porque
yo nunca me di por vencido ante la idea de abandonar esta ciudad mediocre. Ya tengo
la luz verde y una pequeña pelea por delante. Voy a dar vuelta las cosas”.
El frontman de la banda, Brandon Flowers, llegó a decir que ésta era la mejor
canción que había escrito. De hecho, quienes quedaron maravillados con la
canción fueron Neil Tennant y Chris Lowe de los Pet Shop Boys, y luego de
escucharla en vivo inmediatamente hicieron un remix que le gustó tanto a The
Killers que fue editado como Lado B del mismísimo single original.
Uno de los grandes problemas que siempre hemos tenido como
especie es la incapacidad de comprendernos los unos a los otros, aún contando
con la enorme ayuda del lenguaje hablado. Ojalá pudiéramos leernos el
pensamiento, eso expresaría más acertadamente nuestras verdaderas intenciones.
Sin duda la telepatía nos traería serios problemas de privacidad, pero se
acabarían los prejuicios. La gente no puede ver más allá de las simples
apariencias, y con esa poca información prejuzga a los demás: “Los buenos viejos tiempos en que yo era un hombre
honesto, ese corazón que sin descanso buscaba la Tierra Prometida; un beso
sutil que nadie ve, una muñeca rota y aquel gran trapecio. Oh, bueno; nada de
eso me importa si a ti no te importa, porque yo no puedo brillar si tú no
puedes brillar. Así que antes de que te vayas, ¿podrías leer mi mente?”. Aquí
la lectura de la mente pareciera ser más un pedido, una súplica antes que algo
no deseado. Tal vez el autor esté añorando esa confianza tremenda que debemos
tener en nuestra pareja como para entendernos con una simple mirada, como si la
otra persona pudiera saber lo que pensamos antes de decirlo.
“Es gracioso como simplemente te vienes abajo
esperando alguna señal. Me detengo frente a tu acera sintiendo como un magia
extraña me recorre la columna vertebral. Aquella Reina adolescente, esa arma
cargada; ese sueño que se nos murió, el Elegido. El acento sureño, el mundo aún
sin descubrir; un muro en la ciudad y un trampolín”. El videoclip de esta canción está
filmado íntegramente en Tokio, una maravillosa ciudad que tiene la
particularidad de tener un ojo en el pasado milenario de esta nación, y el otro
mirando hacia el futuro tecnológico. Hay pocas ciudades tan inundadas de gente
(el Japón entero está superpoblado) que tienen siempre el último gadget
informático a mano, pero que no dejan de reverenciar las costumbres ancestrales
de este orgulloso país. La superficialidad de la vida moderna se da la mano como
si nada con las prácticas espirituales del Sintoísmo y el Budismo. Pareciera
que es esa ambivalencia la que le da una fuerza sobrehumana al pueblo japonés
para sobreponerse de cualquier cosa. Y para un occidental es muy fácil sentirse
extraviado ante esta cultura. Recuerdo haber visto en el cine la película “Lost
In Translation”, en la cual los personajes de Bill Murray y Scarlett Johansson
se conocen en Tokio sin tener ningún tipo de intereses en común; pero
inmediatamente se sienten conectados por esa sensación de soledad ante un sitio
al que no pertenecen y al que menos aún comprenden. Y algo de esa misma
sensación se respira en este video. Más allá de la actitud juvenil típica de
toda estrella rockera, vemos cómo a los integrantes de The Killers les pasa lo
mismo que nos ocurriría a nosotros en esa situación: les es imposible acercarse
a una cultura que no conocen sin caer en la risita nerviosa, sin moverse cerca
de la burla; sin que se les trasluzca en la mirada esa idea de que preferirían
estar en casa. Todo en el aire les dice que no pertenecen a ese lugar. En un
momento así desearíamos que todos pudieran leer nuestra mente: “Antes de que saltes dime que encontrarás cuando leas mi
mente”.
“Resbalando en mi fé hasta que me caigo,
nunca devolviste aquella llamada. Mujer, abre la puerta, no dejes que esto me
siga doliendo; quiero volver a respirar tu fuego otra vez. Ella dijo: ‘Nada de
eso me importa si a ti no te importa, porque yo no puedo brillar si tú no
puedes brillar. Así que recuesta tu espalda en mí”. Si leyéramos la mente de los demás
encontraríamos de seguro muchas cosas indeseables, mucha sinceridad agresiva,
mucho veneno disfrazado de perfume. Pero también es posible que en lo profundo
de cada pensamiento encontremos esa gota de admiración que hace que nos
acerquemos con ansias a ciertas personas para calentar nuestra alma congelada por
la soledad con el brillo que ellas generan: “Cuando
tú lees mi mente las estrellas brillan como diamantes rebeldes cortados
directamente del Sol”. ¡Feliz Deprimartes!
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