Deprimartes tahúr:
Éste es un himno indiscutido del Country, un género
americano muy propio de la primera mitad del siglo XX, y uno de los padres
genéticos de nuestro querido Rock & Roll. Siempre agradable de escuchar,
abordando temas simples y cotidianos en su lírica, tiene una impronta
inconfundible con lo campirano, lo sencillo y lo honesto de corazón. Su cruza
con el Blues, más oscuro en sus temáticas y obviamente más retorcido como
expresión de lamento, le dieron un marco perfecto al surgimiento de la primera
era del Rock: “En una calurosa tarde de verano, en
un tren que no iba a ningún lugar, me topé con el Jugador. Los dos estábamos
demasiado cansados como para dormir. Así que mientras tomábamos turnos para ver
como oscurecía por la ventana, el aburrimiento nos ganó, y él comenzó a
hablar”.
“Me dijo: ‘Hijo, me pasé la vida leyendo la
cara de la gente. Conozco qué cartas tienen sólo por la forma en que mueven los
ojos. Así que, si no te importa que te lo diga, puedo ver que te quedaste sin
ases que jugar. Por un poco de tu whiskey, te voy a dar un consejo’. Así que le
pasé mi botella, y se tomó hasta el último sorbo. Sacó un cigarro y me pidió
fuego”. Un simple
video, con una muy fotográfica puesta en escena, nos pinta de cuerpo entero ese
personaje elusivo que es el jugador empedernido. Bordeando la ludopatía,
adorador del alcohol y de ciertos supuestos “códigos de la vida” que terminan
siempre por sumirlo en algún lugar oscuro y miserable, luce las sienes
templadas por las marcas de sus incontables fracasos sobre el paño. Aún así,
guarda una extraña sensación de honor que no puede describir correctamente, más
que nada, porque ese mismo código al que se apega lo lleva inexorablemente a la
ruina. Nótese que el Jugador de esta canción, experimentadísimo en el juego del
póker, da el último gran discurso de su vida luego de haber mendigado un trago
de whiskey.
Cantante emblemático de la música Country, Kenny Rogers
comenzó experimentando con el Rock Psicodélico, pero supo volver a sus fuentes
para triunfar; y no se quedó en su Olimpo sino que consiguió trascender y hacer
llegar su voz a través de otros géneros al público masivo. Todo un prócer de la
música por derecho propio, cuenta con un puñado de canciones que se han vuelto
híper conocidas. Aquí se animó a abordar el tema del juego por dinero y sus
acólitos sentados frente a una mesa de paño verde: “La
noche se puso mortalmente silenciosa, su cara perdió toda expresión, y dijo:
‘Si vas a jugar el juego, tienes que aprender a jugarlo bien. Todo jugador que
se precie de serlo sabe que el secreto para sobrevivir es saber de qué cartas
deshacerse y cuáles conservar. Porque con cada mano hay un ganador. Y con cada
mano hay un perdedor. Y lo mejor que puedes esperar que te pase, es morirte
mientras duermes’. Y cuando terminó de hablar, se volvió hacia la ventana,
apagó su cigarro y cayó en un sueño profundo. Y en algún lugar de esa
oscuridad, el Jugador salió sin perder ni ganar. Y en sus últimas palabras
encontré un as que me pude guardar”.
Y pareciera ser que la gran lección que nos deja este tipo
de personajes, es que no se juega en realidad por dinero. Se juega por la
simple diversión de jugar. Porque el dinero no existe para retenerlo, sino para
desperdiciarlo. Será por eso tal vez que este tipo de personas siempre están
cortos de efectivo. Recuerdo las sabias palabras del mejor futbolista escocés
que existió, un tal George Best, quien una vez dijo: “La mitad de mi fortuna la
gasté en drogas y en prostitutas. La otra mitad, la malgasté”. He aquí el gran
secreto de nuestro Jugador: “Tienes que saber
cuándo tenerlos expectantes, cuándo doblar la apuesta, cuándo retirarte, y
cuándo salir corriendo. Pero nunca cuentes tu dinero mientras estás sentado a
la mesa, ya habrá tiempo suficiente para contar cuando el juego haya
terminado”. ¡Feliz Deprimartes!
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