martes, 13 de agosto de 2019

Capítulo 232: “Orinoco Flow”. Enya. (1988)




Deprimartes navegante:

Como resabio de la cultura Hippie quedó flotando en el aire la idea de la Nueva Era de Acuario. Un concepto supuestamente espiritual devenido de la astrología, que le profetizaba a la Humanidad una época dorada de paz y amor. Esto dio pie para la proliferación de todo tipo de sincretismos que metían bajo el mismo paraguas cosas tan disímiles como el reiki japonés, el animismo africano, el yoga hindú, la homeopatía europea, y el chamanismo americano. Un profuso clericó de disciplinas etéreas que bajo el nombre de New Age se transformó en un culto que atrajo a multitudes necesitadas de creer en algo que no fuera una religión tradicional. Y entre las prácticas de estos grupos se encontraba la meditación trascendental, para la cual era más que óptimo usar como fondo una música tranquila y repetitiva que invitara al trance. Esa música se convertiría en el género New Age, que vendría a ser algo así como un pariente lejano y con delirios místicos del Rock: “Déjame navegar, déjame navegar; deja que el Orinoco fluya. Déjame alcanzar, déjame llegar a la playa en las costas de Trípoli. Déjame navegar, déjame navegar; déjame estrellarme contra tu costa. Déjame alcanzar, déjame llegar a la playa más allá del Mar Amarillo”.

Dentro de los artistas fundamentales en la historia de este género figuran nombres como Vangelis, Kitaro, Enigma, Yanni, y Jean-Michel Jarre; pero entre todos ellos destaca el de Eithne Pádraigín Ní Bhraonáin. Por suerte este impronunciable nombre gaélico irlandés es conocido en el resto del mundo por su forma británica: Enya O’Brennan; o más simplificado aún: Enya. Esta increíble cantante con una voz que encierra pura magia druídica es la solista con mayor éxito en ventas en toda la historia de Irlanda, y la segunda artista más importante de esta nación luego de los U2. Trabaja sus canciones en base a sobregrabar su voz infinidad de veces, hasta conseguir capas de texturas tan suaves y envolventes que dan la sensación de que es el viento mismo quien nos canta: “Desde Bissau hasta Palau, a la sombra de Avalón. Desde Fiji a Tiree y las Islas de Ébano. Desde Perú hacia Cebú, siente el poder de Babilonia. Desde Bali hasta Cali, muy por debajo del Mar de Coral”. Ella misma es un gran misterio celta. Nunca ha realizado giras, y son contadas las veces en que se ha presentado en vivo. Jamás se ha casado, y es completamente hermética con respecto a su vida privada. De hecho, vive ella sola en un castillo al pie de la Colina de Killiney, con vista hacia el Mar de Irlanda; ese mismo mar que parece llamar a su alma para que despliegue las velas y vuele hacia costas en las que ningún pie se ha posado antes: “Desde el Norte hasta el Sur, desde Ebudau hacia Jartúm, desde las profundidades del Mar de las Nubes hasta las Islas de la Luna. Llévame sobre las olas a la tierra en que jamás he estado. Llévame a esas tierras que jamás he visto”.

Bien podría decirse que el ser humano se convirtió en lo que es hoy en día gracias a que es el único animal que logró dominar el fuego, o que su historia como tal dio inicio cuando comenzó a dejar registros por escrito de sus acciones y pensamientos; para que su memoria perdurara en el futuro. Ningún otro ser vivo ha hecho algo semejante. Pero en realidad nuestra especie dio un paso enorme en su camino de la evolución una vez que se aventuró más allá de los mares. Cuando logró dominar ese miedo primigenio al océano profundo, que la imaginación le poblaba de monstruos y otros peligros mortales, y logró transformar ese terror en amor poético por el mar; fue allí que la Humanidad literalmente expandió todos sus límites. En definitiva, el ser humano es el mono que aprendió a navegar: “Podemos navegar con la corriente del Orinoco, podemos navegar muy lejos. Podemos dirigirnos y acercarnos con Rob Dickins en el timón. Podemos suspirar y decirle adiós a Ross y a todas sus dependencias. Podemos navegar muy lejos”. Y los límites expandidos no fueron solamente territoriales, porque bien sabido es que viajar amplía nuestra mente. La letra de esta canción de manera sabia nos invita: “Navega lejos”, porque básicamente viajar es una invitación a soñar. “Enciéndete, levántate y di adiós”, nos dice Enya para avivar la flama de la aventura que permanece adormilada en nuestro espíritu. Despidámonos de todo aquello que queramos que nos reciba con una sonrisa el día en que retornemos. Levantemos el ancla que nos aprisiona a la tierra, y salgamos a descubrir qué hay más allá, para así descubrir qué parte de nosotros aún no hemos conocido. ¡Feliz Deprimartes!

4 comentarios:

  1. Es uno de tus post más poéticos y bellos. Me fascinó. Cada día escribís mejor. Me encantaron el tema que elegiste y las reflexiones, me identifico en cada una de ellas.

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    1. Muchas gracias, niña. Es bueno saber que del otro lado hay gente que pone en valor todo lo que uno humildemente escribe. Espero seguir contando con tus comentarios. Saludos.

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    2. Me gustaron más tu comentario sobre la música que la misma música en sí

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    3. Gracias, siempre busco que tanto la canción, o bien el video, o la letra, o hasta la vida del intérprete se presten para escribir una reflexión. Encuentro raro que no te guste este tema, pero bueno; sobre gustos no hay nada escrito.

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