martes, 1 de diciembre de 2020

Capítulo 251: “You Never Can Tell”. Chuck Berry. (1964)

 



Deprimartes afrancesado:

 

“Era un casamiento de unos jovencitos y los viejos parientes les deseaban mucha suerte. Podías darte cuenta de que Pierre realmente amaba a esa ‘mademoiselle’. Y ahora los recientes ‘monsieur’ y ‘madame’ han hecho que suene la campana de la capilla”. Chuck Berry, el gran creador de “Johnny B. Goode” (tal vez la intro de guitarra más reconocible de toda la historia del Rock), nos canta en esta canción una historia que puede sonarnos tal vez demasiado común; como la de cualquier vecino del barrio. Es el cuento de la parejita feliz que acaba de casarse –por la cantidad de galicismos de la letra ya podemos adivinar que estamos en Louisiana– y que comienza el camino para ir progresando poco a poco en la vida. Alerta de espoiler: la historia ni siquiera tiene un final amargo, sino todo lo contrario… Por lo tanto la única pregunta que me ha quedado flotando en el aire es la siguiente: ¿es esta la famosa felicidad de la que tanto nos han hablado? ¿Tan simple ha ser nuestra vida como para no pretender aspirar a nada más?

 

Y es que salvo algunas anécdotas mínimamente pintorescas, y que no aportan nada a la historia, no ocurre en la letra nada digno de mención. Ningún contratiempo. Ninguna peripecia. Ninguna desventura. Esto quiebra un principio básico de cualquier narrativa: si nada ocurre, nada se puede contar; y la canción parece ir alegremente y campo traviesa a dárselas de frente contra la dinámica misma de cualquier crónica. Nos encontramos entonces con un reduccionismo casi budista sobre la vida misma en el cual se nos reafirma que no va a pasar nada fuera de lugar: “Decoraron su departamento con muebles baratos enviados por correspondencia. Tenían la heladera llena de cenas congeladas y de cervezas, pero cuando Pierre encontró trabajo las cosas empezaron a mejorar de a poco”. El núcleo del mensaje aquí parece ser que si nos parapetamos inteligentemente frente a la vida, todo irá mejorando. Lo importante es mantenerse en movimiento aunque sólo sea mediante pasitos de bebé. De manera tranquila pero constante, la tortuga siempre le ganará terreno a la liebre dormilona.

 

Tal vez ese sea el sentido último de la vida: que no tenga un sentido en sí misma. Que no busquemos un fin mayor que necesite ser alcanzado, sino que simplemente aprendamos a disfrutar del viaje; porque no estaremos vivos otra vez: “Tenían un tocadiscos de alta fidelidad, y vaya que lo hacían sonar a todo volumen. Setecientos discos simples, todos de Rock, Rythm & Blues y Jazz, pero cuando el sol bajaba el ritmo de la música también lo hacía”. Es casi imposible mensurar la importancia de Chuck Berry en la historia del Rock. Es principalmente a él a quien le debemos la instauración de la figura del guitarrista como estrella de una banda, porque este buen señor descollaba sacando a relucir novedosos riffs cuando el primer Rockabilly no era más que un trabajo de equipo coronado por el sonido de un piano. En manos de Chuck, el Rock y la guitarra entendieron que estaban hechos el uno para el otro, tal como Pierre y su “mademoiselle” en su hit de medidados de los ’60; que hasta supo tener su momento de gloria en el cine: “Compraron un coche modificado, era un modelo ’53 color cereza, y lo condujeron por Nueva Orleans para celebrar su aniversario. Allí fue donde Pierre se casó con la hermosa ‘mademoiselle’. ‘C'est la vie’, decían los viejos, y con eso queda demostrado que nunca se sabe lo que va a pasar”. “C'est la vie”, así es la vida. Nunca se sabe lo que va a pasar… ¡Feliz Deprimartes!




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