Deprimartes casamentero:
Otra banda que nunca me cayó del todo bien: No Doubt. Tal
vez sean interesantes, pero no tanto como ellos creen. Su música guarda el
embrión de un Ska mezclado con algo de Punk, pero nunca tuvieron un sonido
demasiado distintivo como para creer que el mundo gira en derredor de ellos. O al
menos eso nos hace pensar su cantante Gwen Stefani, que no hace otra cosa que cantar
en todas sus letras cómo se lamenta una y otra vez por haber terminado su
relación con el bajista de la banda, Tony Kanal: “Tu
apareciste, y ahora yo te estoy dando caza; como si fuera una enferma abusiva
doméstica buscando iniciar una pelea”. Las historias de amor suelen
comenzar con la aparición rutilante de alguien que nos roba el corazón y nos
hace sentir que el mundo se ha detenido. Nada más importa. Sólo esa persona que
tenemos enfrente y por la cual acabamos de darnos cuenta de que tenemos sentimientos
que nos cuesta controlar. Y cuando todo se descontrola, corremos el serio
riesgo de dejar de ser individuos pacíficos y volvernos el estereotipo del
psicópata enfermo de celos. Desgraciadamente es bastante común, y suele
terminar como se espera: “Por un buen tiempo estuve
enamorada. No sólo enamorada, estuve obsesionada con una amistad que nadie más
podía tocar. Pero no terminó bien y terminé envuelta en una caparazón. Y lo
único que quería eran las cosas simples, una clase de vida simple. Y lo único
que necesitaba era un hombre simple, para que pudiera convertirme en esposa”.
“Estoy tan avergonzada, he sido muy mala. No
sé cómo fue que llegué a este punto, ya que era yo quien siempre daba todo el
amor”. El videoclip
de esta canción nos da una idea bastante gráfica de las presiones que sufren
las mujeres en cuanto a mandatos biológicos y sociales se refiere. Si bien hoy
en día ciertas imposiciones ya se han ido diluyendo, aún recuerdo una época no
muy lejana en la cual se esperaba que una mujer estuviese casada antes de los
treinta años, y tuviera al menos un par de hijos. Esto, a causa de algo llamado
“reloj biológico”, suele chocar de lleno con los sueños de juventud de
cualquier niña de bien; ya que la llegada de una responsabilidad tan grande con
forma de bebé obliga a postergar indefinidamente la felicidad personal para
perseguir la del retoño. Por una buena época, en la cabeza femenina se juega
una cinchada constante entre estas ideas de vida casi contrapuestas; y ese tipo
de tira y afloje mental puede generar una buena dosis de angustia diaria, de
cambios de idea constantes. Y ahí la vemos entonces a Gwen, primero huyendo a
toda velocidad en la vida real del compromiso del casamiento, para luego soñar que
intenta detener a sus compañeros de banda; que se divierten rompiendo cientos
de pasteles de boda a garrotazo limpio. La novia toma un pedazo de pastel caído
y lo prueba, para tratar de comprobar si su dulzura se debe a que encierra la
idea de un amor perfecto, brillante y eterno como un diamante: “Si nos viéramos mañana por primera vez, ¿comenzaría todo
otra vez? ¿Intentaría hacerte mío?”.
“Siempre pensé en convertirme en madre, y a
veces deseo cometer un error. Pero entre más espero más egoísta me vuelvo. Y tú
parece que serías un buen padre”. Esta
cuestión tan moderna y tan francesa del amor romántico trae consigo algunos
contratiempos. Porque en todo lo que se refiere al amor como proyecto de pareja,
siempre parece rondar esa idea de que hay que pasar a un siguiente nivel.
Siempre hay otra cosa que alcanzar. Primero hay que ponerse de novios, luego
comprometerse, obviamente hay que casarse, tener hijos, un perro, comprar un
coche, una casa, mandar a los chicos a la escuela, tener unas vacaciones en
familia, etc. Es como si no existiera la noción de detener la marcha para disfrutar
de lo logrado, simplemente hay que conseguir metas todo el tiempo… Por suerte
en este nuevo siglo todo es mucho más laxo. Creo firmemente que, siempre que no
represente un perjuicio para nadie, una persona tiene que poder estar con quien
quiera estar con él o ella. La felicidad no es una franquicia llamada
matrimonio, que puede aplicarse normativamente sobre todo el mundo. La
felicidad no es una fórmula que pueda ser cuantificada, porque es una sumatoria
de sensaciones totalmente subjetivas. La felicidad es personal, y ninguna es
igual a la otra. Es así de simple, y cuando se nos ocurre que la vida debería
ser más elaborada que eso es cuando todo se vuelve más complicado: “Ahora todas esas cosas simples se han vuelto simplemente
muy complicadas para mi vida. ¿Cómo seguiré siéndole fiel a mi libertad, si es
sólo una forma de vivir tan egoísta?”. Sólo se trata de saber elegir…
¡Feliz Deprimartes!
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