martes, 1 de octubre de 2019

Capítulo 239: “Simple Kind Of Life”. No Doubt. (2000)




Deprimartes casamentero:

Otra banda que nunca me cayó del todo bien: No Doubt. Tal vez sean interesantes, pero no tanto como ellos creen. Su música guarda el embrión de un Ska mezclado con algo de Punk, pero nunca tuvieron un sonido demasiado distintivo como para creer que el mundo gira en derredor de ellos. O al menos eso nos hace pensar su cantante Gwen Stefani, que no hace otra cosa que cantar en todas sus letras cómo se lamenta una y otra vez por haber terminado su relación con el bajista de la banda, Tony Kanal: “Tu apareciste, y ahora yo te estoy dando caza; como si fuera una enferma abusiva doméstica buscando iniciar una pelea”. Las historias de amor suelen comenzar con la aparición rutilante de alguien que nos roba el corazón y nos hace sentir que el mundo se ha detenido. Nada más importa. Sólo esa persona que tenemos enfrente y por la cual acabamos de darnos cuenta de que tenemos sentimientos que nos cuesta controlar. Y cuando todo se descontrola, corremos el serio riesgo de dejar de ser individuos pacíficos y volvernos el estereotipo del psicópata enfermo de celos. Desgraciadamente es bastante común, y suele terminar como se espera: “Por un buen tiempo estuve enamorada. No sólo enamorada, estuve obsesionada con una amistad que nadie más podía tocar. Pero no terminó bien y terminé envuelta en una caparazón. Y lo único que quería eran las cosas simples, una clase de vida simple. Y lo único que necesitaba era un hombre simple, para que pudiera convertirme en esposa”.

“Estoy tan avergonzada, he sido muy mala. No sé cómo fue que llegué a este punto, ya que era yo quien siempre daba todo el amor”. El videoclip de esta canción nos da una idea bastante gráfica de las presiones que sufren las mujeres en cuanto a mandatos biológicos y sociales se refiere. Si bien hoy en día ciertas imposiciones ya se han ido diluyendo, aún recuerdo una época no muy lejana en la cual se esperaba que una mujer estuviese casada antes de los treinta años, y tuviera al menos un par de hijos. Esto, a causa de algo llamado “reloj biológico”, suele chocar de lleno con los sueños de juventud de cualquier niña de bien; ya que la llegada de una responsabilidad tan grande con forma de bebé obliga a postergar indefinidamente la felicidad personal para perseguir la del retoño. Por una buena época, en la cabeza femenina se juega una cinchada constante entre estas ideas de vida casi contrapuestas; y ese tipo de tira y afloje mental puede generar una buena dosis de angustia diaria, de cambios de idea constantes. Y ahí la vemos entonces a Gwen, primero huyendo a toda velocidad en la vida real del compromiso del casamiento, para luego soñar que intenta detener a sus compañeros de banda; que se divierten rompiendo cientos de pasteles de boda a garrotazo limpio. La novia toma un pedazo de pastel caído y lo prueba, para tratar de comprobar si su dulzura se debe a que encierra la idea de un amor perfecto, brillante y eterno como un diamante: “Si nos viéramos mañana por primera vez, ¿comenzaría todo otra vez? ¿Intentaría hacerte mío?”.

“Siempre pensé en convertirme en madre, y a veces deseo cometer un error. Pero entre más espero más egoísta me vuelvo. Y tú parece que serías un buen padre”. Esta cuestión tan moderna y tan francesa del amor romántico trae consigo algunos contratiempos. Porque en todo lo que se refiere al amor como proyecto de pareja, siempre parece rondar esa idea de que hay que pasar a un siguiente nivel. Siempre hay otra cosa que alcanzar. Primero hay que ponerse de novios, luego comprometerse, obviamente hay que casarse, tener hijos, un perro, comprar un coche, una casa, mandar a los chicos a la escuela, tener unas vacaciones en familia, etc. Es como si no existiera la noción de detener la marcha para disfrutar de lo logrado, simplemente hay que conseguir metas todo el tiempo… Por suerte en este nuevo siglo todo es mucho más laxo. Creo firmemente que, siempre que no represente un perjuicio para nadie, una persona tiene que poder estar con quien quiera estar con él o ella. La felicidad no es una franquicia llamada matrimonio, que puede aplicarse normativamente sobre todo el mundo. La felicidad no es una fórmula que pueda ser cuantificada, porque es una sumatoria de sensaciones totalmente subjetivas. La felicidad es personal, y ninguna es igual a la otra. Es así de simple, y cuando se nos ocurre que la vida debería ser más elaborada que eso es cuando todo se vuelve más complicado: “Ahora todas esas cosas simples se han vuelto simplemente muy complicadas para mi vida. ¿Cómo seguiré siéndole fiel a mi libertad, si es sólo una forma de vivir tan egoísta?”. Sólo se trata de saber elegir… ¡Feliz Deprimartes!

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