Deprimartes mujeriego:
“Es un mundo difícil como para conseguir una
oportunidad, todo lo bueno ya ha sido tomado por alguien más. Pero nena, hay
formas de hacer que ciertas cosas dejen dinero. Y aunque hoy lleve puesto estos
harapos, un día me vestiré con pieles”. He aquí un detalle que nos da cuenta de toda el agua que
corrió bajo el puente durante las últimas décadas. Con el advenimiento del
feminismo rampante que se vive en este nuevo siglo, estoy seguro de que el videoclip
que ilustra esta canción hoy bien podría ser considerado como machista; debido
a que la banda está tocando con una escenografía de fondo que exhibe cabezas
femeninas colgadas en la pared como trofeos de caza. Si bien quisieron jugar
con el nombre de la banda, es obvio que al ojo moderno esta elección estética
le resultaría un tanto incómoda. Pero también marca la enorme cantidad de
límites que se han roto, y la gigantesca distancia recorrida por nuestra
sociedad gracias a una revolución de paradigma que se inició más o menos por la
época en que este grupo hacía su aparición: “Escucha
lo que te digo, voy a ser el dueño de mi destino. No voy a pasarme la vida
sudando para pagar la renta. Óyeme bien, me estoy liberando; no tiene sentido
que intentes detenerme, así que quédate cerca mío”.
Estoy hablando de The Animals, banda perteneciente a esa
Invasión Británica que tomó Norteamérica por asalto allá por 1964. Se hicieron
súper conocidos con su versión del clásico “The House Of The Rising Sun”,
logrando que esta canción fuera la segunda en la historia en llegar al Nº1 de
las listas a ambos lados del Atlántico; luego de “I Want To Hold Your Hand” de
The Beatles. Su cantante Eric Burdon es
considerado uno de los mejores vocalistas de la historia, y es un buen ejemplo
de lo extraño que se aparecían ante el ojo yanqui estos inglesitos prolijos de
traje y corbata haciendo música de artistas negros. Algunas teorías señalan que
es el “Hombre Huevo” en la letra de la canción “I Am The Walrus” de los Cuatro
de Liverpool, ya que John Lennon había coincidido con Burdon en alguna fiestas
psicodélicas donde éste último tenía por costumbre el partir huevos crudos
sobre mujeres desnudas… En fin, así eran los Años ’60: “Pero
nena, recuerda que es mi vida y haré con ella lo que quiera. Esta es mi
mentalidad y pensaré lo que quiera. Demuéstrame que estoy equivocado. Lastímame
cuanto quieras, pero un día yo te trataré como a una reina”. The Animals
consiguieron rápidamente el éxito, pero en el camino les pasó de todo. Primero
su tecladista y fundador Alan Price abandonó la banda ante su imposibilidad de realizar
giras, pues no podía superar su miedo a volar en avión. Luego se les fue el bajista,
el rubio Chas Chandler, quien abandonó la banda en 1966 para dedicarse a ser
representante; y tan mal no le fue, ya que su primer representado fue un tal
Jimmy Hendrix. Finalmente el grupo acordó hacer una gira por el lejano
Japón, sólo para tener que interrumpirla y huir del país debido a la amenaza de
la mafia local. La Yakuza era quien estaba detrás de la organización de la gira,
y consideraron que los músicos les debían dinero de antemano. En mi humilde
opinión, esta sí es una buena excusa para disolver cualquier banda: ser
amenazados de muerte por la mafia japonesa.
“Siempre habrá mujeres con mucho dinero que
quieran adoptar a un huérfano como yo. ¿Vas a llorar cuando les exprima hasta
el último centavo? Porque les sacaré todo sin tener ningún remordimiento. Les
mentiré descaradamente y me quedaré con todo su dinero. Créeme, cariño; todo ese
dinero será mío. ¿Puedes creerlo?”. La letra de esta canción suena bastante descarada en cuanto
al desenfado con que el protagonista confiesa su plan de convertirse en un
gigoló. Se trata de ese arquetipo del conquistador romántico que atrapa con
embustes a señoras cuyos mejores años ya han quedado en el olvido, y que hoy en
día se encuentran dispuestas a soltar algo de dinero para obtener una cuota de
afecto. Simple ley de oferta y demanda. Y al parecer uno de los requisitos
necesarios para ejercer esta profesión es la de no tener ningún tipo de
escrúpulos. El amante masculino tiene prohibido mirar por sobre su hombro para
ver el tendal de corazones rotos y cajas fuertes vacías que su accionar dejó
tras de sí. Tienen la culpa exorcizada y una rutina de emociones falsas muy bien
ensayada para lograr la próxima conquista. Aún a costa de su propia dignidad,
esta es gente que no teme pasarse una buena temporada en el Purgatorio: “Yo no soy ningún santo, pero tampoco he recibido quejas.
Así que ahora vete y trata de arreglártelas como puedas”. ¡Feliz
Deprimartes!
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