martes, 22 de octubre de 2019

Capítulo 242: “It’s My Life”. The Animals. (1965)




Deprimartes mujeriego:

“Es un mundo difícil como para conseguir una oportunidad, todo lo bueno ya ha sido tomado por alguien más. Pero nena, hay formas de hacer que ciertas cosas dejen dinero. Y aunque hoy lleve puesto estos harapos, un día me vestiré con pieles”. He aquí un detalle que nos da cuenta de toda el agua que corrió bajo el puente durante las últimas décadas. Con el advenimiento del feminismo rampante que se vive en este nuevo siglo, estoy seguro de que el videoclip que ilustra esta canción hoy bien podría ser considerado como machista; debido a que la banda está tocando con una escenografía de fondo que exhibe cabezas femeninas colgadas en la pared como trofeos de caza. Si bien quisieron jugar con el nombre de la banda, es obvio que al ojo moderno esta elección estética le resultaría un tanto incómoda. Pero también marca la enorme cantidad de límites que se han roto, y la gigantesca distancia recorrida por nuestra sociedad gracias a una revolución de paradigma que se inició más o menos por la época en que este grupo hacía su aparición: “Escucha lo que te digo, voy a ser el dueño de mi destino. No voy a pasarme la vida sudando para pagar la renta. Óyeme bien, me estoy liberando; no tiene sentido que intentes detenerme, así que quédate cerca mío”.

Estoy hablando de The Animals, banda perteneciente a esa Invasión Británica que tomó Norteamérica por asalto allá por 1964. Se hicieron súper conocidos con su versión del clásico “The House Of The Rising Sun”, logrando que esta canción fuera la segunda en la historia en llegar al Nº1 de las listas a ambos lados del Atlántico; luego de “I Want To Hold Your Hand” de The Beatles. Su cantante  Eric Burdon es considerado uno de los mejores vocalistas de la historia, y es un buen ejemplo de lo extraño que se aparecían ante el ojo yanqui estos inglesitos prolijos de traje y corbata haciendo música de artistas negros. Algunas teorías señalan que es el “Hombre Huevo” en la letra de la canción “I Am The Walrus” de los Cuatro de Liverpool, ya que John Lennon había coincidido con Burdon en alguna fiestas psicodélicas donde éste último tenía por costumbre el partir huevos crudos sobre mujeres desnudas… En fin, así eran los Años ’60: “Pero nena, recuerda que es mi vida y haré con ella lo que quiera. Esta es mi mentalidad y pensaré lo que quiera. Demuéstrame que estoy equivocado. Lastímame cuanto quieras, pero un día yo te trataré como a una reina”. The Animals consiguieron rápidamente el éxito, pero en el camino les pasó de todo. Primero su tecladista y fundador Alan Price abandonó la banda ante su imposibilidad de realizar giras, pues no podía superar su miedo a volar en avión. Luego se les fue el bajista, el rubio Chas Chandler, quien abandonó la banda en 1966 para dedicarse a ser representante; y tan mal no le fue, ya que su primer representado fue un tal Jimmy Hendrix. Finalmente el grupo acordó hacer una gira por el lejano Japón, sólo para tener que interrumpirla y huir del país debido a la amenaza de la mafia local. La Yakuza era quien estaba detrás de la organización de la gira, y consideraron que los músicos les debían dinero de antemano. En mi humilde opinión, esta sí es una buena excusa para disolver cualquier banda: ser amenazados de muerte por la mafia japonesa.

“Siempre habrá mujeres con mucho dinero que quieran adoptar a un huérfano como yo. ¿Vas a llorar cuando les exprima hasta el último centavo? Porque les sacaré todo sin tener ningún remordimiento. Les mentiré descaradamente y me quedaré con todo su dinero. Créeme, cariño; todo ese dinero será mío. ¿Puedes creerlo?”. La letra de esta canción suena bastante descarada en cuanto al desenfado con que el protagonista confiesa su plan de convertirse en un gigoló. Se trata de ese arquetipo del conquistador romántico que atrapa con embustes a señoras cuyos mejores años ya han quedado en el olvido, y que hoy en día se encuentran dispuestas a soltar algo de dinero para obtener una cuota de afecto. Simple ley de oferta y demanda. Y al parecer uno de los requisitos necesarios para ejercer esta profesión es la de no tener ningún tipo de escrúpulos. El amante masculino tiene prohibido mirar por sobre su hombro para ver el tendal de corazones rotos y cajas fuertes vacías que su accionar dejó tras de sí. Tienen la culpa exorcizada y una rutina de emociones falsas muy bien ensayada para lograr la próxima conquista. Aún a costa de su propia dignidad, esta es gente que no teme pasarse una buena temporada en el Purgatorio: “Yo no soy ningún santo, pero tampoco he recibido quejas. Así que ahora vete y trata de arreglártelas como puedas”. ¡Feliz Deprimartes!

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