martes, 5 de noviembre de 2019

Capítulo 244: “More Than A Feeling”. Boston. (1976)




Deprimartes sentimental:

“Miré afuera esta mañana, pero el Sol ya se había ido. Puse algo de música para empezar mi día y me perdí en una canción que me resultó familiar. Cerré los ojos y me dejé llevar”. Soy una persona a la que le gusta reconocer sus defectos. Si bien lo considero un acto de altruismo, es posible que la raíz de este comportamiento se deba al hecho de que mis defectos son tantos que me es imposible siquiera tratar de ocultarlos o excusarme de ellos. Y los reconozco libremente pues en todo esto juegan un papel importante tanto mi nihilismo como mi misantropía, los cuales hacen que la opinión del prójimo sobre mí me importe un rábano. Pero aún así, la introspección es un espejo en el cual suelo arreglarme el peinado; y con esto me he dado cuenta de que mi carácter de melómano irreductible en más de una ocasión me ha jugado en contra. Es común que en varios momentos de mi día me calce los auriculares y me deje llevar por mis canciones favoritas. Y si bien éste puede parecer un uso terapéutico de la música en mi vida, se trata de un arma de doble filo; puesto que he descubierto que en más de una ocasión esta costumbre funciona tanto para bien como para mal. Me es útil potenciar o revertir algún estado de ánimo a través de mi cancionero, pero también está la tentación de usarlo para distraerse de la triste realidad y dejar de prestarle atención a los problemas más acuciantes. La música se comporta como una sustancia, con todos sus bemoles. Muchas veces, no es más que un mísero parche que oculta de la vista los feos agujeros de la realidad: “Tantas personas en mi vida han aparecido y se han ido, sus caras se van desvaneciendo a medida que pasan los años. Y sin embargo todavía las recuerdo mientras deambulo, tan claramente como el Sol en un día de verano”.

Siempre he reparado en que las canciones cuyo sonido tiene un carácter de inoxidable son aquellas que se registraron en la era de la Música Disco pero que no pertenecen a esa categoría, sino que más bien guardan las formas del Rock clásico. Ejemplos hay de sobra: “Sultans Of Swing” de Dire Straits, “The Logical Song” de Supertramp, “Hotel California” de los Eagles, todo el disco “The Wall” de Pink Floyd, y muchos otros; todas grabaciones pertenecientes a la segunda mitad de los años ’70. Es evidente que el Rock había llegado a una cima en lo que refiere a su sonido y a una elaborada producción. Y todo aquello iba acompañado por ese look tan característico de melenas afro y bigotes tupidos que parece que sólo estaban permitidos en esa época. Firmes exponentes de esa estética son los integrantes de Boston, banda originaria de la ciudad del mismo nombre, capital del Estado de Massachusetts; y que un año después de haberse formado ya había editado el álbum que contenía este gran éxito: “Es más que un sentimiento lo que tengo cuando oigo esa vieja canción que solían tocar. Y empiezo a soñar hasta que veo que Marianne se aleja. Veo que mi Marianne se aleja de mí”.

Boston ha tenido como líder a Tom Scholz, un muy talentoso guitarrista, compositor y arreglador con cierta manía perfeccionista. Además, su grado de ingeniero recibido del MIT le granjeó mucho éxito como inventor, ya que fue el creador del legendario sistema de sonido Rockman, que permite que una guitarra tenga un particular sonido ochentoso; y por eso ha sido usado por bandas de la época como ZZ Top, Rush, Def Leppard, Megadeth, y Journey, entre muchos otros. Como contraparte en la banda estaba el cantante Brad Delp, un vocalista exquisito y con un rango de voz envidiable; pero con un costado depresivo que finalmente lo llevo al suicidio en el año 2007 dejando una nota con una frase en francés: “J'ai une âme solitaire” (soy un alma solitaria). Los motivos de su muerte nunca se esclarecieron, pero entre ellos se barajó la mala relación que tenía con Scholz. Como en prácticamente todo suicidio, la verdadera razón se va junto con la vida del suicida. Tal vez, ya ni siquiera la música le resultaba un refugio seguro de todos sus pesares: “Cuando estoy cansado y mi cabeza no funciona, corro a esconderme en mi música para olvidar el día. Y sueño con una chica que una vez conocí, cierro los ojos y ella comienza a desaparecer”. Sería maravilloso que la música fuera nuestra mansión, y no un mero escondite al cual huir atemorizados. ¡Feliz Deprimartes!


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