Deprimartes sentimental:
“Miré afuera esta mañana, pero el Sol ya se
había ido. Puse algo de música para empezar mi día y me perdí en una canción
que me resultó familiar. Cerré los ojos y me dejé llevar”. Soy una persona a la que le
gusta reconocer sus defectos. Si bien lo considero un acto de altruismo, es
posible que la raíz de este comportamiento se deba al hecho de que mis defectos
son tantos que me es imposible siquiera tratar de ocultarlos o excusarme de
ellos. Y los reconozco libremente pues en todo esto juegan un papel importante tanto
mi nihilismo como mi misantropía, los cuales hacen que la opinión del prójimo
sobre mí me importe un rábano. Pero aún así, la introspección es un espejo en
el cual suelo arreglarme el peinado; y con esto me he dado cuenta de que mi
carácter de melómano irreductible en más de una ocasión me ha jugado en contra.
Es común que en varios momentos de mi día me calce los auriculares y me deje
llevar por mis canciones favoritas. Y si bien éste puede parecer un uso terapéutico
de la música en mi vida, se trata de un arma de doble filo; puesto que he
descubierto que en más de una ocasión esta costumbre funciona tanto para bien como
para mal. Me es útil potenciar o revertir algún estado de ánimo a través de mi
cancionero, pero también está la tentación de usarlo para distraerse de la triste
realidad y dejar de prestarle atención a los problemas más acuciantes. La música se comporta como una sustancia,
con todos sus bemoles. Muchas veces, no es más que un mísero parche que oculta
de la vista los feos agujeros de la realidad: “Tantas
personas en mi vida han aparecido y se han ido, sus caras se van desvaneciendo
a medida que pasan los años. Y sin embargo todavía las recuerdo mientras
deambulo, tan claramente como el Sol en un día de verano”.
Siempre he reparado en que las canciones cuyo sonido tiene
un carácter de inoxidable son aquellas que se registraron en la era de la Música
Disco pero que no pertenecen a esa categoría, sino que más bien guardan las
formas del Rock clásico. Ejemplos hay de sobra: “Sultans Of Swing” de Dire
Straits, “The Logical Song” de Supertramp, “Hotel California” de los Eagles, todo
el disco “The Wall” de Pink Floyd, y muchos otros; todas grabaciones
pertenecientes a la segunda mitad de los años ’70. Es evidente que el Rock
había llegado a una cima en lo que refiere a su sonido y a una elaborada producción.
Y todo aquello iba acompañado por ese look tan característico de melenas afro y
bigotes tupidos que parece que sólo estaban permitidos en esa época. Firmes
exponentes de esa estética son los integrantes de Boston, banda originaria de la
ciudad del mismo nombre, capital del Estado de Massachusetts; y que un año después
de haberse formado ya había editado el álbum que contenía este gran éxito: “Es más que un sentimiento lo que tengo cuando oigo esa
vieja canción que solían tocar. Y empiezo a soñar hasta que veo que Marianne se
aleja. Veo que mi Marianne se aleja de mí”.
Boston ha tenido como líder a Tom Scholz, un muy talentoso
guitarrista, compositor y arreglador con cierta manía perfeccionista. Además,
su grado de ingeniero recibido del MIT le granjeó mucho éxito como inventor, ya
que fue el creador del legendario sistema de sonido Rockman, que permite que una
guitarra tenga un particular sonido ochentoso; y por eso ha sido usado por
bandas de la época como ZZ Top, Rush, Def Leppard, Megadeth, y Journey, entre
muchos otros. Como contraparte en la banda estaba el cantante Brad Delp, un
vocalista exquisito y con un rango de voz envidiable; pero con un costado
depresivo que finalmente lo llevo al suicidio en el año 2007 dejando una nota con
una frase en francés: “J'ai une âme solitaire” (soy un alma solitaria). Los
motivos de su muerte nunca se esclarecieron, pero entre ellos se barajó la mala
relación que tenía con Scholz. Como en prácticamente todo suicidio, la verdadera razón se va
junto con la vida del suicida. Tal vez, ya ni siquiera la música le resultaba
un refugio seguro de todos sus pesares: “Cuando
estoy cansado y mi cabeza no funciona, corro a esconderme en mi música para
olvidar el día. Y sueño con una chica que una vez conocí, cierro los ojos y
ella comienza a desaparecer”. Sería maravilloso que la música fuera nuestra
mansión, y no un mero escondite al cual huir atemorizados. ¡Feliz Deprimartes!
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