Deprimartes bailarín:
La carrera de Tina Turner ha sido un dechado de superación
constante. Primeramente, y habiendo sido adoptada por un matrimonio que luego
se separó, sufrió el desarraigo constante de tener que vivir en casas de varios
parientes lejanos durante su adolescencia. Luego le llegó un éxito mediano al
sumarse a la banda de quien sería su esposo, el músico Ike Turner. Con el
tiempo, y ya como dúo, serían teloneros de monstruos como Janis Joplin, Cher, Elton
John, Ray Charles, James Brown, y Elvis Presley, entre otros. También acompañaron
en sus shows a David Bowie, quien sería el responsable de devolver a Tina al
éxito; apadrinándola luego de que su matrimonio se convirtiera en una
seguidilla de hechos de violencia doméstica. Cuando la carrera solista de la
morena estuvo prácticamente estancada, fue Bowie quien hizo lobby para que los
directivos de su compañía discográfica se fijaran en el talento de esta gran
mujer; que ya acarreaba los años suficientes como para cantar sobre temas
maduros sin perder su potencia rockera, y vaya como ejemplo este vademécum de consejos
prácticos para ganar dinero a costa del deseo masculino: “Los hombres vienen a este tipo de lugares, y los hombres
son todos iguales. No les miras las caras, y menos aún les preguntas su nombre.
Ni siquiera piensas en ellos como humanos, no les dedicas ni siquiera un
pensamiento. Sólo te concentras en el dinero, mientras pierdes la mirada en un
punto en la pared”.
En este videoclip Tina nos da una clínica sobre cómo
ejercer el oficio más viejo del mundo, la prostitución. Sin perjuicio de mi opinión personal, la cual me reservo, siempre se nos ha presentado la cosmovisión de que a lo largo de la
historia el ser humano se ha encontrado pujando en esta disyuntiva: por un lado se considera a las pulsiones masculinas como algo imposible de detener, y por el otro está la
negativa a prohibir totalmente el comercio de sexo para prevenir los desastres
que podrían causar los hombres insatisfechos contra el honor y la
virtud de las damas de bien. Que un hombre en sus mejores años pudiese acceder
a los servicios amatorios de una hermosa mujer era algo que había que permitir
como sociedad, para no dar lugar a que se produzcan desmanes y atrocidades. Desde
Onán a esta parte, cuanto advenedizo ha aparecido Biblia en mano nos ha
enseñado que la simiente del hombre tiene que ser utilizada para procrear. El
pueblo de una nación debe crecer en número, y su ejército tiene que ser más
numeroso. Es por eso que siempre ha estado mal visto el desperdicio de material
genético de parte de los varones. El mensaje incuestionable que nos han
transmitido es que el hombre “siempre tiene que querer”. Y si no puede
proveerse de una mujer que pueda encargarse de sus necesidades urgentes, no
estaría tan mal que pague por ello. Y así nacieron las profesionales del amor,
que por lo general también sabían ser bailarinas: “Soy
tu bailarina privada, bailo por dinero, y haré lo que quieras que haga…
Cualquier buena música que pongas me servirá”. Por la razón que fuere, no
es tan poco común ver que las mujeres que se han entrenado como profesionales en las danzas exóticas tengan a mano el hecho de ejercer la prostitución. Así es como
en el inconsciente colectivo quedó impregnada esa idea de que se relacione la
danza con la oferta sexual, o al menos, sobreentender que pueden ir de la mano.
No por nada en este video se nos ilustra mostrando distintos tipos de danzarinas
además de las clásicas con tutú, también podemos ver a la desprejuicidada bailarina
de cancán, y a la sensual “bailaora” de flamenco. También vemos una geisha,
todo un estereotipo equivocado sobre la sumisión sexual de la mujer hacia el
hombre.
“Quiero juntar un millón de
dólares, quiero vivir en una casa en la playa, tener un marido y algunos hijos.
Sí, creo que me gustaría formar una familia”. Como nos deja en claro la letra de la canción, todos tenemos
sueños; aún quienes se encuentran en la situación momentánea de tener que
ofrecer su cuerpo como un bien de consumo. Siempre me pregunté qué pasará por
la cabeza de una mujer que se ve obligada a alquilar su sexo para salir
adelante. Cómo serían sus verdaderos sueños, y cómo lucharía contra los prejuicios
que se topa día a día; por tratarse de una ocupación tan mal vista por los
demás. ¿Serán concientes de que lo que están haciendo es sólo un sacrificio
para poder cerrar este capítulo deshonroso de su vida, o esto también será una parte
cotidiana de esa realidad que no les permite ver un futuro más allá de sus
propias narices? ¿Soñarán con un amor duradero, o ya estarán acostumbradas al
desencanto de no ver el rostro de ningún hombre?: “Marcos
alemanes o dólares me dan igual. También acepto American Express, muchas
gracias. Deja que te afloje esa correa que te ahorca; dime, ¿quieres verme
contonearme otra vez?”. Sobre el final Tina decide irse
intempestivamente y dejar atrás ese antro, sólo para ser reemplazada inmediátamente
por otra mujer más joven y con más ansias de devorarse el mundo; como si nada
hubiera ocurrido allí. El mundo sigue girando sin que le importe un rábano qué
sueños destroza cuando pone sus engranajes en movimiento. ¡Feliz Deprimartes!
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