martes, 24 de septiembre de 2013

Capítulo 50: “Piano Man”. Billy Joel. (1973)





¡Deprimartes aniversario!:



Un año hace ya que comencé con esta humilde sección, compartiendo videos de tinte melancólico y filosofando, muy baratamente, sobre la vida y su razón de ser. Gracias a todos los que acompañaron con algún comentario, a quienes simplemente les gustó, o a los que no hicieron mucho más que pegarle una miradita al pasar. De nuevo gracias. Este va a ser uno largo, por que como el festejo lo merece, les he traído “El pianista”, el tema que yo considero el Himno de los perdedores, y la letra completa no tiene desperdicio. Aquí tienen al genial Billy Joel, sentado tras su piano, que se desgrana en descripciones pormenorizadas sobre la gente que ve entre su audiencia. Y todas son personas que vale la pena conocer: “Son las nueve en punto de un sábado, y la multitud acostumbrada va llegando. Sentado a mi lado hay un viejo que está haciéndole el amor a su Gin tonic. Me dice: ‘Hijo, puedes tocarme una vieja canción; no estoy muy seguro de cómo iba, pero es triste y dulce, y me la sabía completa cuando andaba vestido como un hombre joven’”. El dolor de ya no ser… Así es la vida.



En ese antro de ostracismo espiritual, el gran Billy, sin más ni más, logró componer la canción que todo pianista quisiera cantar. Haciendo uso de su maestría musical, fusionó sin inconvenientes el improbable matrimonio entre un piano y una armónica… Una pena que el señor William Martin Joel se haya retirado hace ya mucho de la música popular para dedicarse a componer música clásica. Pero, ¿quién podría culparlo?… Sólo se dedicó a hacer aquello que lo hace feliz. Algo que no supo hacer la gente de su bar: “John, el de la barra, es un buen amigo mío; no me cobra los tragos, y es rápido para hacerte una broma o encenderte el cigarro, pero hay otro lugar en el que le gustaría estar. Me dice: ‘Bill, creo que esto me está matando’, mientras una sonrisa se le escapa de la cara, ‘Pero estoy seguro de que podría ser una estrella de cine, si pudiera salir de aquí’”. Si pudiera salir de aquí… Si pudiera escapar de este lugar en el cual el destino me atornilló... Si pudiera abandonar esta sonrisa estúpida a la que estoy obligado, y pudiera gozar de mis muecas agridulces sin depender del qué dirán los clientes de este lugar… Pero este lugar al menos me permite soñar, y saber que esos sueños serán siempre dorados para mí, y no una mera posibilidad de quedar horrendamente incumplidos si intento hacerlos realidad.



“Paul es un escritor de novelas realistas, que nunca tuvo tiempo para casarse; y está hablando con Davy, que todavía cumple servicio en la Marina, y que probablemente siga allí de por vida”. Todos especímenes que no pueden, no quieren, o tal vez no deben escapar de un destino aceptado… ¡Pero cómo me gustaría reunirme con estos personajes, y aunque todavía reniegue de mi condición de eterno abstemio, encontrar algo con lo cual llenar mi copa para brindar con ellos! ¡Queridos compañeros de este bar, déjenme abrazarlos y llorar en su hombro! Porque la realidad, con esa adicción enfermiza que la domina, también se encargó de destrozar mis sueños… Déjenme reírme en su compañía de mis propias lágrimas; y entre ustedes permítanme estar orgulloso de la puñalada que la vida me asestó en la espalda. Tal vez así consiga el valor necesario para volver a enamorarme de la esperanza.



“Y la mesera está practicando diplomacia con un hombre de negocios que lentamente se va poniendo borracho; y ambos comparten un trago que se llama ‘soledad’, pero es mucho mejor que beber solo”. La soledad es mejor cuando es compartida, sin dudas. No cualquiera sabe cómo estar solo en compañía, balanceando todo en su justa medida. Ahí está el secreto.



“Es una buena cantidad de gente para un sábado, y el mánager me sonríe, porque sabe que es a mí a quien vinieron a ver, para olvidarse de la realidad por un rato. Y el piano suena como una calesita, y el micrófono huele a cerveza; y todos se sientan a la barra, y ponen propinas en mi tarro, y me preguntan: ‘¡Hombre, ¿qué estás haciendo aquí?!’”. Un lugar plagado de seres maravillosos, aún el pianista, que están atravesados tiernamente por sus propios fracasos. Y que parecen decirnos que aprendamos a amar nuestros fracasos, porque son los que nos forjan el alma. Gracias a la enorme cantidad de ellos que tenemos en nuestras vidas, es que nuestras pequeñas victorias se nos vuelven gloriosas. Y, si nos agobian demasiado, aún podemos ir a un bar a escuchar una buena melodía, y pedir a gritos: “Cántanos una canción, tú, el del piano; cántanos una canción esta noche. Porque estamos de humor como para una buena melodía, y tú haces que nos sintamos tan bien...”. Sin duda alguna, creo que el Cielo debe de tener algo de ese bar. ¡Feliz primer año de Deprimartes para todos!

2 comentarios:

  1. Esta es probablemente de las canciones más tristes jamás escritas, y a la vez de esas que te hacen sentir un cierto regustillo nostálgico y decadente, diría que incluso literario, que hace de la escena descrita algo extrañamente atractivo.
    La soledad mejor compartida o amar los fracasos porque hacen nuestras victorias gloriosas, qué grande!!
    Preciosa canción y genial interpretación.
    Feliz cumpleaños deprimartes!!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Me alegro que te haya gustado la visita al bar de este hermoso tema, extrañamente parecido al bar de mi primer Deprimartes, el del gran Leonard Cohen. Gracias, estimada amiga. No conozco ni siquiera tu nombre, pero siento que eres como la canción de U2, estás tan lejos, y tan cerca.

      Borrar