Deprimartes bailable:
La temática que siempre he
elegido para analizar es el Rock & Roll en su costado más melancólico. En
su defecto también puedo desglosar temas que representen no sólo cualquier
grado de tristeza, sino también la ira, el sarcasmo, la locura, la desidia, o
cualquier otra emoción que simbolice algún tipo de rechazo de la realidad tal y
como nos es dada. Es por eso mismo que me ha sido muy difícil encontrar para
este análisis una canción de una de las épocas del Rock más significativas: la
música Disco. Y he aquí que luego de mucho investigar y cavilar al respecto, me
decidí por uno de sus himnos más reconocidos, que dice lo siguiente: “Al principio estaba muerta de miedo, petrificada;
pensaba que no podría seguir viviendo sin ti a mi lado. Pero desde entonces
pasé tantas noches pensando en todo el mal que me hiciste, que me volví fuerte
y aprendí cómo salir adelante. Y ahora estás de vuelta, apareces de la nada;
sólo entré aquí y me encontré con tu mirada triste. Debí haber cambiado la
estúpida cerradura, te hubiera hecho dejar tu llave, si hubiera sospechado que
ibas a volver a molestarme”. Primero, un poco de marco conceptual: la
música Disco nace hacia mediados de la década del ’70 tomando como influencia
directa el Glam Rock. Básicamente, lo que ocurría por aquella época era que la música moderna estaba en el mejor momento de su historia, con expresiones tan sublimes
como el Rock Sinfónico, el Rock Conceptual y aún el Rock Psicodélico. Esto nos
dio los mejores años de música que se recuerden, con temas que eran verdaderas
suites que superaban holgadamente los cuatro o cinco minutos de cualquier
canción Pop –era común que los álbumes tuvieran sólo cinco o seis temas en total-,
y con letras donde las hadas, los magos y las espadas estaban a la orden del
día. Había un único problema: las discotecas estaban vacías. Esta era música
para ser escuchada y disfrutada, no para ser bailada. Y entonces los dueños
de los boliches bailables fueron a ver a los productores discográficos, y…
¡Voilá!
Así fue como empezaron a aparecer
cual plaga personajes estrafalarios con gigantescos peinados afro y zapatos con
plataformas de alturas ridículas, bailando coreografías sacadas de la película “Fiebre
de sábado por la noche” en lugares con pisos luminosos, cocaína servida a
raudales, y –por supuesto, el símbolo de lo que fue esa época- una gran bola de
espejos salpicando con lucecitas por todas direcciones. Pero no todo fue cuestión
de estética, el movimiento Disco fue tan potente como lo fue su
música: “Vete ya mismo, sal por esa puerta. Da
media vuelta y lárgate, ya no eres bienvenido aquí. Fuiste tú el que intentó
destruirme con tu partida. ¿Pensaste que me harías trizas? ¿Pensaste que yo me
dejaría morir? Oh, no; yo no. Yo voy a sobrevivir. Mientras siga sabiendo cómo
amar sé que continuaré con vida. Tengo toda mi vida para vivir, tengo todo mi
amor para entregar. Así que voy a sobrevivir”. En cuanto a sus letras, como
vemos aquí, fueron dejados de lado los duendes y las hadas, y la cosa se volvió
más terrenal; abarcando conflictos un tanto más cotidianos y emocionales.
Por alguna circunstancia
inexplicable, el Disco nunca toleró muy bien los solos de guitarra, y salvo algún que
otro riff, los virtuosos de este instrumento sobrevivieron virtiendo su talento
en el Funk. En su lugar, las discotecas estaban inundadas con eximios cantantes
de raza negra, bajos eléctricos de líneas vivaces y elaboradas, y por sobre
todo, una batería potente cuyo bombo golpeaba el doble de tiempo que el
redoblante -al revés que todas sus ramas antecesoras del Rock-, lo cual provocaba
que cualquiera saltara a la pista de baile: “Tuve
que usar todas las fuerzas que tenía para no venirme abajo, estuve mucho tiempo
intentando arreglar mi corazón hecho pedazos. Y pasé demasiadas noches
sintiendo lástima de mí misma. Lloré mucho, pero ahora puedo llevar la frente
en alto. Y aquí me ves, una persona nueva. Ya no soy esa pequeña que vivía
encadenada a tu amor”. Coronaba todo esto unas excelentes secciones de
cuerdas y de vientos, concluyendo lo que siempre fue una producción costosísima;
hecho que terminó por ser su propia tumba. Además del cansancio que terminó por
provocar en las masas –es uno de los pocos movimientos que registró manifestaciones
públicas multitudinarias para que terminara de una buena vez por todas-, para
principios de los años ’80 producir un tema Disco era algo muy caro comparado
con lo nuevo que se venía: un sencillo sintetizador programado que ejecutaba
todos los instrumentos. Llegaba el auge del Rock Electrónico. Pero esa es otra
historia…
Tan poderoso era el influjo de la música Disco, que artistas que venían de otras vertientes terminaron
interpretándola. Algunos de ellos, inclusive, llegaron a grabar canciones que
se convirtieron en símbolos de este género, y hasta les costó enormemente
despegarse del rótulo de músicos de la Era Disco, si es que lo lograron finalmente…
Los casos de The Jackson 5 ("Blame It On The Boogie"), Electric Light Orchestra
("Last Train To London"), y –especialmente- The Bee Gees ("Stayin' Alive"), son
sólo algunos ejemplos notorios, pero casi ningún artista que grabara por esos
años pudo evitar hacer algún tema Disco. Y aún fue todo tan particular en este
movimiento, que no tuvo una sola mujer a la cual llamaron “Reina del Disco”,
sino que tuvo dos: una de ellas fue Donna Summer (con éxitos como “Hot Stuff” y
“Bad Girls”), y la otra fue la señora de quien hoy me ocupo, Gloria Gaynor.
Además de temas enormes como “Can’t Take My Eyes Off Of You” y “Never Can Say
Goodbye”, nos dejó esta declaración de principios de una mujer que descubre su
fortaleza: “Y tú creíste que simplemente podías
pasar y esperar que yo estuviera libre, pero ahora estoy reservando mi corazón
para alguien que me ame de verdad”. Bien, lo logré; pude darme el gusto
de abarcar la música Disco en mis Deprimartes. Espero que les haya gustado…
¡Feliz Deprimartes!