Deprimartes vintage:
Con no mucho esta señorita se ha posicionado en la escena
musical de los últimos años. Sólo con el hecho de ser distinta, que justamente
no es poco: “Bésame fuerte antes de irte, tengo esa
tristeza de verano. Amor, sólo quería que supieras que tú eres lo mejor que me
pasó”. Hay muchas cosas a tener en cuenta cuando hablamos de la obra de Lana
Del Rey. Por empezar, siempre que nos invita a participar de su aventura
musical nos lleva a una época distinta; a un pasado donde la alegría sí era duradera.
Todo lo referente a ella se ve como si transcurriera en la década del ’50, lo
cual la convirtió rápidamente en un ícono de la estética vintage. Pero también
es una especialista en transmitir una tristeza tan honda que asusta, de ese
tipo de tristeza que tiene sus raíces en nuestra infancia, y de la que nacen
todos los traumas que nos corroen el espíritu por el resto de nuestras vidas.
La melancolía reina en cada una de sus canciones. Ha
construido su carrera musical sobre un sonido muy característico, siempre
evocativo; creando una atmósfera que nos hace abandonar un presente en el cual
puede ocurrir algo malo en cualquier momento, y a pensar que todo tiempo pasado
fue mejor: “Tengo puesto mi vestido rojo esta noche
y estoy bailando en la oscuridad, bajo la pálida luz de la Luna. Me hice un
peinado bien alto, al estilo de las reinas de los concursos de belleza. Me
quité los tacones, y me siento viva”. Cuando baila, se contonea como una
muñeca con el alma rota. Ni siquiera la mejor dibujada de sus sonrisas parece
poder ocultar esa cicatriz que le traspasa el alma. En todos sus videoclips se
adivina que la felicidad no es más que un instante pasajero. En varios de ellos
se la ve en compañía de varones bastante entrados en años, dando clara cuenta
de que Lana tiene varios asuntos irresueltos con la imagen paterna. Carcomida
por los demonios de sus propias inseguridades, necesita cobijarse bajo el ala
de una fuerte figura masculina. Y nunca ocultó la tremenda lucha que tuvo que
afrontar para superar su adicción al alcohol. Será por eso tal vez que en sus
videos solemos encontrarla envuelta en tinieblas, abrazada por sus propias
nubes de tormenta.
“Tengo esa tristeza de verano. Me siento
eléctrica esta noche. Por la ruta hacia la costa a toda velocidad, llevo a esa
angelical mala influencia justo a mi lado. Sé que si hoy debe ser mi tiempo de
morir, al menos moriré feliz esta noche”. Pero esta vez se la ve juguetear con el
amor, el cual encontró en la figura de una amiga íntima. Y como parece ocurrir
con todo en el universo musical de esta niña, obviamente este amor tampoco
podía terminar bien: “Oh, Dios mío, lo siento en el
aire, los cables telefónicos que cruzan el cielo están cimbrando como si fueran
un redoblante. Cariño, me siento en llamas; lo siento en todas partes, no logro
que ya nada me asuste”. Como cereza del postre aparece la idea del
suicidio, infaltable en toda esta mescolanza nostálgica. “Recuerda, siempre te
amaré. Adiós”. El videoclip comenzó con esa voz difusa y lejana en un mensaje
de despedida, que es lo único que queda de ese amor prohibido y sellado para
siempre con un pacto de muerte. Antes de saltar al vacío, Lana le deja ese
último recordatorio a su amiga de aventuras, y luego se suicida como quien lo
hace sólo para saber cómo se sentiría hacerlo. Lo de Lana es arte puro.
Esperemos que su estrella tarde mucho en apagarse. ¡Feliz Deprimartes!
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