O cómo sonaría una
puñalada en el corazón hecha canción.
¿Cómo y cuándo exactamente
empieza a destruirse una pareja? Nadie lo sabe a ciencia cierta: “¿Quién cruzó la línea? ¿Quién empujó a quién? Tal vez a
ti no te importe, pero a mí sí. Estamos a la deriva, pero lo nuestro aún se
mantiene a flote. Aunque sólo parece que estoy esperando ver cómo te hundes, mi
amor”. Crónica de un amor que se autodestruye, y de ese miserable y a la
vez sublime sentimiento que representa el voyerismo de ver derrumbarse algo que
amamos, y no hacer nada para detener la caída.
En lo personal, aún recuerdo la
primera vez que escuché a U2. Y fue con éste disco, nada menos. Achtung Baby!,
probablemente su mejor producción. En 1993 un amigo mío quería a toda costa
hacerme escuchar a esta banda, y yo estaba un poco reluctante, más por
ignorancia que por otra cosa. Hicimos un viaje en ómnibus con un grupo de
conocidos, y mi amigo llevó su walkman con éste álbum listo para ser escuchado.
Antes de pasármelo, un súbito ataque de autoindulgencia lo llevó deleitarse con
alguna de las canciones del cassette, mientras que su cara felicidad se volvía tan evidente
que un compañero de grupo le preguntó qué era lo que estaba escuchando. “U2”
fue su respuesta, y acto seguido le pasó los auriculares a él; y este muchacho
comenzó a apreciar tema tras temas mientras exclamaba “¡Esto es lo mejor que oí
en mi vida!”, lo cual llamó la atención de una chica, quien le preguntó qué
estaba escuchando, y le pidió el walkman para repetir la ceremonia. Luego
apareció otra persona más y la escena se reiteró una y otra vez, con gente
exclamando a gritos lo feliz que estaba por escuchar algo tan soberbio, y
conmigo mirando el walkman ir de una cabeza a la otra sin que yo pudiera acceder
a esa música supuestamente tan fabulosa. Finalmente llegamos a destino, y esa
noche, a la orilla de un fogón, pude completar el ritual. Sin embargo, no fue
sino hasta que llegué a este tema que empecé a comprender el embrujo de U2: “Yo desaparecí en
ti, tú desapareciste de mi vida. Te di todo lo que siempre quisiste, y resultó
que eso no era lo que querías”.
Este hermoso tema comienza y mantiene su cadencia con unos
punzantes ataques de piano, que le dan paso a una pared de cuerdas, conformando
a lo largo de toda la canción una atmósfera profunda, sentida, y atormentada. El
cantante Bono Vox gime dolorosamente al alcanzar sus agudos, como un dragón moribundo
que desparrama su fuego como último acto de vida. Suena como lo hace esa
puñalada que adorna cada corazón: “Oh... Dices que
en el amor no hay reglas. Oh, dulce amor, eres tan cruel”. Y justo luego
de este cortísimo y tan verídico estribillo, se hace evidente la genialidad del
productor del álbum, el renombrado Daniel Lanois; quien le suma a la canción un
último detalle con un vibrante eco electrónico que sonará como trasfondo hasta
el final del tema. Ese eco borroso y distante siempre me ha dejado pensando… ¿Se
tratará de la alegoría de un corazón que trepida de desesperación? ¿Es la
alusión a una respiración enérgica ante la inminente falta del amor
correspondido? ¿Es una imagen de reminiscencia de los pensamientos
arremolinados y atropellados por la impotencia?... ¿O tal vez es todo eso
junto?
“La desesperación es una tierna trampa en la
que siempre caemos. Pones tus labios contra los suyos, sólo para detener la
mentira. Su piel es blanca como el Espíritu Santo, y tú gritas como un ángel
por su amor. Entonces ella se eleva y hace que la contemples desde su altura. Y
la necesitas como si se tratara de una droga”. El tema está plagado de esas hermosas
metáforas, que son un claro ejemplo de la capacidad metafórica de Bono para
escribir sus letras. El frontman de la banda más importante de la última época
del Rock no sólo está muy comprometido con innumerables causas sociales, sino
también con la estructura poética de los versos de sus canciones: “Ella usa mi amor como si fuera un vestido transparente,
sus labios dicen algo, pero sus movimientos dicen otra cosa. El amor es el
grito de una flor que se está muriendo”.
“Oh, amor, tengo que estar loco para estar
contigo. Dulce corazón, eres tan cruel”. A lo largo de la letra, nos encontramos con una mujer
objeto del deseo que tropieza en su propio laberinto de sentimientos: “Odias a todos los hombres que te amaron, pasaron a
través de tu vida como lo hace un fantasma. Ellos te buscan, pero tu espíritu
está en el aire. Nena, no estás en ninguna parte”. Y por otro lado
tenemos al alma tortuosa del hombre que no puede, no quiere y siente que no
debe dejar de amar: “No sabes si es miedo o deseo,
el peligro de esta droga que te eleva tan alto. Tienes la cabeza en el Cielo, y
los dedos hundidos en el fango. Su corazón está corriéndote una carrera y no
puedes mantenerle el paso. La noche está sangrando como un corte profundo. Al
final todos terminamos siendo aplastados bajo las pisadas de los caballos del
amor y la lujuria”. Con una enorme carga poética, bien pareciera que
esta canción podría aplicar a distintos momentos de la vida de cada uno de
nosotros. Brindo entonces por la maestría que siempre ha sabido tener el Rock
para plasmar nuestra existencia en el espejo de la música. ¡Que así sea por siempre!
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