Deprimartes cuarentón:
Bendita crisis
de la mediana edad. Ese momento maravilloso y aterrador de la vida, que suele
ocurrir cerca de los cuarenta años, en el cual nos cruzamos frente a un espejo
y no reconocemos al joven lleno de sueños que alguna vez supimos ser. En su
lugar vemos con horror algo que se asemeja a un anciano. Comenzamos a sentir
dolores en partes de nuestro cuerpo que ni siquiera sabíamos que teníamos, ya
estamos fuera de estado físico, con mucho menos pelo, con nuestra musculatura
insulsa y el agrio sabor en la boca que nos han dejado todos esos sueños que ya
sospechamos que jamás se van a cumplir. La desesperación suele apoderarse de
nosotros en ese momento, sentimos que hay que hacer algo; y por supuesto que no
tenemos idea de qué. Perdemos lo poco que nos queda de dignidad tratando de
abrazar alguna actividad amada en nuestros años mozos, sólo para comprobar que
ya no estamos a la altura de las circunstancias. Para aquel que esté un poco
atento, no es difícil descubrir a adultos perdidos en el laberinto que ellos
mismos han construido y hablándose a si mismos con palabras parecidas a estas: “Un hombre va caminando por la calle y dice: ‘¿De dónde
salieron estos rollos que tengo en la cintura ahora? ¿Porqué tengo la panza tan
fofa? El resto de mi vida va a ser muy duro, así que necesito la oportunidad de
salir bien en una foto; quiero un poco de redención. No quiero acabar siendo un
dibujo animado en un cementerio de dibujos animados. Voy a terminar siendo un entierrahuesos,
un entierrahuesos entre perros a la luz de la luna. Así que aléjate de la luz
de mi puerta, Señor barriga de cerveza, y llévate a todos tus amigotes idiotas;
porque ya no encuentro divertido todo esto’”.
“Si
cuidas de mis espaldas, yo bien podría ser ese amigo que perdiste hace tiempo.
Te puedo llamar Betty, y, Betty, cuando me llames, tú puedes llamarme Al”. Paul
Simon es uno de los más grandes trovadores que nos ha dado el Rock. Si bien lo
suyo siempre fue mucho más de la mano del Folk, supo integrar quizás el mejor
dúo de toda la historia con su amigo Art Garfunkel, quienes terminaron por
legarle a la historia un respetable puñado de canciones que jamás se van a
oxidar. Pero al igual que su compañero de dúo, ambos como individuos tuvieron
un éxito moderado comparado con lo que supieron hacer como Simon &
Garfunkel. Finalmente Paul encontró una enorme fuente de inspiración en la música
del Tercer Mundo, investigando tanto en Sudáfrica como en Sudamérica sobre los
ritmos autóctonos. Bastante de eso se deja oír en esta canción, en la cual el
comediante Chevy Chase se viste como Garfunkel y toma su lugar en este
videoclip (ambos le llevan una cabeza de estatura a Simon) para que el petiso
Paul pueda reírse del mismo destino de ser el mero acompañante y corista de sus
propias composiciones, tal como le pasó con Art.
Volviendo a
nuestro cuarentón en crisis, es común que en medio de la vorágine en que nos
vemos envueltos por ese gran tsunami existencial que se nos ha venido encima; de
repente nos asalten todas las dudas. No sólo de si seremos capaces de lograr lo
poco que aún en teoría podríamos hacer, sino que también llegan en tropel las
preguntas voraces sobre cómo fue que llegamos a convertirnos en esta versión
triste de nosotros mismos: “Un hombre camina por la
calle y dice: ‘¿Por qué tengo tan poca atención? No logro concentrarme y
enseguida me distraigo, y mis noches se me hacen tan largas. ¿Dónde están mi
mujer y mi familia? ¿Qué pasaría si me muriera ahora? ¿A quién voy a seguir como
modelo ahora que la persona que tenía por modelo se ha ido? Se terminó yendo
por la puerta de atrás con una chica gordita y bien fea. Poco después me enteré
de que hubo incidentes y accidentes, hubo insinuaciones y alegaciones’”.
El espejo se nos convierte en enemigo y nos devuelve a diario a una persona que
ha dejado hace ya mucho tiempo atrás sus años felices, que ve a su familia casi
como a desconocidos con los que se encuentra obligado a convivir, y que mira impasible
cómo sus ídolos de antaño se van desvaneciendo por el mismo paso del tiempo o
por algún escándalo que dejó a la luz sus pies de barro. Tal vez crea que es un
buen momento para inciar un viaje mistérico, una travesía que le revele alguna
perla de sabiduría mística para indicarle por dónde es el camino. Bien, demás
está decir que no necesariamente este tipo de búsqueda por los confines de la
Tierra puedan terminar bien; sino todo lo contrario: “Un
hombre camina por la calle. Es una calle de un mundo extraño, tal vez se trate
del Tercer Mundo. Posiblemente es la primera vez que está allí. No habla el
idioma ni lleva dinero local. Es un extranjero envuelto en el sonido del ganado
en el mercado, de gente bulliciosa y de orfanatos. Mira a su alrededor y ve ángeles
en la arquitectura de los edificios que giran hacia el infinito. Y termina por
decir: ‘¡Amén!’ y ‘¡Aleluya!’”. Es la crisis de la mitad de la vida. Por
suerte dura poco, y como todo, se termina. Y nos deja con un par de ojos nuevos
para contemplar las distintas formas de disfrutar la mitad de vida que aún nos
queda por vivir. ¡Feliz Deprimartes!
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