Deprimartes melífero:
Para los seres humanos vivir en sociedad tiene una cierta
cantidad de ventajas, pero es innegable que la obligación de convivir con el
prójimo también nos regala toda una colección de calamidades. Porque si al
vacío existencial que tenemos en el fondo del alma y que nunca logramos llenar,
le añadimos la necesidad constante de agradarle a los demás, lo que alcanzamos
es esa tan moderna sensación de insatisfacción permanente que todos sufrimos. En
cuanto conseguimos algo que deseábamos ya no lo deseamos más, y comenzamos a
buscar algo nuevo que desear. Y a la vuelta de nuestra esquina tenemos por
vecina a la envidia por todo aquello tienen los demás:
“Nunca vi un diamante en persona, y sólo he visto un anillo de bodas en las
películas. No estoy orgullosa del lugar en que vivo, mi barrio no le causaría
envidia a nadie”. Esto se ve más en estos días de redes sociales, donde nuestra
finalidad en la vida pareciera ser generarle celos a todo el mundo mostrando una
felicidad superficial pero estética. Un teléfono inteligente es una vidriera en
la que todos se ofrecen como si fueran un ostentoso producto de edición limitada,
cuando tan solo se asemejan a objetos creados en serie, triviales y sin valor
alguno. Tal parece que en este mundo ser feliz con pocas cosas está prohibido o
es socialmente inaceptable... Pero no es así. Aún quedamos algunos estoicos que
intentamos aprender aquello de que la felicidad no se encuentra en ningún otro
lugar más que en uno mismo.
“Pero cada canción que escucho me hace sentir
como si todos tuviéramos los dientes hechos de oro y un vodka goteando en el
baño. Manchas de sangre aparecen en mi vestido de fiesta mientras destrozamos
la habitación del hotel. No nos importa, porque conducimos Cadillacs en
nuestros sueños”. Nos queda el consuelo de soñar con todo lo
que no podemos tener. El problema surge cuando se nos vuelve borrosa la
frontera de aquello que soñamos con aquello otro que está a nuestro verdadero
alcance: “Pero
todos están hablando de joyas, de coches lujosos y de relojes con diamantes.
Jets privados, islas y tigres con correas de oro. Y la verdad es que a nosotros
eso no nos importa, no estamos atrapados en ninguna historia de amor”. Y parece que ya disponemos de toda una industria destinada a hacernos soñar hasta con lo que no queremos tener. Lo
digo porque hace un tiempo descubrí algo tan estúpido como los llamados “videos
motivacionales”. Hay varios de ellos dando vueltas por ahí. Son visualizaciones
con el objetivo de mentalizar inconscientemente al espectador para que se
vuelva multimillonario, como si eso fuera algo que está al alcance de la mano. Se
suceden durante un buen rato imágenes de lujos inaccesibles, lugares exóticos, gemas,
yates, autos deportivos y mansiones, mientras aparecen sobreimpresos textos del
estilo “si puedes soñarlo, puedes lograrlo” o “tú te mereces ser millonario”. Cada
vez que veo alguno de estos esperpentos visuales y me horrorizo, me siento bien
conmigo mismo. Estoy seguro de que no soy el único que prefiere tener los pies
en la tierra para intentar encontrar la felicidad en cosas mucho más
cotidianas: “Nosotros nunca seremos de la Realeza,
no está en nuestra sangre. Ese tipo de lujos no es para nosotros, porque lo que
realmente buscamos es otra clase de emoción”. Por supuesto que nunca dejaremos de soñar con
conquistar el mundo, pero siempre sabremos que es un juego. Quizás no nos
interese realmente dominar nada, porque tenemos en claro que seríamos un
desastre como gobernantes: “Déjenme
dominarlos, pueden llamarme Abeja Reina si quieren. Y vaya que los gobernaría bien. Déjenme vivir esa fantasía”.
“Mis amigos y yo hemos descifrado el código.
Contamos cuánto dinero tenemos mientras vamos en tren a la fiesta. Y todos los
que nos conocen saben que nos sentimos bien con esta vida, no crecimos en un
hogar rico”. ¿Y quién nos canta sobre todo esto? Pues,
veamos: había una vez una niña neocelandeza cuyo extraño nombre artístico era Lorde,
y esta pequeñuela firmó su primer contrato discográfico con tan solo doce años
de edad. Y ni bien cumplió los dieciséis subió su primer álbum a internet con
la posibilidad de descargarlo gratuitamente. El éxito fue tal que su
discográfica decidió hacer un lanzamiento más convencional, y así fue que esta
niñita de enormes ojos azules terminó ganando 2 grammys a una muy corta edad. Con
una intención constante de mezclar la Música Alternativa con el Pop, y ver qué
sale de ese menjunge, logró construir una carrera con una resonancia tal que
hasta la han parodiado en series animadas irreverentes como South Park. Aún
continúa grabando, y parece ser que su éxito se debe a que siempre ha sabido
dónde está parada, y cómo lograr llegar desde allí hasta el lugar al que desea: “Somos
mucho más importantes de lo que alguna vez soñé, y estoy encantada con esto de
ser Reina. Oh, la vida es como un juego sin importancia. No estamos atrapados
en ninguna historia de amor”. ¡Feliz Deprimartes!
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