Deprimartes desaparecido:
La Guerra Civil Española fue un conflicto armado que sirvió
de escenario de prueba para lo que sólo unos meses después se dio en llamar la
Segunda Guerra Mundial. Arrojó como resultado medio millón de muertos y una
dictadura que puso al general Francisco Franco al frente del gobierno por más
de 35 años. Esto obviamente provocó centenares de miles de exiliados, muchos de
los cuales vinieron a construir parte de la herencia inmigrante de mi país, la
Argentina. Estando de visita en España pude comprobar que aún son palpables las
cicatrices de lo ocurrido, luego de tantos años. Aquellas divisiones que
condujeron a la guerra se han disfrazado pero aún persisten de manera
subcutánea, dando como resultado una sociedad maniquea en la que nunca queda en
claro quién es quién. Como me han dicho por ahí: Comunistas y Fascistas. Rojos
y Nacionales. Buenos y malos. O al revés: “El
futuro te enseña a estar solo, el presente te enseña a tener miedo y frío. Así
que si puedo dispararle a un conejo, también puedo dispararle a un fascista”. Tuve
la suerte de que me llevaran a conocer el sendero entre los Pirineos por el
cual escapaban hacia Francia aquellos que por razones políticas debían huir de
la muerte. Era muy duro para mí imaginar qué pasaría por la cabeza de esa gente
cuyo futuro consistía en el ostracismo, mientras por detrás del hombro le
echaban una última mirada a la tierra de sus ancestros, a la cual en muchos
casos no volverían jamás. El muy gráfico estribillo de esta canción reproduce
de manera literal el texto de un afiche de propaganda republicana con la imagen
de un niño muerto, víctima de los bombardeos salvajes que los sublevados de
Franco llevaban a cabo con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista: “Y si ustedes toleran esto, entonces sus hijos serán los
siguientes. Ellos serán los siguientes”.
Es muy extraño encontrar a un conjunto de habla inglesa
cantando sobre esta guerra en particular, pero esta banda de Gales se ha
caracterizado siempre por la calidad de sus letras, explorando desde un profundo
existencialismo hasta temáticas sociales
más comprometidas. Con respecto a su sonido, los Manic Street Preachers han
tenido una evolución bastante particular; ya que a principios de los años ’90
comenzaron su carrera siendo un grupo de Glam Rock tardío, para pasar a convertirse
rápidamente en todo lo contrario: una banda de Rock independiente con carácter
de culto. Seguramente ayudó mucho a que esto fuera así lo que le ocurrió a uno de
sus integrantes. La mayoría de las canciones estaban escritas por el
guitarrista Richey James Edwards, que sobrellevaba como podía un estado crónico
de alcoholismo, anorexia, automutilaciones, y depresión: “Hay balas para tu cerebro el día de hoy, pero una vez
más nos olvidaremos de todo esto. Ver cómo los monumentos salidos de una pluma terminan
convertidos en papel me hace sentir como un cobarde maravilloso”. Era
del tipo de personas oscuras que podía decir en una entrevista alguna frase como:
“En este mundo no hay razón para ser infeliz, pero por algo todo el mundo siente
melancolía muy frecuentemente”. Genial como letrista, sus afecciones
yuxtapuestas lo llevaron al desequilibrio mental; y un buen día, sin dar el
menor aviso, desapareció. Simplemente, desapareció… Fue el 1º de febrero de
1995 cuando ya no lo encontraron en su habitación de hotel, y no existió ningún
rastro firme sobre su paradero. Su cuerpo nunca fue encontrado y por motivos
legales fue declarado muerto recién en el año 2008. Por supuesto que aún hay
gente que asegura haberlo visto en España o en la India, pero lo cierto es que
jamás volvió a saberse de él. El resto de la banda suele tocar con un micrófono
extra en el escenario, por si acaso el impredecible Richey regresa y se pone a
cantar; y además hasta el día de hoy le han guardado su parte de ganancias en
todo lo referente a su música: “La gravedad hace
que lleve la cabeza baja, ¿o acaso es por la vergüenza de ser tan joven y tan
vanidoso? Hay agujeros para tu cabeza el día de hoy, pero yo soy un pacifista.
He caminado por La Rambla pero sin ninguna intención real”.
Volviendo al Viejo Continente: más de ochenta años han
pasado y todavía hoy en España se habla de vencedores y vencidos. La transición
no sirvió para curar heridas, sino simplemente para tratar de convivir en paz;
para intentar construir algo mejor con lo poco que le quedó a cada quién. Pero
si el perdón no forma parte de la ecuación, el pasado quedará al acecho; y todo
lo que se construya siempre se balanceará como un castillo de naipes: “Y en la calle esta noche un viejo juega con recortes de
periódicos que hablan sobre sus días de gloria”. Me he sorprendido a mí
mismo en más de una ocasión preguntándome cómo sería desaparecer. Cortar todo
contacto con el resto de la humanidad, como hizo Rickey James Edwards... O intentar
moverse de manera invisible entre los demás, como lo hacían los refugiados
republicanos que huían. Estar confundido con las sombras. Asemejarse al cero.
Ser nada… ¡Feliz Deprimartes!
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