Deprimartes familiar:
“Allá en el campo, donde los granjeros hacen el
pan, cuando llega la llamada para cenar todos van hacia el cobertizo. Y
entonces cae la oscuridad y todo se hace silencio”. La historia que nos cuenta esta canción
ya nos pone en ambiente: una granja en el campo en la cual todos cenan en
comunidad, como una gran familia. Y es que de eso se trata este extrañísimo
proyecto musical llamado The Kelly Family, un grupo de Pop Folk con aires
celtas conformado por los miembros de una familia de artistas ambulantes. Al
verlos en público con sus extraños ropajes medievales hechos a mano, la gente
no sabía si estaba ante una banda de gitanos o ante los miembros de algún tipo
de secta. Se trataba de nueve hermanos nacidos en distintas partes del mundo,
todos ellos católicos de ascendencia irlandesa, que comenzaron tocando en la
calle y en diversos lugares improvisados. Vivían en un barco y hacían sus giras
en su propio ómnibus de dos pisos. Un detalle que pinta a las claras su
carácter de inclasificables es que incluso llegaron a presentarse en algunos circos,
como si se tratase de un número de variedades. Y es que más allá de que sus
canciones parecían describir la vida de una comunidad de cuáqueros, no tenían
inconvenientes en dar un volantazo y declararle su amor a un extraño ser bajado
de un platillo volador: “Y aunque estaba rodeada de
luz, había una belleza que brillaba fuertemente. Ella vino buscando a su Romeo,
y no se va a conformar con un chico pueblerino. Estoy enamorado de una
extraterrestre, estoy enamorado de sus ojos. Estoy enamorado de una
extraterrestre y no lo quiero ocultar”.
Luego de lanzar cerca de una decena de álbumes, recién en
la década del ’90 comenzarían a tener un inesperado éxito en varios países como
Austria, Bélgica, Holanda, Suiza y Alemania. En este último país terminaron comprando
un castillo con la intención de vivir todos juntos en él, como si ya no
pudiesen ver bien la diferencia entre la realidad y los cuentos de hadas: “La luna se fue a dormir, el sol comenzó a ponerse rojo.
Un espantapájaros apareció y ella se llenó de miedo”. Como si su
historia ya no fuese lo suficientemente extraña, a pesar de que la gran mayoría
de su repertorio es en inglés son casi unos desconocidos en el mundo
angloparlante; aún así su éxito en el norte de Europa fue tan grande que los
llevó a presentarse ante una audiencia de veinte mil personas nada menos que en
China.
Alguna vez leí por ahí que en el planeta queda tan sólo un
cuarto de millón de personas viviendo en comunidades ajenas a la sociedad
moderna. Este número se refiere más que nada a tribus aisladas del resto del
mundo y viviendo prácticamente en la Edad de Piedra, como es el caso de algunas
comunidades aborígenes en lugares inaccesibles. Si nos detenemos a pensar por
un segundo, resulta evidente lo difícil que debe ser tan sólo intentar vivir por
fuera de nuestra modernidad. Hoy nos parece casi irreal imaginarnos la vida sin
una conexión a internet o sin un teléfono inteligente al alcance de la mano;
pero así era nuestra realidad hace sólo veinticinco años, y aún hoy hay gente
que desea ese tipo de retorno a lo natural. Pues bien, no es tan simple, como
la Familia Kelly nos terminó enseñando. La falta de un lugar de pertenencia, la
carencia de un suelo en el cual echar raíces, hizo que varios de ellos tuvieran
una visión bastante crítica sobre la vida que les tocó en suerte. Por ejemplo,
los niños no asistían a la escuela sino que eran educados por la propia familia,
que estaba eternamente en viaje. Y con el paso de los años, algunos de ellos llegaron
a quejarse amargamente porque esto no les permitía elegir un estilo de vida más
ordinario y eran casi obligados a vivir como unos vagabundos que van de aquí
para allá cantándole al amor: “Ella me dió todo su
amor, y ahora queremos tener una gran familia. ¡Vamos!”. En fin… ¡Feliz
Deprimartes!
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