martes, 17 de agosto de 2021

Capítulo 286: “Tutti Frutti”. Little Richard. (1955)

 



Deprimartes gustoso:

 

“Little Richard” Penniman o -“Ricardito” como lo conocimos en el mundo de habla hispana-, irrumpió en escena a principios de la historia rockera gracias a esta provocativa canción, con una letra bastante explícita; pero con todos los elementos de lo que de ahí en más se llamaría Rock & Roll. La potencia de la interpretación de Richard, y especialmente su forma de alcanzar las notas agudas, se convertirían en un verdadero manual sobre cómo debería cantarse este nuevo género. No por nada uno de sus sobrenombres ha sido el de ser el “arquitecto del Rock”: “Tengo una chica llamada Sue, ella sabe exactamente qué hacer. Se balancea hacia el Este, se balancea hacia el Oeste. Pero ella es la chica que más amo en la vida”. Además de esta canción fundacional del Rock, también escribió otras que se convertirían en clásicos eternos, como “Lucille” y “Long Tall Sally”. Su influencia fue tan grande que en las siguientes décadas todo su repertorio fue versionado hasta el hartazgo por los más exitosos artistas, quienes siempre le profesaron una admiración sin cuartel.  

 

“Tutti frutti, ¡qué bien!”. El nombre de ese estrambótico gusto que condensa a todas las frutas y las vuelve indescifrables es el mismo vocablo que en el argot yanqui de mediados de los años ’50 se utilizaba para referirse socarronamente a un hombre homosexual. Y aquí Little Richard usaba este término para intitular una pequeña pieza improvisada con la que solía bromear al piano. La letra era escandalosamente explícita: “Tutti Frutti, buen traserito, si no entra no lo fuerces; puedes ponerle grasa para hacerlo más fácil”, pero su disquera obviamente le sugirió cambiarla para apuntar a un público más amplio. De todas maneras la tensión sexual que Richard desparramaba en escena no dejaba dudas de cuál era el verdadero significado de la letra, que más allá de haber sufrido cambios aún era bastante subida de tono. Pero aquí Little Richard terminó dando con una genialidad, pues esta canción comienza con un grito suyo con una serie de sonidos sin sentido que suena como: “A-Wop-Bop-A-Loo-Mop-A-Lop-Bam-Boom!”. Esta frase improvisada recuerda mucho al “scat”, ese elemento tan jazzero en el cual el vocalista imita el riff de algún instrumento rellenando cada nota con sílabas cantadas al azar. Pero el acierto de Richard estuvo en la energía con que cantó ese galimatías, lo que lo convirtió en el grito de rebeldía propio de la nueva generación. Tan significativo fue ese alarido incoherente que se repitió como elemento no sólo en otras canciones -“Be-Bop A-Lula” de Gene Vincent es un buen ejemplo- sino también en cualquier otro producto de la cultura popular. Hoy encontramos muletillas como esas en todas partes, como nos lo demuestra el “Yabba Dabba Doo!” de Pedro Picapiedra, el "Na-Nu Na-Nu" de Mork, el “Wubba Lubba Dub Dub!” de Rick Sánchez, y también cualquier onomatopeya que Al Pacino quiera inventar en sus películas.

 

A lo largo de los años, la carrera de Little Richard sufrió debido a que su vida siempre giró en torno a tres estadíos: su status de rockstar, su inocultable homosexualidad (escandalosa para esa época), y su posterior conversión al cristianismo. Estas tres facetas de su persona tironeaban constantemente, a veces se superponían y hasta se eclipsaban entre sí; y como resultado Richard podía pasar de tener largos períodos de hedonismo, a terminar tramitando la licencia de ministro de su iglesia, con la cual llegó a oficiar casamientos: “Tengo una chica llamada Daisy, que casi me vuelve loco. Ella sabe cómo darme amor, vaya que sí. No tienes idea de las cosas que esa chica me hace”. Aunque de tanto en tanto retomaría su carrera y viviría de recuerdos, el éxito de sus primeras épocas culminó en 1958. Ese año tuvo una experiencia espiritual y decidió convertirse en cristiano, lo cual lo hizo renegar de su condición de rockero. Así Little Richard engrosó el selecto club de músicos que abandonaban su carrera en su mejor momento por culpa de la religión. Allí tenemos como ejemplos a Dan Peek de America, a Roger Hodgson de Supertramp, y a Mike Farner de Grand Funk Railroad; y no quisiera dejar afuera a nuestro querido Cat Stevens, quien se convirtió al Islam y dejó la música. ¡Feliz Deprimartes!

 

https://www.youtube.com/watch?v=Cj059o9OwqY&t=1s




No hay comentarios.:

Publicar un comentario