Deprimartes caminante:
“El Camino del Oro sí que es una ruta larga, se bambolea entre
las colinas a lo largo de quince días. La mochila en mi espalda me está matando
de dolor, las correas parecen cortarme como cuchillos”. Siempre digo que nunca me caractericé
por ser una persona que se involucrara en ninguna disciplina deportiva, pero es
cierto que siento una potente atracción hacia algunas actividades emparentadas
al deporte. Tal vez sea por el hecho de que me reconozco como un enamorado de
las montañas, pero lo cierto es que el trekking, o senderismo, por lo general
abarca una buena parte de mis vacaciones. La idea que predomina en la mente de
todo aquel que sigue un sendero que se hunde entre el follaje es la de perderse
en la naturaleza, y he aquí la ironía cómica de la vida misma: hay un cierto
riesgo de perderse en la naturaleza y no encontrar nuevamente el sendero, o no
lograr comprender cómo se lee un mapa. Alguna vez me ha ocurrido, y puedo
asegurar que es increíble lo que le hace a nuestro cerebro la sola idea de no
saber adónde nos encontramos. La búsqueda se transforma en desesperación, y
termina siendo verdad aquello de que quien anda perdido camina en círculos. En
casos así la incertidumbre es tan grande que se convierte en un caldo de
cultivo para el fatalismo: “No soy un payaso, no
voy a darme por vencido; y no necesito que tú me estés diciendo lo que está
mal”. Puede llegar a pasarnos lo que le ocurre al extraviado protagonista
de esta canción, quien en el colmo de las desventuras pierde el contacto con la
realidad. Actúa como si estuviera ante un espejismo y parece caer en un trance
hipnótico mientras se pone a canturrear una tonta melodía armada con la
fatídica última palabra que había dicho: “Mal, mal,
mal, mal…”.
“Estoy parado aquí solo, los estoy observando a todos y veo cómo
se están hundiendo. Estoy parado aquí solo, mientras ustedes pesan el oro y yo
miro cómo se hunden. Es el oro de los tontos”. Y hablando de perderse en las montañas,
algunos pasajes de la letra de este tema parecen hacer mención de la Fiebre del
Oro que estalló en California en 1848. Un hallazgo afortunado de algunas
pepitas en el cauce de un río hizo que un aluvión de buscadores de oro arrasara
con todo hasta dejar el terreno hecho un páramo, tan sólo por perseguir la
quimera de la dorada salvación. Pero en más de una oportunidad se topaban con
pirita, un material abundante que puede llegar a confundirse con el oro -de
allí que se lo conozca como “el oro de los tontos”-, lo cual dejaba a los
aventureros con los bolsillos aún más vacíos y los corazones llenos de ilusiones
hechas trizas. Una realidad muy lejana de aquella que soñaban cada vez que
tamizaban el agua de río con un plato, en busca de algún pequeño brillo dorado
que les cambiara el destino: “El oro está a la
vuelta de la esquina, se viene un gran cambio de vida”.
“Estas botas no fueron hechas para caminar,
ni el mismísimo Marqués de Sade hubiera hecho unas botas como éstas”. Esta canción es una más que digna
representante del movimiento conocido como “Madchester”, o “el sonido de
Manchester”, que incorporaba algunos elementos electrónicos para hacer un poco
más bailable el Postpunk que imperaba en ese entonces. Este sonido era una
suerte de mezcla entre el Rock Indie y la música electrónica, aunque en esta
corriente musical siempre primó el elemento rockero por sobre los
sintetizadores. Terminó funcionando como una suerte de puente entre la New Wave
de principios de los ’80 y el Britpop de mediados de los ’90. Por esa época se
decía que Manchester era una ciudad en la cual uno giraba una piedra y debajo encontraba
a una banda talentosa; y una de ellas era The Stone Roses. Estos muchachos tuvieron
la particularidad de editar un álbum debut maravilloso, y que fue tomado como
una postal de su época; pero luego tardaron más de cinco años en editar un
segundo y último disco sin haber renovado demasiado su fórmula; y ese los hizo
sonar un tanto fuera de tiempo. Aún así nos han dejado un puñado hipnótico de
canciones que arrebatan nuestra memoria y la llevan de vuelta a 1989: “A veces sólo tienes que intentar arreglártelas, querida.
Ya sé la verdad y también sé lo que estás pensando”.
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