Deprimartes estelar:
Si bien podría decirse que Hollywood es la Meca de la fama,
también existe un área periférica habitada por ese tipo de gente que aún sueña
con alcanzar la gloria, pero que siempre terminan vendiendo mapas con la
ubicación de las mansiones de las estrellas. Denomino a esta zona como “los suburbios
de la fama”, y aquí también es común encontrarse con personajes de rostros
conocidos, cuyos mejores años pasaron hace demasiados años –valga la
redundancia-. Estos seres que aún intentan
vivir de las migajas que les dejó una carrera ya extinguida, sobreviven aferrados
como una garrapata a la última brizna de su fama. Sus corazones vuelven a
sonreir si cada tanto alguien los recuerda furtivamente y los saluda cuando
caminan por la calle. Suele vérselos frecuentando lugares sórdidos de luces
rojas; esa clase de antros que generalmente asociamos al sexo y a los excesos. Aún
guardan el culto a la belleza grecorromana, más propia de una juventud que se
les escurre entre los dedos, y que no pueden retener a menos que decidan perder
su última gota de dignidad en las manos de un cirujano plástico. Sus ojos miran
hacia sus días dorados, y por lo tanto siempre tienen una estética retro de la
vida. No por nada parte de este videoclip se desarrola en un salón de juegos arcade.
¿O acaso hay algo más retro que un arcade?: “Creciendo
en número, creciendo rápidamente. No puedo combatir el futuro, no puedo pelear
contra lo que estoy viendo”. Asistimos entonces a un desfile de especímenes
que bien parecen sacados de un episodio de BoJack Horseman. Vemos a un
personaje de dudosa celebridad balbuceando consigo mismo en la barra de un bar.
Un enano famoso asistiendo a un show de strip-tease. Dos ex estrellas
infantiles cenando comida chatarra. Un músico con claras adicciones asalta un refrigerador. Un actor que
acostumbra morir espera mientras le lavan su DeLorean. Una leyenda del porno está
haciendo unas fotocopias. Una jovencita pide un autógrafo mientras se apresta a
conseguir mucho más que una firma de su ídolo. Y todos ellos canturrean para
sus adentros el siguiente verso, como si fuera un mantra, como lo haría
cualquier persona que toca fondo y que necesita autoconvencerse para seguir
encontrándole un sentido a la existencia: “Gente
que se junta, gente que se aleja. Nada puede detenernos ahora, porque todos
estamos hechos de estrellas”.
En principio, esto es una gran verdad: todos estamos hechos
de materia estelar, tal como lo aseguraba Carl Sagan en esa maravilla que fue
la serie Cosmos de 1980. Tal vez para levantar el ánimo podría ser útil aquello
de repetirse como una letanía que según la ciencia todos los elementos que nos
conforman nacieron en el corazón de una estrella. Tenemos billones de años de
antigüedad, así que la momentánea carencia de fama no debería ser un problema
para nadie: “Esfuerzos de amantes que se han
quedado en mi mente. Le canto a la lejanía, veremos qué es lo que ocurre”. El
éxito le llegó tarde a Richard Melville, tataranieto del escritor de la novela Moby
Dick. En honor a la ballena blanca comenzó a hacerse llamar Moby, y principalmente
se dedicó a grabar Música Ambiental. Este subgénero de música instrumental se
caracteriza por las texturas sonoras elaboradas y la carencia de ritmo. Por lo
general se trata de largas notas sostenidas sobre relieves de vibraciones que
se prestan para ser usadas como fondo de una meditación. Pero luego de una
década de una carrera que no lograba despegar, Moby se cansó de no tener éxito
y pensó en retirarse luego del fracaso de su álbum “Play” de 1999. Como último
manotazo de ahogado decidió liberar todos los temas del disco para que
cualquiera pudiese hacer uso comercial de ellos. Y así fue que de la noche a la
mañana sus canciones comenzaron a ser escuchadas como fondo en un montón de avisos
publicitarios e incluso hasta en películas. “Play” se convirtió entonces en un
éxito mundial, y Moby, de un día para el otro, se volvió famoso y millonario: “Lentamente, ven. Que alguien venga. Que alguien se
acerque lentamente”.
En este excelente videoclip podemos ver a nuestro calvo
amigo recorriendo morbosos submundos, de los cuales se muestra ajeno en su
condición de cosmonauta. Pero en la vida real esto era una patraña. Moby no supo
ni pudo manejar esa fama tan repentina que se le vino encima como un alud, y
rápidamente se volvió alcohólico y drogadicto. Sólo enfocarse en el misticismo
lograría sacarlo de allí, y hoy es un vegano devoto que practica la meditación
trascendendal: “Todavía el amor nos está rodeando,
no puedes ignorar lo que ocurre a tu alrededor”. El video culmina con un velado homenaje a Stanley Kubrik y su filme “2001:
Odisea del espacio”. El astronauta se obnubila por todo lo que ve, y toda esa
información transcurre rápidamente ante sus ojos. Eso lo lleva a evolucionar en
un nuevo ser de energía; sólo que a Moby esto no le ocurre en una luna de
Júpiter, sino entre las góndolas de un supermercado. Se ha convertido en un
ente que no será un simple habitante más de este mundo lúgubre, tal vez ahora hasta
pueda mejorarlo: “Siento que en mí se va
dando una lenta reconstrucción. Creciendo en número, creciendo en paz”. ¡Feliz Deprimartes!
https://www.youtube.com/watch?v=xAh6fk0KD1c
Bellísimo escrito!!!
ResponderBorrarMuchísimas gracias, lector anónimo.
BorrarDe nada, siempre es un placer leerlo.
ResponderBorrarOjalá me entere de quién es Usted.
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