martes, 24 de agosto de 2021

Capítulo 287: “We Are All Made Of Stars”. Moby. (2002)

 



Deprimartes estelar:

 

Si bien podría decirse que Hollywood es la Meca de la fama, también existe un área periférica habitada por ese tipo de gente que aún sueña con alcanzar la gloria, pero que siempre terminan vendiendo mapas con la ubicación de las mansiones de las estrellas. Denomino a esta zona como “los suburbios de la fama”, y aquí también es común encontrarse con personajes de rostros conocidos, cuyos mejores años pasaron hace demasiados años –valga la redundancia-.  Estos seres que aún intentan vivir de las migajas que les dejó una carrera ya extinguida, sobreviven aferrados como una garrapata a la última brizna de su fama. Sus corazones vuelven a sonreir si cada tanto alguien los recuerda furtivamente y los saluda cuando caminan por la calle. Suele vérselos frecuentando lugares sórdidos de luces rojas; esa clase de antros que generalmente asociamos al sexo y a los excesos. Aún guardan el culto a la belleza grecorromana, más propia de una juventud que se les escurre entre los dedos, y que no pueden retener a menos que decidan perder su última gota de dignidad en las manos de un cirujano plástico. Sus ojos miran hacia sus días dorados, y por lo tanto siempre tienen una estética retro de la vida. No por nada parte de este videoclip se desarrola en un salón de juegos arcade. ¿O acaso hay algo más retro que un arcade?: “Creciendo en número, creciendo rápidamente. No puedo combatir el futuro, no puedo pelear contra lo que estoy viendo”. Asistimos entonces a un desfile de especímenes que bien parecen sacados de un episodio de BoJack Horseman. Vemos a un personaje de dudosa celebridad balbuceando consigo mismo en la barra de un bar. Un enano famoso asistiendo a un show de strip-tease. Dos ex estrellas infantiles cenando comida chatarra. Un músico con claras adicciones asalta un refrigerador. Un actor que acostumbra morir espera mientras le lavan su DeLorean. Una leyenda del porno está haciendo unas fotocopias. Una jovencita pide un autógrafo mientras se apresta a conseguir mucho más que una firma de su ídolo. Y todos ellos canturrean para sus adentros el siguiente verso, como si fuera un mantra, como lo haría cualquier persona que toca fondo y que necesita autoconvencerse para seguir encontrándole un sentido a la existencia: “Gente que se junta, gente que se aleja. Nada puede detenernos ahora, porque todos estamos hechos de estrellas”.

 

En principio, esto es una gran verdad: todos estamos hechos de materia estelar, tal como lo aseguraba Carl Sagan en esa maravilla que fue la serie Cosmos de 1980. Tal vez para levantar el ánimo podría ser útil aquello de repetirse como una letanía que según la ciencia todos los elementos que nos conforman nacieron en el corazón de una estrella. Tenemos billones de años de antigüedad, así que la momentánea carencia de fama no debería ser un problema para nadie: “Esfuerzos de amantes que se han quedado en mi mente. Le canto a la lejanía, veremos qué es lo que ocurre”. El éxito le llegó tarde a Richard Melville, tataranieto del escritor de la novela Moby Dick. En honor a la ballena blanca comenzó a hacerse llamar Moby, y principalmente se dedicó a grabar Música Ambiental. Este subgénero de música instrumental se caracteriza por las texturas sonoras elaboradas y la carencia de ritmo. Por lo general se trata de largas notas sostenidas sobre relieves de vibraciones que se prestan para ser usadas como fondo de una meditación. Pero luego de una década de una carrera que no lograba despegar, Moby se cansó de no tener éxito y pensó en retirarse luego del fracaso de su álbum “Play” de 1999. Como último manotazo de ahogado decidió liberar todos los temas del disco para que cualquiera pudiese hacer uso comercial de ellos. Y así fue que de la noche a la mañana sus canciones comenzaron a ser escuchadas como fondo en un montón de avisos publicitarios e incluso hasta en películas. “Play” se convirtió entonces en un éxito mundial, y Moby, de un día para el otro, se volvió famoso y millonario: “Lentamente, ven. Que alguien venga. Que alguien se acerque lentamente”.

 

En este excelente videoclip podemos ver a nuestro calvo amigo recorriendo morbosos submundos, de los cuales se muestra ajeno en su condición de cosmonauta. Pero en la vida real esto era una patraña. Moby no supo ni pudo manejar esa fama tan repentina que se le vino encima como un alud, y rápidamente se volvió alcohólico y drogadicto. Sólo enfocarse en el misticismo lograría sacarlo de allí, y hoy es un vegano devoto que practica la meditación trascendendal: “Todavía el amor nos está rodeando, no puedes ignorar lo que ocurre a tu alrededor”. El video culmina con un velado homenaje a Stanley Kubrik y su filme “2001: Odisea del espacio”. El astronauta se obnubila por todo lo que ve, y toda esa información transcurre rápidamente ante sus ojos. Eso lo lleva a evolucionar en un nuevo ser de energía; sólo que a Moby esto no le ocurre en una luna de Júpiter, sino entre las góndolas de un supermercado. Se ha convertido en un ente que no será un simple habitante más de este mundo lúgubre, tal vez ahora hasta pueda mejorarlo: “Siento que en mí se va dando una lenta reconstrucción. Creciendo en número, creciendo en paz”. ¡Feliz Deprimartes!

 

 https://www.youtube.com/watch?v=xAh6fk0KD1c






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