martes, 2 de julio de 2019

Capítulo 226: “Twist In My Sobriety”. Tanita Tikaram. (1988)



Deprimartes sepia:

“Todos los niños de Dios necesitan zapatos para viajar y así sacarse sus problemas de encima. Toda la gente buena lee buenos libros y por eso tienen la conciencia clara. Te escucho hablar, niña; ahora tu conciencia está clara”. Si ya es difícil establecer claramente los orígenes de Freddie Mercury (nacido en África, de padres hindúes con religión persa y devenido en ciudadano británico), más difícil todavía es describir la extraña mezcla familiar que trae consigo la cantante Tanita Tikaram. Si bien se radicó desde muy joven en Londres, nació en Alemania; siendo hija de madre indonesia y teniendo como padre a un militar oriundo de las Islas Fiji. Imposible tener un aire más exótico como para hacer música en la capital inglesa. Su semblante de rasgos inclasificables y su timbre de voz grave de seguro le abrieron algunas puertas en el ambiente musical, logrando que su primer álbum tuviera un gran éxito antes de que esta niña cumpliera los veinte años. Y de ese álbum se desprende esta canción con una letra tan hermética que a simple vista pareciera tan sólo una colección de letanías sin sentido: “En la mañana cuando me limpio las cejas, con eso también me saco de encima las millas que he recorrido. Me encanta pensar que puedo ser tan deseada y aún así nunca hacer lo que digas. Nunca te escucho, así que nunca haré lo que dices”.

Si esta canción tiene un acierto, es la inclusión de un oboe en el estribillo. El ataque suave de este instrumento de viento es lo que indudablemente ha convertido a este tema en un reconocible clásico. El solo del oboe en medio de la canción nos permite apreciar su tono dulce e hipnótico, lo cual refuerza el aire poético de la letra: “Mira mis ojos, son sólo dos hologramas. Mira cómo tu amor me ha enrojecido las manos. Y de mis manos nunca obtendrás más que quebrantos en mi sobriedad”. Es una pena que la participación de este instrumento en la historia del Rock sea casi inexistente. Podemos escuchar su repiquetear incesante cada vez que vemos despertar a Bill Murray el mismo dos de febrero eterno en “El día de la Marmota”, mientras suena en el radiorreloj la melodía de “I Got You Babe” de Sonny & Cher. Y también su sonido se encarga de sumergirnos en una atmósfera melancólica en el tema “For All We Know” de Carpenters, dejándonos listos para que nos arrebate la maravillosa voz de Karen Carpenter, tal vez la más hermosa voz de todos los tiempos. Pero poco más se escucha de él en las primeras planas del Rock. Una verdadera lástima.

“Somos de los que nos burlamos de la gente que se divierte por las noches. Porque por las noches no es necesaria la hostilidad, tan sólo una sonrisa tímida y una pausa para liberarse”. El videoclip de este tema está filmado en la altiplanicie boliviana. Aquí podemos ver retratada a la gente olvidada de estos recónditos lugares y a las pequeñas luchas que enfrentan diariamente. Los adultos se ven con un gesto áspero, como si les resultara casi inalcanzable la felicidad en ese páramo reseco que llaman hogar. Por otro lado, vemos a los niños y a los pocos sueños con los que acostumbran jugar. Sus risas efímeras aparecen enmarcadas por unas correrías inertes, moneda corriente en esa niñez que parece que durará poco y que le dará paso a una vida adulta con su rutina de acostumbrarse a que la realidad se construye sobre frustraciones. ¿Qué pensará la gente que vive en un lugar tan remoto? ¿Cómo imaginará su futuro, si es que lo hace?: “No me preocupa la gente que piensa diferente, porque los pensamientos diferentes son buenos para mí”. Han pasado ya varias décadas desde la filmación de este video y al mirarlo me es imposible no preguntarme qué habrá sido de esos niños. ¿Qué tan duro los habrá golpeado la vida? ¿Habrán sabido ser felices con lo poco o mucho que lograron? Porque ahora los conozco y ya no puedo olvidarlos. Tal vez esa era la idea del video. Tengo la sensación de que siempre me acompañará la imagen de esa niña que vuela mientras se balancea colgándose de una rama, observando una vaca que bebe del lago. ¿Qué habrá sido de ella? ¿Habrá vuelto a ser tan feliz como en ese instante mágico en que sus pies se despegaban del suelo?: “Con sus brazos levantados y con su castidad, los buenos niños de Dios ya han pagado su boleto de entrada al Cielo”.

Si hay un recurso visual simple que puede volvernos evocativos, ese es el uso del color sepia. Este color se obtiene desde tiempos inmemoriales de la tinta de un pequeño calamar llamado jibia o sepia, de ahí su nombre, y es una tonalidad de rojo muy suave; casi marrón. Básicamente, es el color de las fotografías antiguas. Y este videoclip está íntegramente filmado en ese color, lo cual confiere a las imágenes un aura atemporal; como si fueran un testimonio de una realidad que no cambia con el paso del tiempo. Es imposible ver este video y no tratar de imaginarse desde cuándo esa gente lleva el mismo tren de vida tan rústico: “Tómate un momento para beber una taza de té, sí; tómate un tiempo para arriesgarte un poco en la vida. Porque aunque seas dulce y buenmozo o más bien estés gordo, tendrás que ponerte a escarbar hasta que veas la luz”. Sí, sin dudas esta letra no pareciera tener mucho sentido. Y la bondadosa señora Tikaram se ha resistido siempre a aclarar su significado. Lo único que ha dicho al respecto es que intentó hablar de lo aislada e incomprendida que se sintió mientras su adolescencia se transformaba en juventud. Tal vez lo enigmático de la letra de esta canción no sea un mero ejercicio poético, sino un reconocimiento de que hay sentimientos que no pueden ser correctamente descriptos con simples palabras de humanos. Los sentimientos son inasibles como el viento, y la forma en que los verbalizamos a veces son sólo aproximaciones vergonzosas a lo que realmente nuestro corazón le grita al mundo: “La mitad de la gente lee los diarios, y los lee con todo detenimiento. Gente bonita, gente nerviosa; gente que tiene cosas para vender. Noticias para vender”. ¡Feliz Deprimartes!

1 comentario:

  1. Excelente artículo, cautivador y reflexivo , en mi caso siempre atrapado en la mirada penetrante, melancólica y casi sin luz de la autora, que alumbra mis sueños desde hace decadas

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