Deprimartes impune:
Esta es una pequeña síntesis de la vida moderna. Todo nos
está prometido, pero nada nos está permitido. Podemos tomar una muestra gratis,
porque todos sabemos que la primera va de regalo; pero por la segunda –y por todas
las que sigan- habrá que pagar: “Puedes mirar el
menú pero no puedes comer. Puedes tocar el almohadón pero no te puedes sentar
en él. Puedes meter un pie en la piscina pero no puedes nadar. Puedes tener el
castigo pero no puedes cometer el pecado”. La música de los años ’80 tiene
la particularidad de sonar un tanto… ¿Cómo decirlo?... Bueno… Creo que lo que
estoy intentando decir es que la música de los años ’80 suena justamente “ochentosa”.
En esos días el Synthpop lo invadió todo con sus sintetizadores, y por eso al oír
cualquiera de sus éxitos tenemos la sensación de estar escuchando la música de
un videojuego de arcade. No había prácticamente instrumentos analógicos, todo
lo que se escuchaba estaba programado en secuencias de sonidos robóticos, y la
percusión raramente estaba a cargo de un baterista sino que se ejecutaba mediante
una caja de ritmos electrónica. Todo sonaba espantosamente artificial, y por el
hecho de ser una novedad se abusaba hasta el hartazgo de este tipo de sonido.
Sobraban los teclados, pero era raro escuchar que alguien los usara bien. Y Howard
Jones es un interesante ejemplo de cómo tener buen gusto musical a la hora de
usar un sintetizador como un elemento más para componer una melodía agradable.
Este artista británico, budista y vegetariano, logró
ingresar varias veces a los rankings con alguno de sus éxitos. Y no son pocos
los que lo recuerdan por haber integrado en el 2001 la que para muchos fue la mejor
formación de la All-Starr Band. Junto con el baterista de los Beatles, Ringo
Starr, Howard Jones tocó al lado de monstruos como Roger Hodgson de Supertramp,
Ian Hunter de Mott The Hoople y Greg Lake de Emerson Lake & Palmer. Todo un
seleccionado de la historia del Rock & Roll. Así que algo de talento debía
de tener el bueno de Howard, y aquí lo demuestra escribiendo un himno a esa zanahoria
inalcanzable que siempre pareciéramos tener colgada delante de nuestras narices
como si fuésemos un burro que tira de un carro. Se trata de esos sueños dorados
con los que la vida nos mantiene ilusionados mientras hacemos todo el esfuerzo
para el beneficio de vaya a saber quién: “Puedes
construir una mansión pero no puedes vivir en ella. Eres el corredor más rápido
pero no se te permite ganar. Algunos rompen las reglas y dejan que tú pagues el
costo. Y el sentimiento de inseguridad es algo que nunca vas a perder”.
Si en el devenir de nuestra vida cotidiana nos detenemos
por un segundo, nos daremos cuenta de que la realidad está plagada de prohibiciones.
Prohibido estacionar, prohibido girar a la izquierda, prohibido ingresar, prohibido
tocar, prohibido esto, prohibido aquello. El hecho de recortar nuestras
acciones es algo inherente al contrato social al que nos suscribimos para formar
parte de la vida civilizada. Es imposible coordinar a millones de seres viviendo
en total libertad, así que en nombre del bien mayor aceptamos con ternura que
nos recorten las alas. Y esto no es nuevo, desde los albores de la vida en
sociedad la realidad se trata de entender todo aquello que está prohibido. Si
no me creen, pregúntenle a Adán y Eva qué hicieron con la manzana que tenían
prohibido comer… Por supuesto que esto de las prohibiciones puede llevarse a
extremos inimaginables. Por ejemplo, en la India está prohibido que se amen aquellas
personas que pertenecen a dos castas distintas. En Occidente, si bien ya nos hemos
modernizado un poco, hasta no hace mucho los amores prohibidos como los de
Romeo y Julieta eran bastante comunes. Pero, ¿por qué no podemos estar con la
persona que amamos? ¿De quién es la culpa?: “Y tú
la quieres, y ella te quiere. Todos nos queremos. Y tú la quieres, y ella te
quiere; pero nunca hay nadie a quién culpar por todo esto”.
Y tal vez la culpa no sea de nadie. El ser humano vive
perdiendo el tiempo tratando de encontrar un culpable por todo lo que le pasa.
En la mayoría de los casos no hay prohibiciones, sino somatizaciones: “Puedes ver la cima pero no puedes alcanzarla. Ya tienes
la última pieza del rompecabezas pero no puedes lograr que encaje. El doctor
dice que estás curado pero aún sientes ese dolor. Tus aspiraciones están por
las nubes pero tus esperanzas se van por el drenaje”. Cualquier
psicólogo de poca monta se haría un picnic con nosotros aplicándonos aquel
principio que dice que no se trata de que “no puedo” sino de que “no quiero”.
Nuestros propios miedos suelen ser los responsables de que no logremos aquello
que deseamos. ¿Qué aquello que deseamos está prohibido? Pues, ya lo dijo esta
canción; pague quien pague el costo… ¿Para qué están las reglas si no es para
romperlas? Tal vez nuestra felicidad esté escondida detrás de un cartel de “Prohibido
avanzar”… Así que, avancemos. ¡Feliz Deprimartes!
Además de Adan y Eva, le podemos consultar a Aristóteles qué pensaba sobre el bien común y el bien individual jaja. Por otro lado creo que uno mismo es responsable de cómo enfrenta las situaciones, no hablaría de culpa, pero incluso frente a los eventos desafortunados donde ocurren "sin culpa de nadie" en definitiva es uno el responsable de Seguir adelante. Me encantó el post!
ResponderBorrarMuchas gracias por tu reflexión. Espero contar en este blog con tus pensamientos de manera consuetudinaria.
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