martes, 16 de julio de 2019

Capítulo 228: “No One Is To Blame”. Howard Jones. (1985)



Deprimartes impune:


Esta es una pequeña síntesis de la vida moderna. Todo nos está prometido, pero nada nos está permitido. Podemos tomar una muestra gratis, porque todos sabemos que la primera va de regalo; pero por la segunda –y por todas las que sigan- habrá que pagar: “Puedes mirar el menú pero no puedes comer. Puedes tocar el almohadón pero no te puedes sentar en él. Puedes meter un pie en la piscina pero no puedes nadar. Puedes tener el castigo pero no puedes cometer el pecado”. La música de los años ’80 tiene la particularidad de sonar un tanto… ¿Cómo decirlo?... Bueno… Creo que lo que estoy intentando decir es que la música de los años ’80 suena justamente “ochentosa”. En esos días el Synthpop lo invadió todo con sus sintetizadores, y por eso al oír cualquiera de sus éxitos tenemos la sensación de estar escuchando la música de un videojuego de arcade. No había prácticamente instrumentos analógicos, todo lo que se escuchaba estaba programado en secuencias de sonidos robóticos, y la percusión raramente estaba a cargo de un baterista sino que se ejecutaba mediante una caja de ritmos electrónica. Todo sonaba espantosamente artificial, y por el hecho de ser una novedad se abusaba hasta el hartazgo de este tipo de sonido. Sobraban los teclados, pero era raro escuchar que alguien los usara bien. Y Howard Jones es un interesante ejemplo de cómo tener buen gusto musical a la hora de usar un sintetizador como un elemento más para componer una melodía agradable.

Este artista británico, budista y vegetariano, logró ingresar varias veces a los rankings con alguno de sus éxitos. Y no son pocos los que lo recuerdan por haber integrado en el 2001 la que para muchos fue la mejor formación de la All-Starr Band. Junto con el baterista de los Beatles, Ringo Starr, Howard Jones tocó al lado de monstruos como Roger Hodgson de Supertramp, Ian Hunter de Mott The Hoople y Greg Lake de Emerson Lake & Palmer. Todo un seleccionado de la historia del Rock & Roll. Así que algo de talento debía de tener el bueno de Howard, y aquí lo demuestra escribiendo un himno a esa zanahoria inalcanzable que siempre pareciéramos tener colgada delante de nuestras narices como si fuésemos un burro que tira de un carro. Se trata de esos sueños dorados con los que la vida nos mantiene ilusionados mientras hacemos todo el esfuerzo para el beneficio de vaya a saber quién: “Puedes construir una mansión pero no puedes vivir en ella. Eres el corredor más rápido pero no se te permite ganar. Algunos rompen las reglas y dejan que tú pagues el costo. Y el sentimiento de inseguridad es algo que nunca vas a perder”.

Si en el devenir de nuestra vida cotidiana nos detenemos por un segundo, nos daremos cuenta de que la realidad está plagada de prohibiciones. Prohibido estacionar, prohibido girar a la izquierda, prohibido ingresar, prohibido tocar, prohibido esto, prohibido aquello. El hecho de recortar nuestras acciones es algo inherente al contrato social al que nos suscribimos para formar parte de la vida civilizada. Es imposible coordinar a millones de seres viviendo en total libertad, así que en nombre del bien mayor aceptamos con ternura que nos recorten las alas. Y esto no es nuevo, desde los albores de la vida en sociedad la realidad se trata de entender todo aquello que está prohibido. Si no me creen, pregúntenle a Adán y Eva qué hicieron con la manzana que tenían prohibido comer… Por supuesto que esto de las prohibiciones puede llevarse a extremos inimaginables. Por ejemplo, en la India está prohibido que se amen aquellas personas que pertenecen a dos castas distintas. En Occidente, si bien ya nos hemos modernizado un poco, hasta no hace mucho los amores prohibidos como los de Romeo y Julieta eran bastante comunes. Pero, ¿por qué no podemos estar con la persona que amamos? ¿De quién es la culpa?: “Y tú la quieres, y ella te quiere. Todos nos queremos. Y tú la quieres, y ella te quiere; pero nunca hay nadie a quién culpar por todo esto”.

Y tal vez la culpa no sea de nadie. El ser humano vive perdiendo el tiempo tratando de encontrar un culpable por todo lo que le pasa. En la mayoría de los casos no hay prohibiciones, sino somatizaciones: “Puedes ver la cima pero no puedes alcanzarla. Ya tienes la última pieza del rompecabezas pero no puedes lograr que encaje. El doctor dice que estás curado pero aún sientes ese dolor. Tus aspiraciones están por las nubes pero tus esperanzas se van por el drenaje”. Cualquier psicólogo de poca monta se haría un picnic con nosotros aplicándonos aquel principio que dice que no se trata de que “no puedo” sino de que “no quiero”. Nuestros propios miedos suelen ser los responsables de que no logremos aquello que deseamos. ¿Qué aquello que deseamos está prohibido? Pues, ya lo dijo esta canción; pague quien pague el costo… ¿Para qué están las reglas si no es para romperlas? Tal vez nuestra felicidad esté escondida detrás de un cartel de “Prohibido avanzar”… Así que, avancemos. ¡Feliz Deprimartes!

2 comentarios:

  1. Además de Adan y Eva, le podemos consultar a Aristóteles qué pensaba sobre el bien común y el bien individual jaja. Por otro lado creo que uno mismo es responsable de cómo enfrenta las situaciones, no hablaría de culpa, pero incluso frente a los eventos desafortunados donde ocurren "sin culpa de nadie" en definitiva es uno el responsable de Seguir adelante. Me encantó el post!

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  2. Muchas gracias por tu reflexión. Espero contar en este blog con tus pensamientos de manera consuetudinaria.

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