Deprimartes aislado:
Además de haberle proporcionado nombres a la escena
electrónica como el del ya fallecido y exitosísimo DJ Avicii, Suecia tiene una
enorme tradición de aportar estrellas rutilantes al mundo del Heavy Metal;
donde resaltan nombres como el de Yngwie Malmsteen. Y en medio de ese rico
espectro musical, este país nórdico no sólo nos ha regalado a la banda más
exitosa de toda la Europa continental – me refiero nada más ni nada menos que a
ABBA-, sino que también logró posicionar en la cima de los charts a otros
artistas híper exitosos como Ace Of Base, The Cardigans, Europe, The Hives, Peter
Bjorn and John; y por supuesto el dúo conformado por Per Gessle y Marie
Fredriksson, llamado Roxette. Con una evidente influencia beatle, y con la
potencia rockera de una década de los noventa que comenzaba a despertarse de su
modorra de sintetizadores, esta talentosa pareja conquistó el mundo a base de canciones
pegadizas; lo cual no les impidió parar de vez en cuando la pelota y
reflexionar sobre la desesperanza del desamor: “¿Qué
hora es? Porque parece que ya amaneció. Veo el cielo, es tan azul y hermoso. La
televisión está encendida, pero lo único que muestran es una foto de ti. Me
levanto y me hago un poco de café, intento leer un poco, pero la historia me
aburre. Le doy gracias al Señor porque no estás aquí para verme en esta forma”.
El amor que ya no es correspondido nos deja esa extraña sensación en la
boca, como si fuera un platillo delicioso que ya se ha fermentado. Chasqueamos
la lengua contra el paladar tratando de descifrar cuándo y cómo fue que lo
dulce se volvió tan agrio, mientras nuestro cerebro cavila pensamientos sobre
un futuro inmediato muy oscuro; cuyos días nos encontrarán llorando lo que ya
no está. He pasado por esa situación, y conociéndola en detalle declaro que
francamente prefiero la muerte antes que esta otra muerte en vida.
“Perdiendo mi tiempo. Viendo cómo los días
pasan. Sintiéndome insignificante, sólo miro a la pared esperando que tú
también estés pensando en mí. Sólo pierdo mi tiempo”. Es curioso notar cómo la letra no
describe ninguna situación apocalíptica. Sólo estamos frente a una persona que
no logra concentrarse ni encontrar solaz en las pequeñas acciones normales de
cada día. Y aún así da las gracias de que su interés amoroso no está allí para
contemplar la debacle que es su vida. Es que de eso se trata todo el proceso de
desamor. La vida continúa, hemos amanecido a un nuevo día donde el cielo está
diáfano, y eso no nos significa nada. Todo significa nada comparado con el
vacío que nos ha quedado en el alma ante la ausencia de amor. “Intento llamarte, pero no sé qué decirte. Te dejo un beso
en tu contestador. Oh, por favor; ayúdenme. ¿Hay alguien que pueda hacer que yo
despierte de este sueño?”. Es interesante notar que para quien
protagoniza esta canción todo lo que ocurre no forma parte de una pesadilla,
sino que todavía se refiere a su realidad como un sueño del que quiere
despertar. Es una ensoñación, de esas que no tienen sentido alguno. Imágenes
tortuosas que se nos arremolinan como si intentaran decirnos algo mientras
nuestra racionalidad lucha contra Morfeo. Y tal vez allí esté lo terrible, este
sueño se transforma en pesadilla porque no hay peor horror que el sinsentido: “Esperando que tú también me estés extrañando. Estoy
perdiendo mi tiempo, mirando cómo el sol se pone. Me duermo escuchando la
canción ‘Lágrimas de un payaso’ como si fuera una plegaria para nadie”.
Entre las fases más difíciles que hay que afrontar en esta
vida se encuentra la soledad que sigue al terminarse una relación de pareja. Porque
durante mucho tiempo luchamos tenazmente para restringirnos como unidad y
convertirnos en una fracción de nosotros mismos, en pos del funcionamiento
feliz de nuestra sociedad afectiva. Y un buen día todo se termina, y no podemos
recordar cómo éramos antes; cuando éramos un todo. Ahora batallamos cada día
para deshacer esa rutina en la cual nos desenvolvíamos como la mitad de un
proyecto. El tiempo se vuelve insoportablemente eterno y la anhedonia nos
domina. Ya nada tiene color. Cada cosa que hacemos se nos ocurre como condenada
al fracaso de antemano: “Mis amigos me dicen que la
vida continúa y que con el tiempo te voy a olvidar. Este tonto juego del amor
que jugamos en el que parece que sólo se puede perder”. Escuché una vez
que recuperarse completamente de un desamor toma bastante tiempo. Poder
cruzarse con esa otra persona por la calle y saludarla sin más ni más nos
demandaría un proceso de recuperación cercano a los dos años. Empíricamente me
tocó comprobar esa teoría, y puedo afirmar sin temor a equivocarme que dos años
es mucho tiempo de vida como para sufrir por amor. Pero es un daño colateral,
un efecto no deseado de ese período en el cual sentimos que hemos tocado el
cielo de una vez y para siempre. Ahora ya nada es lo mismo: “La cama es demasiado grande sin ti, amor”. ¡Feliz
Deprimartes!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario