martes, 23 de julio de 2019

Capítulo 229: “Spending My Time”. Roxette. (1991)





Deprimartes aislado:

Además de haberle proporcionado nombres a la escena electrónica como el del ya fallecido y exitosísimo DJ Avicii, Suecia tiene una enorme tradición de aportar estrellas rutilantes al mundo del Heavy Metal; donde resaltan nombres como el de Yngwie Malmsteen. Y en medio de ese rico espectro musical, este país nórdico no sólo nos ha regalado a la banda más exitosa de toda la Europa continental – me refiero nada más ni nada menos que a ABBA-, sino que también logró posicionar en la cima de los charts a otros artistas híper exitosos como Ace Of Base, The Cardigans, Europe, The Hives, Peter Bjorn and John; y por supuesto el dúo conformado por Per Gessle y Marie Fredriksson, llamado Roxette. Con una evidente influencia beatle, y con la potencia rockera de una década de los noventa que comenzaba a despertarse de su modorra de sintetizadores, esta talentosa pareja conquistó el mundo a base de canciones pegadizas; lo cual no les impidió parar de vez en cuando la pelota y reflexionar sobre la desesperanza del desamor: “¿Qué hora es? Porque parece que ya amaneció. Veo el cielo, es tan azul y hermoso. La televisión está encendida, pero lo único que muestran es una foto de ti. Me levanto y me hago un poco de café, intento leer un poco, pero la historia me aburre. Le doy gracias al Señor porque no estás aquí para verme en esta forma”. El amor que ya no es correspondido nos deja esa extraña sensación en la boca, como si fuera un platillo delicioso que ya se ha fermentado. Chasqueamos la lengua contra el paladar tratando de descifrar cuándo y cómo fue que lo dulce se volvió tan agrio, mientras nuestro cerebro cavila pensamientos sobre un futuro inmediato muy oscuro; cuyos días nos encontrarán llorando lo que ya no está. He pasado por esa situación, y conociéndola en detalle declaro que francamente prefiero la muerte antes que esta otra muerte en vida.

“Perdiendo mi tiempo. Viendo cómo los días pasan. Sintiéndome insignificante, sólo miro a la pared esperando que tú también estés pensando en mí. Sólo pierdo mi tiempo”. Es curioso notar cómo la letra no describe ninguna situación apocalíptica. Sólo estamos frente a una persona que no logra concentrarse ni encontrar solaz en las pequeñas acciones normales de cada día. Y aún así da las gracias de que su interés amoroso no está allí para contemplar la debacle que es su vida. Es que de eso se trata todo el proceso de desamor. La vida continúa, hemos amanecido a un nuevo día donde el cielo está diáfano, y eso no nos significa nada. Todo significa nada comparado con el vacío que nos ha quedado en el alma ante la ausencia de amor. “Intento llamarte, pero no sé qué decirte. Te dejo un beso en tu contestador. Oh, por favor; ayúdenme. ¿Hay alguien que pueda hacer que yo despierte de este sueño?”. Es interesante notar que para quien protagoniza esta canción todo lo que ocurre no forma parte de una pesadilla, sino que todavía se refiere a su realidad como un sueño del que quiere despertar. Es una ensoñación, de esas que no tienen sentido alguno. Imágenes tortuosas que se nos arremolinan como si intentaran decirnos algo mientras nuestra racionalidad lucha contra Morfeo. Y tal vez allí esté lo terrible, este sueño se transforma en pesadilla porque no hay peor horror que el sinsentido: “Esperando que tú también me estés extrañando. Estoy perdiendo mi tiempo, mirando cómo el sol se pone. Me duermo escuchando la canción ‘Lágrimas de un payaso’ como si fuera una plegaria para nadie”.

Entre las fases más difíciles que hay que afrontar en esta vida se encuentra la soledad que sigue al terminarse una relación de pareja. Porque durante mucho tiempo luchamos tenazmente para restringirnos como unidad y convertirnos en una fracción de nosotros mismos, en pos del funcionamiento feliz de nuestra sociedad afectiva. Y un buen día todo se termina, y no podemos recordar cómo éramos antes; cuando éramos un todo. Ahora batallamos cada día para deshacer esa rutina en la cual nos desenvolvíamos como la mitad de un proyecto. El tiempo se vuelve insoportablemente eterno y la anhedonia nos domina. Ya nada tiene color. Cada cosa que hacemos se nos ocurre como condenada al fracaso de antemano: “Mis amigos me dicen que la vida continúa y que con el tiempo te voy a olvidar. Este tonto juego del amor que jugamos en el que parece que sólo se puede perder”. Escuché una vez que recuperarse completamente de un desamor toma bastante tiempo. Poder cruzarse con esa otra persona por la calle y saludarla sin más ni más nos demandaría un proceso de recuperación cercano a los dos años. Empíricamente me tocó comprobar esa teoría, y puedo afirmar sin temor a equivocarme que dos años es mucho tiempo de vida como para sufrir por amor. Pero es un daño colateral, un efecto no deseado de ese período en el cual sentimos que hemos tocado el cielo de una vez y para siempre. Ahora ya nada es lo mismo: “La cama es demasiado grande sin ti, amor”. ¡Feliz Deprimartes!

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